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viernes, 30 de octubre de 2015

Críticas: The Propaganda Game

7/10
The Propaganda Game (España, 2015). 
Dirección y guión: Álvaro Longoria.
Música original: Fernando Velázquez. 
Fotografía: Diego Dussuel, Rita Noriega.
Montaje: Álex Márquez, Victoria Lammers.
Idioma: Inglés.
Duración: 97 minutos.


Propaganda vs. información

Por Luis López

Un estado no solo se apoya en sus estructuras. Las emociones tienen mucho que añadir a la construcción que llamamos país. Las creencias de un pueblo necesitan de la asunción por parte de sus ciudadanos de lo que es verdad y qué símbolos son precisos para mantenerla. Su ideología se apoya en mitos que articulan el relato histórico. Esta ficción compartida necesita protagonistas, líderes mediáticos que seduzcan al pueblo. Un caso singular es Corea del Norte y la dinastía hereditaria de los Kim.

The Propaganda Game es un viaje a esta república situada al norte del paralelo 38 que suscita más preguntas que respuestas. Este hermético país abre por primera vez sus puertas a un equipo de filmación dirigido por Álvaro Longoria (Hijos de las nubes, la última colonia ganador del Goya en 2013). El largometraje documental se adentra en el último bastión comunista de la mano de otro español, Alejandro Cao de Benós, único funcionario extranjero que trabaja en el país. Alejandro ejerce como cicerone en un viaje tan programado por las autoridades asiáticas como uno del imserso a Benidorm, pero no por ello deja de tener su encanto.

El relato histórico norcoreano tiene un marcado carácter paternalista. La figura del amado líder (imposible no acordarse de The Simpsons) es omnipresente y se le trata como a una divinidad. Pero, ¿es mejor nuestro relato judeocristiano que el suyo? Ambos hablan de amor en primer término. Y si Jesús tenía la ira de Dios a su disposición, Kim Jong-un desafía al mundo con la amenaza atómica. Los dos relatos tienen una mano tendida mientras la otra cierra el puño como un arma. La sensibilidad del ser humano es similar en cualquiera latitud, si bien es cierto que apelar a emociones tan básicas como el amor y el miedo garantiza un óptimo resultado.
La expansiva globalización castiga al disidente que no compra una vuelta al tiovivo (embargos, sanciones, condena internacional, etc.). Lo mismo hacen ellos con sus traidores (imaginen las capitales consecuencias). Sin embargo podemos preguntar a Cuba o Venezuela qué tal se vive en aislamiento del exterior. Cuando el riesgo a una invasión es tangible y además proviene de un país tan belicoso como EE.UU., ¿no es lícito tomar las medidas defensivas a tu alcance contra esta amenaza?

The Propaganda Game aborda ésta y otras cuestiones de una manera sencilla que no simple. Abriendo las fronteras para la reflexión del espectador sobre el relato único, sobre los intereses encontrados de las potencias internacionales- EE.UU., China, Rusia y Corea del Sur- en este terruño asiático, tan indómito como esa aldea de irreductibles galos, que se rige por sus propias reglas sin apenas contacto internacional.

Nuestro mecanismo intelectual nos empuja a pensar que en occidente tenemos libertades individuales y derechos que nos sitúan en un plano preferente sobre este tipo de repúblicas. Cierta superioridad moral viene a decirnos que nuestro sistema funciona porque ofrece garantías constitucionales que nos amparan. Es cierto que las diferencias entre ambos horizontes son enormes, pero ¿el sistema occidental nos hace mejores o simplemente nos vende que lo somos? 



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