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miércoles, 26 de diciembre de 2012

Matar a un ruiseñor

To Kill a Mockingbird (USA, 1962). Dirección: Robert Mulligan. IntérpretesGregory Peck, Mary Badham, Phillip Alford, Robert Duvall, John Megna, Fran Overton, Rose Evans. Guión: Horton Foote, sobre la novela de Harper Lee. Música original: Elmer Bernstein. Fotografía: Russell Harlan. Montaje: Aaron Stell. 



Matar a un ruiseñor es una de las películas más importantes de los años sesenta, a mí al menos no me cabe ninguna duda. Una cinta que consigue algo tan difícil como adaptar la maravillosa novela de Harper Lee, ganadora del premio Pulitzer en 1961, con un resultado más que satisfactorio. Complicada de adaptar porque se trata de una novela que narra la historia de una familia que vive en un pequeño pueblo de Alabama y en la que se mezcla la visión de los niños del mundo adulto con un drama acerca sobre el racismo.

Su productor, Alan J. Pakula, inicialmente, tuvo problemas para sacar adelante el proyecto debido a las dudas del guionista, Horton Foote, y del director, Robert Mulligan, acerca de la idoneidad del libro para ser trasladado a la pantalla. Concretamente Foote tenía dudas acerca de si podría hacerle justicia a la novela. El resultado final es espléndido, siendo premiado su guión con el Oscar al mejor guión adaptado.
Otro de los grandes aciertos de la película fue su excelente reparto, entre los que destacan unos niños que rebosan naturalidad y verdad en cada escena y un Gregory Peck que está casi sobrehumano en el papel que supuso la cima de su carrera y con el que ganó innumerables premios, entre los que hay que destacar el Oscar y el Globo de Oro.

Lo cierto es que recuerdo perfectamente cuando vi la película por primera vez. Yo debía tener 14 o 15 años y comenzaba a interesarme por el cine en blanco y negro. En su momento con lo que me quedé de la película fue con la dura historia de racismo, con ese abogado/padre coraje que tiene que defender a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca, lo cual hace que el pueblo se muestre hostil hacia él y su familia. Una historia dura y arriesgada para la época, que está basada en unos sucesos que tuvieron lugar en los años treinta en el pueblo natal de la escritora del libro.

Cuando muchos años después volví a ver la película, lo que más me llamó la atención es lo genial que está descrito el mundo infantil, y de cómo se va produciendo un cambio en esos niños; una cierta pérdida de la inocencia, un despertar al mundo adulto y a sus peligros. Una forma de representar a la infancia que me recuerda a la que hace Spielberg en algunas de sus películas, o recientemente J.J. Abrams en Super 8, películas que no digo que beban directamente de ella, pero que si que tienen ese paso de una infancia despreocupada a una más consciente de la realidad que le rodea.

Básicamente lo que hace tan grande a esta película es lo redonda que resulta, lo bien que están equilibrados todos sus elementos, lo concisa de su dirección, la genial adaptación de la novela, las sobresalientes interpretaciones, la capacidad que tiene para conectar con el espectador y permanecer en el recuerdo gracias a que trata temas universales sin resultar proselitista o echar mano de trucos fáciles.


David Sancho

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