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sábado, 31 de octubre de 2015

Entrevistas: Álvaro Longoria

"Cuando el Gobierno de Corea del Norte manda ejecutar al tío del líder del país, la noticia no debe ser si lo han ejecutado en un pelotón de fusilamiento o si se lo han comido trescientos perros. Lo que debería ser noticia es el porqué."


Álvaro Longoria (Santander, 1968) es un cineasta español que ha producido, entre otros largometrajes, el díptico sobre el Che Guevara dirigido por Benicio del Toro (Che: El Argentino y Che: Guerrilla), Habitación en Roma de Julio Medem o la película colectiva Siete días en La Habana. Sin embargo, su trayectoria en el cine va estrechamente ligada al cine documental: trabajó como productor en proyectos de Oliver Stone, Carlos Saura o Manuel Martín Cuenca. Su primer trabajo como director, Hijos de las nubes, la última colonia (2012), ganó el premio Goya al Mejor documental. The Propaganda Game es el segundo documental que dirige.

Tierra Filme pudo entrevistar a Álvaro Longoria durante la pasada edición del Festival de Cine de San Sebastián a propósito de su nuevo trabajo. Álvaro se mostró abierto y agradable desde el inicio, y fue un auténtico placer hablar con él sobre la situación en Corea del Norte, la figura de Alejandro Cao de Benós, los peligros de la manipulación y la propaganda, el estado del periodismo y el papel que debe jugar el documental como espacio de reflexión y reposo en una sociedad saturada de información.   




Por Sergio Diez
Fotos: Betta Pictures, Festival de San Sebastián

1.- ¿De dónde nace tu interés por este proyecto?

A mí siempre me han interesado mucho los documentales políticos. Mi carrera como documentalista siempre ha ido ligada a la política internacional. Mi experiencia con los documentales de Oliver Stone nos llevó en su día a intentar hacer un proyecto sobre el líder de Corea del Norte, que por entonces era Kim Jong-il. Ahí empecé a estar interesado. Mandaba cartas a las Naciones Unidas y me las devolvieron sin abrir. También a la embajada de Corea. Corea era ya entonces un país que me interesaba muchísimo, lo que pasa es que cuando ves que se convierte en una misión, te llama más la atención.

Yo estuve durante mucho tiempo intentando grabar allí. Fracasé totalmente, fue alucinante. (Risas). Porque intentamos grabar en otros países complicados, por ejemplo la Libia de Gadafi o el Irak de Sadam Husein, y al menos conseguías comunicar con ellos, aunque al final no se grabara. En Corea eso era imposible. Y de repente un día leí un artículo sobre Alejandro Cao (de Benós): “El único extranjero que trabaja para el Gobierno de Corea del Norte”. Y decidí mandarle un mensaje por Facebook. ¡Me contestó a las dos horas! Y yo pensaba: “Vaya, es posible”.

2.- Es curioso, uno de los países más herméticos del mundo, y sin embargo…

Pero eso es porque Alejandro vive aquí, en España. Bueno, allí y aquí, viene y va, pero no habla coreano.

3.- Esa es uno de los aspectos que te quería comentar, porque yo esto lo he conocido gracias a tu película. Creo que mucha gente piensa, sin conocer a fondo al personaje, que él está perfectamente integrado. Y sorprende mucho ver cómo habla inglés con los norcoreanos, o se comunica con un traductor.

Ayer, en el Zabaltegi (una de las secciones del Festival de San Sebastián), pusieron una película de Corea del Sur, y cuando vieron a Alejandro… Porque claro, si para nosotros este es un tema fascinante, imagínate para los coreanos del sur: todo lo relacionado con Corea del Norte les genera muchísimo interés. Pues estos hombres se fueron directamente a hablar con él y allí estuvieron un buen rato. Y yo pensaba: es que no se dan cuenta de que no entiende lo que le están diciendo. Le soltaron una parrafada, y él les decía tres o cuatro frases. Y luego ya les explicó: “No, es que yo hablo muy poco”. Pero claro, parece que sí sabe.
4.- ¿Y fue después de conocer a Alejandro cuando decides incluirlo como un personaje con un cierto peso en tu película?

Tú has visto a Alejandro: es el sueño de un documentalista. Y de hecho al principio parece mucho mejor personaje de lo que luego resulta, porque al ser un personaje que no tiene evolución, es muy limitado. Alejandro es lo que es, y no cambia. De hecho, yo en la película hago todo un esfuerzo para proteger al personaje al principio, y luego desprotegerlo un poco. Porque claro, si no me lo cargaba en dos minutos.

