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domingo, 16 de diciembre de 2012

La sombra de una duda

Shadow of a Doubt (EEUU, 1943). Dirección: Alfred Hitchcock. Intérpretes: Joseph Cotten, Teresa Wright, Macdonald Carey, Henry Travers, Patricia Collinge. Guión: Thornton Wilder, Sally Benson, Alma Reville; sobre el argumento de Gordon McDonnell. Música original: Dimitri Tiomkin. Fotografía: Joseph A. Valentine. Montaje: Milton Carruth.






La sombra de una duda es la segunda película que  Alfred Hitchcock rodó, tras Sabotaje, para la Universal, que tardó en contar con sus servicios 20 años más, una espera compensada nada menos que con el taquillazo de Los pájaros. Tras este éxito, continuó la colaboración entre la productora y el director con cinco obras más: Marnie la ladrona, Cortina rasgada, Topaz, Frenesí y La trama, siendo esta última la despedida del rey del suspense.

Las películas de Hitch para la Universal se alejan de producciones más suaves -no por ello menos brillantes- como 'Atrapa a un ladrón' o El hombre que sabía demasiado y dejan ver el lado oscuro de su creador; teniendo en cuenta el gusto de la mítica productora por lo tenebroso, no es de extrañar que diera vía libre a su perfil más morboso.

La sombra de una duda, sin llegar a la violencia  avícola de Los pájaros o sexual de Frenesí, presenta a un asesino en serie (tío Charlie) que para guardar su terrible secreto no duda en intentar acabar con la vida de su sobrina (llamada Charlie en su honor), quien, finalmente, lo arroja bajo un tren. Casi nada para una película de los años 40 en la que, no obstante, Hitchcock mantiene su fino sentido del humor (el juego de crímenes que mantienen el padre de Charlie con un vecino inoportuno) y una carga emotiva (la relación  entre tío Charlie y su hermana), al tiempo que rompe su axioma de no trabajar con niños, presentando a dos críos adorables, hermanos de la protagonista, que aportan un contrapunto cómico y tierno.

Teresa Wright está en la estela de las protagonistas atormentadas por Hitch (tanto en lo fílmico como en lo vital) en películas como Sospecha, Rebeca, Crimen perfecto y la propia Atormentada: amas de llaves trastornadas aparte, sufre por la amenaza velada del hombre amado (la pasión de sobrina por tío roza lo incestuoso) envuelta en un mar de dudas y enfrentándose a sus sentimientos.

No obstante, la duda del título se despeja a mitad de la historia ante la revelación de un detective y un anillo con un grabado acusador, y Charlie tendrá que luchar por confrontar la lealtad hacia su tío con el horror que le producen sus acciones y, sobre todo, su cinismo y jactancia. El psicópata, por su parte, liberado de la culpa de sus asesinatos, que han recaído en un inocente, trata de rehacer su vida en el apacible pueblo con su hermana y su familia, pero sin perder el instinto, ya que echa el ojo a una viuda adinerada, sus víctimas favoritas. Pese a la intención de Charlie de no revelar la terrible verdad, su tío decide sepultarla antes de marcharse con su presa, y, tras tres intentos, fallece en su pretensión. Eso sí, sólo sobrina y detective, que se enamoran, saben quién ha sido realmente el cruento tío Charlie, interpretado por un magnífico Joseph Cotten, quien, al contrario que Cary Grant en Sospecha,  deja ver con orgullo su vena malévola. Especialmente memorable es su discurso sobre las viudas adineradas, toda una declaración de principios.

Con diálogos chispeantes y actuales -bromas sobre los bancos y el Gobierno- y una visión moderna de la mujer representada por Charlie, La sombra de una duda es, además, un prodigio en la forma. La importancia de la música, de Dimitri Tiomkin (que también colaboró con Hitch en Crimen perfecto, Yo confieso y Extraños en un tren), casi siempre presente, subrayando acciones pero también estados de ánimo, y la evocación al pasado terrible del protagonista con el vals de 'La viuda alegre', que abre los títulos de crédito -también en imágenes-, es precedente de otros momentazos musicales del director. Vértigo, Con la muerte en los talones y, como no, Psicosis son películas que no se entenderían, o al menos perderían parte de su maestría, sin su banda sonora.

Una persecución rodada desde el aire en plano secuencia, precursor de ese magistral de una hora y media titulado La soga, el plano en picado de Charlie, observada por su tío desde la escalera, digno heredero de Rebeca, los primeros planos de los inmensos Wright y Cotten y el uso del travelling se salen del convencionalismo, como no puede ser de otra manera con el rey del suspense, y aportan más frescura (si cabe) a esta producción.

En definitiva, La sombra de una duda es una de las tantas demostraciones del genio de Alfred Hitchcock, quien puede presumir de tener en su filmografía un puñado de obras maestras y de que sus creaciones menos nombradas o conocidas, como la que nos ocupa, sean auténticas joyas del séptimo arte.


Isabella Della Sicilia

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