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domingo, 13 de octubre de 2013

Film Fest Gent 2013: Inicio


Las potentes notas que llevan irremediablemente la voz cantante del vídeo promocional del festival consagrado a premiar internacionalmente las mejores bandas sonoras de películas nos arrastran a mí y a las alrededor de 350 personas más que abarrotan la sala hacia el inicio del Festival internacional de cine de Gante (Bélgica), el Film Fest Gent. What Maisie Knew es la elegida. Traducida en España como ¿Qué hacemos con Maisie? (título excepcionalmente más logrado en su doblaje, que verá la luz en nuestro país en el mes de diciembre), la película retrata el resultado de un divorcio en constante lucha por la custodia de una niña monísima, convertida en objeto de deseo de sus egocéntricos progenitores. Afortunadamente, sus nuevas parejas estarán ahí para, paradójicamente, dar coherencia a una situación insostenible. Tanto como poco creíble es el devenir de unos padres demasiado histriónicos para ser reales, o al menos habituales, pero que sin embargo encierran una profunda y lograda crítica a la sociedad contemporánea del divorcio y el egoísmo paterno.
Dicho así podría entenderse como una apología de la unidad familiar como medida de todas las cosas, pero sería sacarlo todo de quicio. Los americanos Scott McGehee y David Siegel no proponen crear familias convencionales, sino dar un toque de atención sobre la responsabilidad de acompañar el crecimiento de un niño. Acompañar es precisamente lo que hacen las nuevas parejas de los divorciados con la niña de la que parecen preocuparse más que sus propios padres, siempre ocupados con sus intensas vidas y, de paso, con la del otro, del que obtienen información a través de la pequeña de una manera tan sutil como los diálogos que construyen el relato, en pocas palabras, de forma profunda. Una carrera constante por conseguir una custodia que supone más un triunfo personal que un verdadero deseo paternal, pero también el constante devenir de brazos en brazos por las calles neoyorquinas. Un adorable Alexander Skarsgård termina de redondear esta cinta inteligente y bellamente construida.

Sin embargo, la mayor belleza del día se esconde entre rejas, más allá del muro que separa a palestinos e israelís en Cisjordania y que Omar salta cada día en la película palestina que recibe su mismo nombre, bajo la firma del holandés de adopción Hany Abu-Assad. Sin desprenderse aún del halo combatiente que generó controversia con su anterior Paradise Now, el realizador ahonda en las luces y sombras del chico que, apenas alcanzando la veintena, tiene muy claro lo que quiere hacer con su vida: luchar por su identidad en el mismo bando que sus dos amigos de la infancia y al lado de su dulce amada. Toda una tragedia shakespeariana de amor, anhelos jóvenes, pasión latente, fidelidad, traición y lucha, no puesta sobre, sino dentro de las entrañas del conflicto palestino-israelí, cuidadosamente retratado con toda su crueldad. Como si se tratase de una prueba de fe constante, Omar se defiende con uñas y dientes en un trabajo muy físico por sobrevivir a la tortura, del Estado e incluso de sí mismo, tratando de mantenerse fiel a sus principios y sus deseos. Una obra incisiva a la vez que hermosa y que bien le valió el premio del jurado en Un certain regard en Cannes 2013.
El cierre de la jornada es un retrato negro de familia y comunidad, pero también de prejuicios y racismo. Fruitvale Station recala ahora en Gante después de su recorrido festivalero, tras zarpar del laboratorio de Sundance, con los vicios y las virtudes al que el festival americano nos tiene acostumbrados y que sin algo más detrás acaba por ser simplemente algo inspiradamente bonito. La cámara en mano, los detalles en primerísimo primer plano y la luz filtrada que tanto agradan a la vista con mesura, pero que convertidos en moda pueden llegar a la saturación sin significado, son la nota predominante en este film que, no obstante, contiene también algunos pasajes verdaderamente logrados, como el retrato de la cotidianidad familiar. Por desgracia, el estado de alerta permanentemente sostenido durante toda la película termina por romper la tensión en un desenlace tan poco afortunado como innecesario para reivindicar la historia real en la que se basa.



Sara Martínez Ruiz

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