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miércoles, 23 de octubre de 2013

Film Fest Gent: Crónica 3

El tercer día en Gante sigue ni más ni menos que lo esperado a rajatabla: Gravity y A touch of sin continúan su devenir festivalero sin despertar sobresaltos (especialmente entre un público que no parece sobresaltarse por nada a pesar de que mayoritariamente no debe de superar los 25), lo último de Paul Schrader -completamente a la orden del día-, y el descubrimiento a medias, la pseudo-india The lunchbox.


Medio india, medio estadounidense-francesa-alemana, The lunchbox cuenta una historia de amor contenido sutilmente dentro de una fiambrera en la India. Digo medio descubrimiento porque la primera mitad enamora, partiendo de la premisa de conquistar a un hombre a través de la comida que cada día recibe en la fiambrera errónea de una mujer desconocida que busca complacer a su marido por el estómago. Ese primer viaje de la fiambrera por las calles de Mumbai (Bombay) encandila de tal manera entre el trajín de personas y trenes, manos y carromatos, hasta llegar a ese encuentro casual que llevará al cruce de vías, que casi te hace olvidar los primeros planos de situación en la India, manidos y estereotipados. Sí, esos primeros minutos atrapan en el planteamiento de una historia de amor sólo a través de la palabra, que vaga en busca de su destino de tren en tren por toda la ciudad. Pero cuando esa premisa cautivadora, (que te lleva a cuestionarte si realmente en Mumbai las fiambreras viajan por un camino diferente a sus dueños y por qué no pueden llevarlas ellos mismos consigo), empieza a estirarse como el chicle, recuerdas esos primeros planos que muestran la devaluación incluso antes que la locomotora. La cara extremadamente familiar de Irrfan Khan (La vida de Pi, Slumdog Millionaire) sorprende en esta ópera prima que cuenta con el apoyo del Instituto de Sundance y que acaba adoptando algún que otro viejo vicio del cine occidental.

El viejo cine occidental es lo que parece añorar Schrader en su particular funeral al cine. Envuelto en una estética post moderna de viejas glorias (Lindsay Lohan), neón, carmín y lentejuelas, el guionista por excelencia de Scorsese mantiene la mirada atenta sobre unos personajes tan vacíos como el contenido último de The canyons; cuyo mensaje final hay que buscarlo, diluido entre los enredos sexuales de niños de papá que tratan de acceder al glamour de Hollywood a toda costa. El inicio vibrante con el que fijamente invita al espectador a entrar para más tarde hacerlo cómplice también de la caída del Séptimo Arte con mayúsculas (siempre y cuando lo entiendas desde la óptica de Hollywood), la estética adictiva que lleva al límite hoy en día (sin llegar al extremo de su compatriota Spring Breakers) y la fuerte reivindicación -únicamente expresada alto y claro en los créditos finales y el tráiler (y, admitámoslo, también en un breve pasaje de Lohan)-, no consiguen salvar de su propia tumba a este film que, de haber jugado bien la horterada interna de sus protagonistas podría haber llegado a algo más que deleite sensorial, que lo hay. Claro que para eso habría sido un detalle evitar el paso de Lindsay Lohan por la pantalla. Excesiva, pagada de sí misma y endiosada, la actriz se pasea por la película en un intento constante de seducir con un supuesto encanto que pudo ser pero que no llegó a, quizá elegida para representarse a sí misma, pero que malogradamente acaba eclipsando el mensaje con un halo de estrella acabada y hundida que en ocasiones produce hasta vergüenza ajena.

Afortunadamente, el cine no termina en Hollywood y Jia Zhangke demuestra con fuerza que el bello arte de contar historias con imagen y sonido está muy vivo. No así las víctimas de este intenso relato de venganza oriental que bien podría encontrarse entre las favoritas de la videoteca de Tarantino. Ilustración de la China tradicional pero a la vez pastiche contemporáneo, la mirada del director se pasea por la vida de varios personajes avocados a luchar contra sus injusticias particulares en la china profunda tan silenciosamente violenta en su represión de las libertades como lo es explícitamente la revancha de sus oprimidos. Una crítica absolutamente incisiva y acusadora a esa gran mayoría muda y consentidora que espera inmóvil el pasto que le da de comer el ganadero todopoderoso que sacrifica al que trata de saltar el cercado. Cadenas de trabajo en las peores condiciones y privación de posesiones, burdeles de lujo y prohibición de sentimientos, ignorancia y falta de aspiraciones, completan el retrato de la China comunista que Jia Zhangke combate a golpe sable, caricatura, movimiento espontáneo de cámara y travelling a lo cadena de producción, sonido chirriante y música folclórica. En definitiva, la perla asiática que auguraba San Sebastián.


Y para terminar dentro de lo vaticinado por el boca a boca, el Cuarón más comercial con producción de dimensiones espaciales. Construida a partir de una técnica verdaderamente impresionante, cuyos vacíos absorben con la misma angustia que provoca la falta de oxígeno, Gravity termina por no soportar el peso de la tensión de la nada inicialmente heroicamente bien sostenida y acaba dejándose arrastrar por la gravedad cero de la Fábrica de Sueños.

Sara Martínez Ruiz

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