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jueves, 10 de septiembre de 2015

Críticas: ma ma

8/10
ma ma (España, 2015).
Dirección y guión: Julio Medem.
Intérpretes: Penélope Cruz, Luis Tosar, Asier Etxeandia, Teo Planell, Silvia Abascal.
Música original: Alberto Iglesias
Fotografía: Kiko de la Rica. 
Montaje: Iván Aledo, Julio Medem.
Idioma: Español.
Duración: 111 minutos.


Reconciliación con la vida

Por Sergio Diez

Una niña rubia pasea sola por el hielo. Mientras, un ginecólogo palpa los pechos de Magda (Penélope Cruz), una mujer a la que se han detectado unos bultos que podrían ser tumores. Magda es profesora, aunque acaba de perder su empleo. Vive entregada a su hijo, un chico de unos diez o doce años que quiere ser futbolista. Su marido, profesor de filosofía en la universidad, ha decidido marcharse de viaje con una de sus alumnas. Sin embargo, el paro o el abandono por una mujer más joven no son más que el contexto del verdadero tema de la película: una lucha vitalista por sobreponerse a una dramática enfermedad. El título hace referencia a los dos aspectos de mayor importancia en la vida de Magda en los momentos que nos muestra la película: su condición de madre y su amor incondicional hacia su hijo, por un lado; pero también la presencia de un cáncer que poco a poco la desgasta físicamente. 

ma ma (2015), el noveno largometraje de Julio Medem, cuenta con unas interpretaciones imponentes de sus tres protagonistas. Penélope Cruz está soberbia en uno de los trabajos más logrados de toda su carrera, y consigue que uno se olvide de su condición de Penélope-actriz-estrella para ver en ella solo a Magda, una mujer de una gran espontaneidad, sincera y directa, luminosa y entregada. Luis Tosar compone un personaje muy completo, tocado por la desgracia, que se apoya en Magda para aliviar su dolor. Asier Etxeandia interpreta a un ginecólogo que, mientras cree ayudar a su paciente, descubre que tiene mucho que aprender de ella. 
El film retoma algunas de las señas e inquietudes más recurrentes en el cine de Medem: la presencia de paisajes helados; el frío como muerte; la presencia de una enfermedad que, paradójicamente, hace que quien la sufre dé lo mejor de sí mismo y reivindique su lugar en el mundo. ma ma está dotada de una sensibilidad muy especial y de una gran belleza. Tiene además un interesante montaje, firmado por Medem y por Iván Aledo, muy dinámico en los momentos de mayor acción, pues introduce anticipaciones y construye líneas temporales que discurren alternándose; mientras que en los momentos de mayor dramatismo deja respirar las secuencias al ritmo que estas necesitan. La película cuenta con una hermosa banda sonora a cargo de Alberto Iglesias que envuelve suavemente este cuento lleno de poesía. Destaca una secuencia de sexo rodada como nunca antes la habíamos visto: un solo plano de gran belleza de un corazón latiendo, que condensa el amor en una imagen que se deja leer en clave materialista y espiritual al mismo tiempo. 

Recomiendo acercarse a la nueva película de Medem con la mirada limpia, de forma desprejuiciada. Es quizá este el momento de superar polémicas pasadas y de poner en su sitio unas obras recientes que pueden gustarnos más o menos, pero que no representan en cualquier caso el conjunto de su filmografía. De empezar a pensar que la carrera de un cineasta, como la Historia, no se debe interpretar solo de forma lineal, en clave de progreso o retroceso, ascendente o descendente, sino que cada película (como cada acontecimiento histórico) es un punto interconectado con otros muchos, fruto de un conjunto de intereses, de pulsiones y de un contexto determinado, y que el conjunto de estos puntos no siguen una dirección evidente ni irreversible. Quizá desde esta perspectiva podamos ser más justos con uno de los directores más valientes, inquietos y poéticos de los últimos veinte años. 
Una de las críticas que probablemente más se utilicen en contra de la película es la acusación de un cierto buenismo, que siempre conlleva una simplificación de la realidad para potenciar, de forma ingenua, solo sus aspectos positivos. Creo que en ma ma no sucede así: el tratamiento que Medem hace de la enfermedad a través de Magda no puede ser considerado simple, pues nos muestra sin complejos algunos momentos de dolorosa soledad de aquel que empieza a asumir que, en el caso de que todo vaya mal, podrá vivir rodeada de seres queridos pero habrá de morir solo (como todos nosotros). También está muy presente el miedo a no reconocerse en el espejo, a la pérdida de partes fundamentales en el reconocimiento de nuestro cuerpo, el temor a que ese organismo que se marchita desdibuje nuestra propia identidad.

Algunos dirán que esta película es tan solo un vehículo de lucimiento para Penélope Cruz. Ante este argumento, solo tengo que decir que poco me importa el motivo por el que se hace una película, pues como espectador (y como crítico) solo me interesa si esta es buena o no. Es evidente que esta es una película que permite un brillante lucimiento a su actriz principal, pero eso no quita que me parezca un film lleno de virtudes, muy distinto a otros que permita un gran lucimiento a su intérprete pero a costa de una historia o de una puesta en escena vacía, torpe o directamente manipuladora.  

Otro de los argumentos que se utilizarán para criticar la película es el de una cierta sensiblería. Puedo reconocer cierta verdad en este punto, sobre todo en lo relativo a unas canciones interpretadas por los personajes (concretamente, por el ginecólogo interpretado por  Etxeandia) que oscilan entre la emotividad y la vergüenza ajena. Pero creo que en este caso eso solo refuerza una de las cualidades que más admiro en el nuevo film de Medem: su sinceridad y su valentía al exponer su personal manera de sentir esta historia, de ponernos delante una emoción desnuda sin preocuparse por el cinismo de unos espectadores de vuelta de todo. 

Es esta una película que anima a aprovechar la vida a pesar de su fugacidad (o precisamente por ello). Una oda al contacto con el otro, a la entrega a los demás a pesar de nuestras diferencias. La bondad y el amor como único remedio de unir a la España futbolera con la que no disfruta de este deporte; a la España católica con la atea o agnóstica. Un entendimiento que solo puede partir de la tolerancia y del respeto al otro, aunque para ello haya que cicatrizar las heridas del pasado (que quizá nunca se han llegado a curar del todo). 

Vivimos en una sociedad que cada vez convive peor con la muerte, y nos enfrentamos a nuestros miedos mirando para otro lado, dándoles la espalda. De ma ma se puede cuestionar que haya situado esta historia en un contexto socioeconómico alto, claro. Pero Medem apela a la idea de que existe una parte de nuestra (in)felicidad que depende directamente de nuestra actitud y de nosotros. ma ma es un film hermoso e ingenuo, valiente y emotivo. También conservador y algo complaciente en el papel que otorga a la familia y a la maternidad como origen de sentido. (Pero no olvidemos que Magda siempre preferirá estar sola a mal acompañada). Ella encuentra su camino, nosotros deberemos encontrar el nuestro. Pura catarsis colectiva, un intento de reconciliarnos con la vida y con nosotros mismos, que nos hará volver a casa con las mismas dudas y miedos, pero con el deseo de ser unas personas mejores y de disfrutar con aquellos que más nos importan.


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