5.- Sí, ese cambio o desprotección se ve muy bien en la secuencia del colegio.

Cuando grabamos en el colegio, yo es que no podía creerme lo que oía. Pensaba: “¿De verdad que (Alejandro) les ha dicho eso a los niños?”. (Risas).

6.- ¿Qué tal la experiencia de estar en el Festival de San Sebastián dando entrevistas con Alejandro (Cao de Benós)?

Pues es quizá el momento más incómodo de todos, porque yo no opino como él en absoluto. No es fácil hablar libremente sobre él con él al lado. (Risas).

7.- ¿Es una cuestión de respeto mutuo?

Sí, ha estado desde el principio y creo que se ha mantenido. Eso explica, en mi opinión, que haya venido tan alegremente al festival, porque desde un principio nos dijimos: “Hasta aquí llego yo. Estas son mis reglas”. Los dos pusimos todas nuestras normas encima de la mesa antes de que yo viajara a Corea, y por eso luego no ha habido sorpresas. No es que él me diga: “¿Cómo pones eso?”.


8.- Eso te iba a preguntar: ¿cómo ha recibido él la película?

Él sabía perfectamente lo que se iba a encontrar. Antes de ir a Corea del Norte sí que tengo un momento en el que me digo: existe un riesgo para mi integridad. O eso es lo que piensas. Porque dices: “¿Si les pongo a parir? Si yo voy ahí a hacer algo muy guay y luego les traiciono, ¿qué me va a pasar?”. Porque en las historias de terror te puede pasar cualquier cosa.

Entonces yo lo que hago es decir muy claramente: “Esto es lo que quiero hacer. Y si no te parece bien, no grabo la película”. Por ejemplo: “Voy a hablar con Amnistía Internacional. Y si no os gusta, no hacemos el documental. Ya está, no pasa nada. Pero yo tengo que tener la opción de hablar con Amnistía Internacional, aunque vosotros penséis que es la CIA. Si piensas que es la CIA lo dices ante la cámara, no pasa nada, pero yo voy a hablar con ellos”. Cuando dejas las reglas tan claras y conseguir que aún así te den permiso para ir a rodar, luego ya no te pueden decir nada.

9.- Para el momento en el que pedís los permisos, y os permiten grabar en Corea del Norte, ¿tú ya tenías la idea de utilizar imágenes de archivo en tu pieza?

Yo soy bastante optimista, y al principio pensaba que sí que iba a poder ir allí a ver un poco la verdad, a conocer cómo viven en Corea. Además, yo había leído muchísimos libros: te podría contar qué es lo que hace, teóricamente, un norcoreano desde por la mañana hasta por la noche. Pensaba que a poder ilustrar eso en mi película.

Pero enseguida, incluso antes de viajar a Corea, noté las presiones y la tensión que esto genera. Me di cuenta de que era imposible enseñar la verdad, y que sin embargo era alucinante lo fácil que era manipular la información. De hecho, a mí es que me estaban manipulando todo el rato. Yo iba como una pelota de ping-pong: primero me daban unos, luego me daban los otros. (Risas).

Estuve en China una semana antes rodando también, y allí alucinaban porque la visión que tenemos nosotros de Corea del Norte y la visión que de ellos se tiene en China no tienen nada que ver. Al grabar en Corea, la gente de allí te transmite otra visión de su propio país distinta a la que tú traías. Y por último, al salir de Corea del Norte, y hablar con personas que conocen el país, te da otra nueva perspectiva totalmente distinta. Y te planteas lo fácil que es manipular.


10.- Creo que ahí radica el mayor interés de la película. Muchos espectadores esperan un buen trabajo, pero que se limite a analizar la propaganda que hay dentro del propio régimen de Corea. Pero esa reflexión sobre cómo nosotros también nos dejamos llevar por rumores al haber un desconocimiento sobre ese país es muy interesante. ¿Esa idea estaba desde el principio o surgió conforme avanzaba el proyecto?

Sí, estaba desde el principio. Lo tenía clarísimo. De hecho, tenía mucho más clara la parte de la propaganda de fuera de Corea del Norte que la de dentro. Tú eres periodista y sabes que el titular de lo que publiques marca la lectura de aquellos que sigan tu trabajo. De hecho, el 99,9% de los lectores lean tu titular y, por ejemplo, el resumen. Es una presión constante que tenéis los periodistas, y de hecho me hubiese gustado profundizar un poco más sobre la presión que hay en las redacciones de los periódicos, por ejemplo, para sacar la noticia grotesca. Porque claro, los periodistas son periodistas: ellos saben lo que están haciendo. La audiencia quizá no, puede que el público no sea tan consciente. Pero cuando el Gobierno de Corea del Norte manda ejecutar al tío del líder del país, la noticia no debe ser si lo han ejecutado en un pelotón de fusilamiento o si se lo han comido trescientos perros. Lo que debería ser noticia es el porqué.

