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miércoles, 30 de octubre de 2013

Seminci 2013: Presentimientos

5/10
Presentimientos (España, 2013).
Dirección: Santiago Tabernero.
Intérpretes: Eduardo Noriega, Marta Etura, Jack Taylor, Irene Escolar, Alex Spijksma.
Guión: Eduardo Noriega, Santiago Tabernero; basado en la novela de Clara Sánchez.
Música original: Joan Valent.
Fotografía: Pablo Rosso.
Montaje: Cristina Pastor.
Idioma: Español.
Duración: 100 minutos.


De cuando David Lynch te viene grande

Santiago Tabernero ha tratado de llevarnos de la mano a un universo onírico, siguiendo los pasos de David Lynch; pero desgraciadamente no consigue despegarnos de nuestra butaca en prácticamente ninguna ocasión.

El argumento se centra en una pareja en crisis que decide irse con su hijo recién nacido de vacaciones; pero Julia, tras una discusión, sale de la urbanización y tiene un accidente de coche que la deja en coma. A partir de ahí, comienza realmente la película, momento en el que comienzan dos búsquedas paralelas y simultáneas. La de ella, por restablecer sus conexiones internas y resolver sus dudas emocionales para poder encontrar el camino de vuelta y salir del coma. Y la de Félix, resolviendo sus propios conflictos afectivos y perdonando a su mujer para poder traerla de vuelta.

En un primer momento, Tabernero maneja bien la duda de si lo que estamos viendo es imaginario o real, apunta bien el desconcierto y la extrañeza, conseguimos llegar a entrar en la alucinación, pero en seguida somos conscientes del engaño y la película pierde interés.

Los mejores momentos del film, en los que confundimos realidad e imaginación, vienen principalmente sostenidos por el personaje de Marta Etura -magnifica como siempre-, que lleva a cabo un personaje confuso, que tarda en explicarse y descubrirse, caótica, confusa y confundida. Muy creíble pese a que las líneas de acción de su personaje no están muy bien definidas, ella defiende con solvencia sus estados de ánimo cada vez más rayanos a la lisergia y la locura.

Eduardo Noriega, coguionista del largo, está menos conseguido, con un tono impostado y artificioso que solo logra mejorar a medida que su personaje está cada vez más desesperado e histriónico.

La realización es correcta, adecuada en sus recursos para mostrar la parte alucinógena de la trama. A medida que nos vamos introduciendo en la mente de la protagonista los planos son más aberrantes, los saltos de eje más frecuentes, el montaje de sonido magnificado y antinatural; mientras que el mundo real tiene una realización más formal. La fotografía también está muy conseguida con una luz prácticamente quemada, mostrando un paisaje desolador, adentrándonos en un desierto lleno de cosas pero yermo.

El uso de flashback para narrar su vida y su estado anterior al accidente me parece obvio e innecesario, porque cuenta de una manera nada sutil algo que ya sabíamos desde el principio. Ya nos percatamos en los primeros 30 segundos de metraje de que nos hallábamos ante una pareja que se había querido mucho pero que su amor estaba llegando a su fin. Por tanto, evidenciarlo de una manera tan burda hace desmerecer el conjunto.

Es, por otra parte, interesante la manera en la que los dos mundos se conectan, mediante llamadas, susurros y anillos. Del mismo modo, la deformación que el mundo real sufre en los pensamientos comatosos de Julia es muy propicia; ya que todos los engranajes de su vida tienen una versión esperpéntica y deformada en su imaginación, aunque cumpliendo los mismo patrones y roles.

Con todo, a medida que las piezas del calidoscopio van encajando nos vamos dando cuenta de que Julia no trata de recomponer sus conexiones neuronales -tal y como propone el médico-, sino decidir sobre su vida y lo que realmente quiere en ella, ya que hasta que no resuelva esas dudas es ella la que no quiere volver. La marcha del amante, dejándola tirada y su necesidad de encontrarle, muestra su incapacidad de decidir y de resistirse, aunque terminan siendo repetitivas las escenas en las que ella demuestra no poder alejarse de Marcus. Es adecuado al principio al emular el pensamiento repetitivo propio de las obsesiones, esos pensamientos taladrantes y convulsos; pero al no profundizar más en ello y no conseguir introducirte del todo en su delirio, acaba resultando simplemente reiterativo.

Marcus le ofrece una felicidad falsa, vacua, como el cartel de su bar, una felicidad de neón que ella acaba quemando y consiguiendo llegar a su final ,renunciando al otro camino que se abría ante ella. De ese modo, ambos personajes terminan encontrándose de nuevo, después de haber recorrido dos largos caminos diferentes hasta llegar al mismo punto.


Clara Santaolaya

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