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sábado, 19 de septiembre de 2015

Crónicas: San Sebastián 2015 (I)

Por Sergio Diez


Hacia las diez de la mañana, toda la prensa se agrupaba en torno al Kursaal 1 para asistir al primer de pase de Regression, el nuevo film de Alejandro Amenábar que inauguraba este año, fuera de concurso, la Sección Oficial del Festival de Cine de San Sebastián. Después de seis años sin presentar un nuevo largometraje, existía una cierta expectación ante el regreso del realizador a un terreno en el que en otras ocasiones se ha manejado con una gran soltura: el thriller con tintes de terror, en este caso vinculado al temor a los grupos satánicos en la Minnesota de 1990.

El film logra inicialmente una tensión que, sin embargo, se pierde después de un giro brusco ejecutado con cierta torpeza. La película se resiente también de querer ser demasiado explícita. Decide renunciar a esa ambigüedad entre lo que es real y fruto de la imaginación de los personajes que al principio tanto le funcionaba, y que podía recordar a La semilla del diablo (1968).  

Muchos espectadores que se vean atrapados por la historia se sentirán decepcionados al asistir a la caída de ese castillo de naipes en el que anteriormente habían creído, y en el posterior esfuerzo del director para convencerte de por qué ese era el mejor desenlace posible, y desde su punto de vista el más racional y lógico. Una justificación débil para un cambio de timón que, si bien se ha apuntado con anterioridad (con algún salto del punto de vista narrativo), se siente algo tramposo y forzado. El contraste entre el inicio y el final del film son una buena muestra de lo deliberado del engaño. Regression da la sensación de ser una película algo fallida, que si bien puede entretener en líneas generales, dejará un sabor de boca algo amargo. Regular experiencia alejada del Amenábar más hábil y ambicioso. Esperemos que le sirva como punto desde el que tomar impulso para vuelos más altos.


La primera película de Sección Oficial a concurso que se proyectó fue Truman, dirigida por Cesc Gay. El film está protagonizado por Ricardo Darín y Javier Cámara, que interpretan a dos amigos de toda la vida que, después de una larga separación, pasarán cuatro días juntos en un momento difícil para uno de ellos. La fuerza de la película reside en su texto y en sus actores: en ese sentido es perfecta, al lograr que quieras a esos personajes muy diferentes que verdaderamente parecen dos amigos de toda la vida con los que disfrutas simplemente pasando el rato.
 El tono es el principal logro cinematográfico de la película al retratar con sentido del humor la idea de la despedida, y por el modo en que presenta la vida de una forma honesta y agridulce. Es muy difícil lograr un film así de medido y templado con un tema en el que es muy fácil querer recargar el drama o forzar una carcajada. Una mesura y una sinceridad que se agradecen al presentar la brevedad de la vida sin estridencias.  Además, todos los secundarios, interpretados muchos de ellos por nombres muy conocidos (Dolores Fonzi, Eduard Fernández, Àlex Brendemühl y Pedro Casablanc), están soberbios, y destaca la presencia del entrañable perro que da nombre al título y con el que el personaje de Darín tiene un vínculo muy especial.



The Assassin de Hou Hsiao Hsien, ganador del Premio al Mejor Director en la pasada edición de Cannes, fue el primer film presentado dentro de la sección Perlas, que reúne las mejores películas presentadas en los festivales de cine de esta temporada. Hou Hsiao Hsien, considerado por muchos críticos como uno de los mejores directores del cine contemporáneo, ofrece un trabajo ambientado en la China del siglo V en la que la narración juega un papel mínimo, pero con un trabajo de cámara y de puesta en escena impresionante. Presenta unas imágenes hermosísimas y una fotografía apabullante y algo caprichosa. El escaso relato tiene constantes elipsis y un ritmo lento. Una obra de una gran riqueza visual, con secuencias llenas de magnetismo, pero con escaso argumento, hermética y difícil de abordar.



One Of Us fue una de las dos películas de la sección de Nuevos Directores que ayer se mostraron. Construida en torno a un incidente en el interior de un gran supermercado, el film dibuja poco a poco las vidas de distintas personas vinculadas a ese gran almacén (ya sea como lugar de abastecimiento o de trabajo) y a retratar la apatía con la que viven su adolescencia un grupo de jóvenes de un suburbio austriaco. Los distintos encuentros entre padres e hijos, jefes y empleados, policías y delincuentes irán encaminándose hacia un drama inevitable. Un film de bastante interés en el que la artificialidad, la simetría y el colorido del mundo en el interior del supermercado choca con el área gris, sucia y caótica en el que viven los jóvenes. Una película que merece la pena tener en cuenta.


El club, el nuevo trabajo del cineasta chileno Pablo Larraín, abrió la sección Horizontes Latinos, dedicada a la cosecha del mejor cine de Latinoamérica de los últimos meses. El director de Tony Manero (2008) y No (2012) nos sumerge en la vida de un grupo de hombres que viven aislados, vigilados por una centinela, en una casa situada en un pequeño pueblo de Chile. Sus vidas se sacuden con la llegada de un nuevo compañero que trae a la casa ese pasado que ellos buscaban dejar atrás.


El club es una película que trata un tema tan duro como el de los abusos sexuales, pero desde una perspectiva de compasión hacia aquellos que los cometieron, unos personajes que parecen débiles por separado y que sin embargo sacan lo peor de sí mismos al encontrarse en situaciones de poder o al adquirir la embrutecedora fuerza del grupo. Una película dura que nos confrontará con cada uno de los desterrados, nos hará cómplices de sus miedos y nos hará participar de un día a día en el que buscan la normalidad y esa paz interior que perdieron, a pesar de que el mundo exterior traiga los ecos del pasado. Un film valiente, amargo y devastador en su visión del mundo y de las estructuras jerárquicas, que nos advierte sobre los riesgos de mirar hacia otro lado y el dolor que puede surgir al creer cerradas unas heridas cuando no se ha querido afrontar el pasado.




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