A mí me parece que la idea más interesante no es si lo que sabemos de Corea del Norte es verdad o mentira, sino que la gente cada día es más vaga mental. Nos estamos convirtiendo en un país de estúpidos integrales, donde la gente no lee, no se informa y se limita a asumir los titulares como verdades absolutas. Cualquiera puede sacar una verdad absoluta, y eso es muy peligroso.

11.- ¿Y en algún momento te dio miedo al irte a grabar allí por saber que te iban a marcar continuamente el recorrido y demás? ¿Temías que las imágenes se limitaran a mostrar aquello que ellos querían que vieras?

Bueno, yo sabía que me iban a marcar el recorrido, y de hecho, las imágenes se limitan a mostrar lo que ellos querían que viera. (Risas).

12.- Sí, probablemente. Pero como espectador, tenía la sensación de ver imágenes sobre Corea que los demás reportajes no habían mostrado.

Yo pasé allí diez días. Los tres primeros días la hostilidad hacia mí por parte de los norcoreanos fue brutal. Luego ya poco a poco se fue relajando, gracias también a la labor de Alejandro, que decía: “Tenéis que confiar. No es un periodista”. Porque, claro, ellos a los periodistas les tienen pánico. Y poco a poco se fueron relajando, me fueron abriendo un poco más el itinerario, flexibilizándolo un poco más. A mí lo único que verdaderamente me daba miedo era que me quitasen las imágenes, porque era un riesgo real. De hecho yo he visto cómo quitaban imágenes a gente que ha estado allí por haber hecho fotos, digamos “no aceptables”, y a uno de los que se alojaban en nuestro hotel le quitaron el disco duro del ordenador.

Sin embargo, a mí no me limitaban tanto a la hora de decir “no puedes rodar esto”. Yo grababa prácticamente todo el rato: llevaba unas Go-Pros que se ven al final. Creo que es todo como una pose, una forma de inspirar ese miedo y respeto que genera Corea del Norte. Conmigo ahora eso ha cambiado un poco, porque tengo más relación con ellos, entiendo más cómo piensan. Pero al principio te asustaba.

13.- ¿Viajaste allí con la idea de capturar todo lo que pudieras y luego darle forma con las entrevistas grabadas?

Sí, lo tenía muy claro. De hecho algunas de las entrevistas estaban grabadas antes de viajar a Corea del Norte. Yo intento siempre entrevistar a muchísima gente para disponer de toda la información posible. Estuve una semana en China grabando encuentros con expertos en confucionismo, historiadores, periodistas, profesores de economía… Soy economista de formación, y siempre pienso en la expresión aquella que dice “It’s the economy, stupid”. (Risas). Al final es la economía, porque el sistema que tienen montado no existiría si no tuvieran una frontera abierta con China donde entra y sale comida, dinero… Si cierran la frontera, eso no duraría ni un mes.

14.- ¿Crees que Corea va a iniciar pronto un proceso de apertura o que realmente le va a costar mucho?

Yo creo que le va a costar todavía. Pero llevan sesenta y tantos años con un régimen que prácticamente no ha cambiado nada. Han pasado una crisis muy gorda en los años noventa que lo lógico es que hubiese hecho caer al régimen, como pasó en todos los demás países comunistas. Es el único que ha aguantado: los demás han caído. Ya no queda ni Cuba. Creo que al final tienen que cambiar porque la situación ya es insostenible para ellos. No creo que se pueda aguantar mucho más. Quizá diez o veinte años, pero no más. Porque a todo el mundo le interesa este contexto ahora, pero no creo que siga interesando dentro de unos años.

Ojalá el futuro consista en una transición hacia un sistema mejor, y no en un colapso del sistema, que para mí es el peor de los contextos posibles. Eso a nadie le interesa, y se ha demostrado, como hemos podido ver en los colapsos de Irak y de Libia, en lo que han acabado: una hecatombe total. Nadie quiere eso. Y sobre todo con armas nucleares de por medio. Creo que esa transición se dará poco a poco. Los norcoreanos están deseando que los norteamericanos les hagan caso. Desearían firmar la paz, porque ahora mismo no la hay, las dos Coreas siguen en alto al fuego. Creo que desearían que los norteamericanos les hablen de tú a tú. El día que los norteamericanos quieran, esto cambiará, estoy seguro. Es una cuestión de deseo y de interés.

