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martes, 5 de junio de 2012

Barry Sonnefeld: Cómo conquistar Hollywood haciendo el ridículo

Cuando escogí a Barry Sonnenfeld para escribir sobre él un artículo en vez de tipos muchos más populares como Josh Brolin o, sobre todo, Tommy Lee Jones; fue debido a que me parecía un tipo tan interesante como ellos, solo que por motivos absolutamente opuestos. Mientras que los nombrados anteriormente tienen en su filmografía títulos de mucho nivel y han ido consolidando su carrera con el paso del tiempo, el bueno de Barry decidió abandonar una exitosa carrera como director de fotografía para convertirse en uno de los más lamentables directores de cine de los últimos años.

En sus inicios ejerció esta labor de las tres primeras películas de los hermanos Coen, cosa seria. Sangre fácil, Arizona baby y Muerte entre las flores no son ninguna tontería. Pero además tuvo otras pequeñas joyas en su haber como Big, Cuando Harry encontró a Sally o Misery. Vamos, que era uno de los que prometían.

Se ve que el tipo se creció y quiso ir por libre, encargarse de sus propios proyectos y dejar su sello en productos de mayor nivel. Lo cierto es que comenzó fuerte, ya que La familia Addams puede que sea hasta ahora lo mejor de su filmografía, incluso siendo una película simplemente correcta. El éxito en taquilla le dio el espaldarazo y Sonnenfeld probó con una película de menor tamaño donde poder seguir desarrollando un estilo narrativo propio. Conserje a su medida fue su segundo proyecto como director, una comedia mediocre y tontorrona que sólo generó interés por tener al popular Michael J. Fox como protagonista.

Cuando le ofrecieron dirigir la secuela de La familia Addams no lo dudó y ojalá lo hubiese hecho; ya que no solo no tuvo ningún éxito en taquilla, sino que el resultado artístico fue horrible.

Posteriormente se embarcó en otro proyecto sin efectos especiales y con un gran reparto. Cómo conquistar Hollywood tuvo críticas relativamente positivas y hasta se permitió el lujo de presentarla al Festival de Berlín, donde obviamente fue ignorada.

Para su quinto proyecto como director acepto la petición de Spielberg de dirigir la adaptación del Comic de Lowell Cunningham, Men in Black, con la cual recobró su idilio con el gran público a la vez que volvía a hacer una película considerada por lo menos como decente por la crítica. También da la impresión de que este exitazo le quitó de la cabeza la triste idea de triunfar como verdadero director de cine y aceptó su papel como mero coordinador de espectáculos de gran presupuesto y escasas pretensiones narrativas.

El estilo Sonnenfeld se vio sublimado en su siguiente proyecto. Wild Wild West era ciencia ficción de chichinabo con efectos especiales espectaculares y menos calidad cinematográfica que la peor película de Uwe Boll, pero aun así el público volvía a darle su apoyo y resultó otro éxito de taquilla. Estaba en la cresta de la ola.

En el año 2002 dirigió la secuela de Men in Black, obteniendo su mayor éxito de taquilla hasta la fecha. Una película abominable más y otro exitazo en taquilla, parecía que nada le podía salir mal.

Pero Sonnenfeld es un tipo al que le gusta sorprender y decidió volver a jugársela. Para El gran lío volvió a contar simplemente con un reparto repleto de caras conocidas, un guión típico de comedia de enredo criminal y su habilidad como director. La cosa fue mal otra vez y las críticas negativas se unieron esta vez al desinterés del público. Quiero creer que esta vez aprendió que a la gente le importa un pepino si la película la ha dirigido el o un caniche, y que cuando dirige grandes proyectos la gente acude a las salas de cine por inercia, pero que cuando se pone en plan personal, a nadie le importa un bledo.


Tras este fiasco estuvo vagando por la televisión en películas de medio pelo masacradas por la crítica y pilotos que nunca vieron la luz, salvo el de la serie Criando malvas, seriucha con la que consiguió ganar un Emmy… ¡eso lo gana cualquiera! Con sólo dos temporadas y 22 episodios, la serie fue cancelada.

Tras unos cuantos años más sin molestar a nadie, Sonnenfeld vuelve para ponerse tras la cámara en la tercera entrega de Men in Black, de la cual me encantaría poder decir que es una película espantosa, pero contra todo pronóstico, y aun siendo una película profundamente mediocre y con el sello de su director, me entretuvo bastante.

Por lo tanto estamos ante un director ya especializado en cintas de acción para todos los públicos, películas llenas de efectos especiales que captan a su público con el tráiler y que lo pierde en los primeros diez minutos de proyección. Un tipo al que no le veo margen de mejora más allá de una retirada a tiempo y vuelta a la dirección de fotografía para ser, otra vez, mero comparsa de verdaderos talentos en esto del cine.


David Sancho

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