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martes, 7 de mayo de 2013

On the Road

5/10
On the Road (Francia-USA-Reino Unido-Brasil-Canadá, 2012).
Dirección: Walter Salles.
Intérpretes: Sam Riley, Garrett Hedlund, Kristen Stewart, Amy Adams, Tom Sturridge.
Guión: Jose Rivera, sobre la novela de Jack Kerouac.
Música original: Gustavo Santaolalla.
Fotografía: Eric Gautier.
Montaje: François Gédigier.
Idiomas: Inglés, francés.
Duración: 124 minutos.



Tenerlo o no tenerlo


El tiempo se detiene. Llena el espacio vacío con la sustancia de nuestras vidas, confesiones de sus entrañas, recuerdos de ideas, refundiciones de antiguos sonidos. Tiene que tocar cruzando puentes y volviendo, y lo hace con tan infinito sentimiento, con tan profunda exploración del alma a través del tema que todo el mundo sabe que lo que importa no es el tema sino LO que ha cogido”. Estas palabras pronunciadas por Dean Moriarty –es decir, Neal Cassady- en la novela 'En el camino' (Jack Kerouac) hacen referencia a un saxofonista al que él y Sal Paradise –seudónimo del propio Kerouac- acaban de ver actuar. Asimismo, son también un reflejo del espíritu y filosofía de vida de estos jóvenes, e incluso de lo que buscaba –y en parte logró- Kerouac al escribir su obra de culto, ahora adaptada al cine por el brasileño Walter Salles.

Salles ha adaptado la novela con mucha fidelidad y respeto. No en vano, él fue uno de tantos que se vieron marcados por la lectura de una obra que cobró aún mayor trascendencia en países –como el suyo- sometidos bajo el yugo de la dictadura. Su elección para adaptar la novela -cuyos derechos compró Francis Ford Coppola hace mucho tiempo, aunque hasta ahora no había encontrado el modo de adaptarla- parecía muy acertada. Por un lado, su mencionado conocimiento y admiración por el material original, pero sobre todo porque venía de realizar la notable Diarios de motocicleta (2004), otra road movie con algunas características similares.
Al igual que en la cinta sobre el joven “Che” Guevara, Salles ha contado con la música de Gustavo Santaolalla, la fotografía de Eric Gautier y el guion de José Rivera. La labor del primero -como es habitual en él- no pasa de ser una composición ambiental bastante discreta; pero la de Gautier -quien parece especializado en la fotografía de exteriores en películas de jóvenes que se lanzan a la aventura, como la propia Diarios de motocicleta o Hacia rutas salvajes- se convierte, junto a las fabulosas localizaciones, en uno de los principales logros de la película.

Si en Diarios de motocicleta Salles y Rivera supieron aproximarse a la figura del entonces médico Guevara y transmitir al espectador su carácter, pensamiento y proceso de maduración; no se puede decir que hayan alcanzado los mismos resultados en su retrato de la generación beat. A pesar de que, como dije, la adaptación a la novela es bastante fiel, nada de su espíritu se ha conservado. Es cierto que Salles inventa muy poco –aunque conviene destacar el mejor tratamiento de los personajes femeninos- y también que Garrett Hedlund posee cierto magnetismo y destaca en un reparto algo equivocado, pero ello no es suficiente. En la película, los “beat” quedan reducidos a los tópicos de siempre –jóvenes nihilistas que sólo piensan en alcohol, drogas y sexo-, cuando lo que se pretende es justamente lo contrario. No basta con reproducir las frases de Ginsberg, Burroughs -éste queda especialmente estereotipado-, Cassady o Kerouac mencionadas en la novela para entender sus motivaciones, de la misma manera que no es suficiente con incluir bebop en la banda sonora para lograr una cadencia jazzística como la que consiguió Kerouac.
Los creadores de On the road han caído en un error bastante recurrente: en su intención de ser lo más fieles posibles a la novela olvidan que una buena adaptación no consiste en “fotografiar” la obra literaria sino en captar la esencia de la misma. Aunque paradójico, a veces conviene alejarse del material original para ser realmente fiel al mismo, especialmente en una obra como ésta; de estilo impulsivo, de apariencia improvisada, de plena libertad literaria. La elección del director parecía acertada antes de ver la película, pero tras el visionado es lógico que uno piense en otros muchos nombres, en directores mucho más radicales. Al fin y al cabo, ya lo decía Moriarty, las obras grandes –hablemos de música, de cine, de pintura o de lo que queramos- lo son porque “LO” tienen. Consiguen algo tan difícil como es conectar emocionalmente con el público y de sorprenderlo aun cuando el tema en cuestión ya ha sido mil veces tratado. El saxofonista “LO” había cogido. Dean, según Sal, también “LO” tenía. Para los miles de admiradores -de diferentes generaciones- de 'Aullido' y 'En el camino', Ginsberg y Kerouac también. Salles, en su rutinaria, impersonal y repetitiva On the road, se ha quedado muy lejos de transmitir algo.

Jorge Marugán





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