15.- ¿Cómo ha sido el proceso de montaje? ¿Las entrevistas eran largas? ¿Buscaste dar cabida a todas las voces?

Sí, sí. Yo soy muy pesado. (Risas). Tengo muchísimo material. Yo no puedo hacer una entrevista en menos de una hora, soy incapaz. Porque cuando tengo a alguien que sabe más que yo, quiero obtener de él toda la información que pueda. A lo mejor luego no lo voy a montar, pero por eso queda ahí y me sirve. 

16.- ¿Te costó dar forma a la película?

Sí me costó. Por ejemplo, mi participación o inclusión como personaje, no la tenía clara. A mí no me gusta aparecer, no disfruto del protagonismo. Pero me di cuenta en el rodaje, gracias también al equipo. Especialmente gracias a una de las cámaras que venía conmigo, que insistía mucho en que teníamos que hacer un diario grabado, que luego quizá nos serviría para el montaje. Lo hicimos y la verdad es que funciona, porque si no, no habríamos podido reflexionar y habríamos perdido las sensaciones que surgen en esos momentos. Al final esto es una road-movie en la que el espectador va conmigo. Es fundamental tenerme de referencia. Pero al inicio de la película no tenía muy claro esto.
 
17.- ¿Tienes una lucha constante por recoger en tus películas el tema internacional del momento?

Sí, pero también creo que un documental sobre eventos de la más inmediata actualidad, de algo que está muy presente en las noticias, es una mala idea. Pongamos un ejemplo que nos sirva en este momento: el de los refugiados sirios. Ahora mismo hay un colapso total de información sobre los refugiados. Si tú sacas un reportaje ahora sobre ese tema, nadie lo va a leer porque la gente se cree que ya tiene toda la información que necesita. Dentro de dos años, o incluso de dos semanas, el análisis más profundo, más pausado y meditado sí que se debe dar, se dará seguro. Pero cuando está todo en las noticias es muy difícil.

Creo que, en cambio, esta no creo que sea una película que vaya a pasar de moda, porque al final este tema siempre va a estar ahí. Esto es una realidad que existe y que, a lo mejor, dentro de veinte o de cincuenta años habrá cambiado, pero seguirá siendo interesante mirar hacia atrás y decir: “Corea del Norte era así, la información en ese momento era así”. Ojalá yo pudiese ver ahora mismo cómo era la URSS en los años cincuenta. Me encantaría. Lo seguiría viendo con avidez.

Los documentales históricos son alucinantes. De hecho tengo uno que me sirvió de referencia que se llama Berlín. Sinfonía de una ciudad, dirigida por Walter Ruttman en el año 1927, que es un retrato de Berlín en ese año y una maravilla de película. Hoy lo ves y alucinas todavía, aunque la ciudad de ahora no tenga nada que la que el film nos muestra.  

18.- ¿Qué importancia crees que tiene hoy en día el documental político? Sobre todo, en relación a nuestro país. ¿Crees que estamos un poco dormidos en este campo?

Sí, creo que corremos un riesgo como sociedad de que predomine la vagancia intelectual, y la gente tiende a no pensar mucho. Creo que es importante que la gente reflexione sobre las cosas y que pueda hacer una libre elección tu destino, en base a una información que sea lo más completa posible. Si te limitas a creer en todo lo que te cuentan, estás cayendo en la propaganda. Y eso es justo la esencia de la película: recordar a la gente que solo puede mantener su libertad si la ejerce.

19.- ¿Cómo crees que está el sector del cine documental en este momento en cuanto a realización y distribución de proyectos?

El documental es un género que siempre va a ser minoritario. Aún así, hay una fascinación por los documentales que quizá no es masiva, pero que sí conecta con una parte de la gente de todo el mundo que quiere profundizar y analizar las cosas. Esa es la importancia de los documentales: que te expliquen bien un tema, sea cual sea, o que puedas aprender sobre algo, tener más información al final del visionado que te permita incluso a opinar diferente.


Tengo la sensación de que el documental ha llenado un hueco que quizá antes se completaba con la lectura de libros y con periodismo impreso. Ahora la gente cada vez lee más rápido, hay demasiada información, recibimos un número enorme de noticias al día, no te da tiempo a leerlas todas… Y sin embargo, si decides “voy a ver un documental”, sabes que te vas a meter de verdad en algo. Espero que cuando la gente salga de ver mi película sientan que saben mucho más de lo que sabían antes, no solo de Corea del Norte sino de cómo funcionan los medios de comunicación y cómo se manipula la información.

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