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martes, 27 de marzo de 2012

Contraband

3/10
Contraband (USA-Reino Unido-Francia, 2012).
Dirección: Baltasar Kormákur.
Intérpretes: Mark Wahlberg, Ben Foster, Kate Beckinsale, Giovanni Ribisi, Lukas Haas.
Guión: Aaron Guzikowski, sobre la película Reykjavík-Rotterdam (escrtita por Arnaldur Indriðason y Óskar Jónasson)
Música original: Clinton Shorter.
Fotografía: Barry Ackroyd.
Montaje: Elísabet Ronaldsdóttir.
Idioma: Inglés.
Duración: 109 minutos.




Contrabando de ideas

Por más esfuerzos que hago, no consigo encontrar nada original en esta cinta de acción. Y no me refiero al hecho de que sea remake de una película islandesa, motivo ya más que suficiente para descartar su autenticidad. Si la analizamos por sí misma (no he tenido oportunidad de ver Reykjavík-Rotterdam), veremos un armazón utilizado infinidad de veces para dar cuerpo al thriller.

Contraband entra en esa nueva moda hollywoodiense de buscar en el norte de Europa directores que se encarguen del cine de acción. Y su problema no es tanto volver otra vez sobre los mismo códigos, sino que ese regreso sea una copia sin personalidad. Sirva como ejemplo, la premisa: turbio pasado que vuelve a un personaje que ya tiene su vida rehecha, y al que las circunstancias obligan. Pero Kormákur no es Nicolas Winding Refn. Ni siquiera David Cronenberg. Y la dicotomía entre presente y pasado queda en truco barato para empatizar con el espectador.
Luego, el film tiene todo un repertorio de lugares comunes. Golpes maestros, familia del héroe en peligro, villano psicópata, falso amigo más malvado aún... hasta un hispano histérico tiene cabida en esta acumulación de tópicos.

Quedando claro que estamos ante otro thriller más, podemos reconocer el buen pulso del director; aunque sin llegar al nivel de otro nórdico (Daniel Espinosa) que también ha debutado este año en Hollywood con una de acción sin pretensiones (El invitado). La película se viene definitivamente abajo con un desenlace entre lamentable y ridículo; que busca con desesperación la situación límite hasta el último segundo, forzando hasta el extremo los hechos y su dramatismo. Y es que alguna que otra secuencia de acción bien rodada es demasiado poco con lo que conformarse.

Manuel Barrero Iglesias



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