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viernes, 25 de septiembre de 2015

Crónicas: San Sebastián 2015 (V)

Por Sergio Diez


La sección Horizontes Latinos rezuma calidad en esta edición del Festival de Cine de San Sebastián. Que el cine latinoamericano goza de un excelente estado de salud es una realidad, pues esta temporada ha obtenido algunos de los premios principales en los festivales internacionales de mayor prestigio. En pasadas crónicas ya escribimos sobre El club de Pablo Larraín, ganadora del Gran Premio del Jurado en el pasado Festival de Berlín; y sobre El botón de nácar de Patricio Guzmán, documental ganadora del premio al Mejor Guión en ese mismo festival. Dos filmes chilenos reflexivos sobre la realidad y la historia de su país, que sirvieron para introducirnos a una atractiva selección de películas.


El argentino Santiago Mitre nos ofreció una de las películas más destacables de todo el festival: Paulina. El film es un remake de La patota (1960) de Daniel Tinayre. De hecho, el título con el que esta nueva versión se estrenó en argentina es el mismo: La patota (palabra que, vendría a significar algo así como pandilla, aunque se suele relacionar a un grupo de personas que atacan a una persona indefensa). Mitre nos presenta en Paulina a una joven abogada con una brillante carrera por delante que decide dejarlo todo para irse de profesora a un proyecto de educación en Posadas, en una región rural del noreste de Argentina. Lo que inicialmente parecía una película sobre la lucha de una joven de Buenos Aires por concienciar políticamente a una comunidad rural cambiará hacia otra historia mucho más dura después de un traumático acontecimiento.

Paulina es un film que se pregunta sobre el origen de la violencia y del machismo en nuestra sociedad. Cuestiona el sistema judicial y pone el acento sobre las desigualdades económicas y sociales que generan marginalidad. Pero ante todo, Paulina es un film sobre una mujer que se niega a presentarse como una víctima a la que deba compadecerse. La protagonista tiene una personal idea de sacrificio por los demás que responde tanto a sus convicciones como a su deseo de huida hacia delante.

La película ofrece secuencias sobresalientes, como la escena de apertura, una conversación entre Paulina y su padre, rodada en un único plano en el que la protagonista explica por qué quiere dar un giro drástico a su vida. Tiene una construcción narrativa muy interesante, pues inicialmente se centra en seguir el punto de vista de la protagonista, para retomar después los mismos acontecimientos desde el punto de vista de otro personaje. Después de converger los dos relatos en un mismo suceso, la perspectiva de la narración se repartirá entre Paulina y las personas más directamente afectadas por lo que ella ha vivido.

Paulina lidera la votación del Jurado de la Juventud. (El sábado se sabrá si definitivamente gana finalmente este premio).  La mayor virtud de la película de Mitre es  cómo nos permite comprender a personajes que representan posturas muy diferentes (el novio de Paulina, pero sobre todo su padre) sin negar nuestra admiración absoluta a la lucha de la protagonista. Un film que ilustra a la perfección esa aquella que Renoir expresaba verbalmente en La regla del juego (1939): “Lo terrible de la vida es que todo el mundo tiene sus razones”.


Estos días pudo verse también en Horizontes Latinos la película venezolana Desde allá, ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia hace poco más de diez días. Dirigida por Lorenzo Vigas, el film narra la historia de Armando, un hombre maduro que elabora prótesis dentales, y que convive de forma complicada con su sexualidad: suele pagar a jóvenes para que se desnuden en su casa mientras él les observa. Un día conocerá a Elder, un joven impulsivo y con mucho carácter con el que entablará una complicada relación. La película que toca temas tan sensibles como la aceptación de la homosexualidad, la delincuencia, el miedo a construir relaciones físicas y sentimentales con otra persona. Los personajes se asustan cuando aquello que habían concebido como fantasía puede convertirse en una realidad que les hace sentir vulnerables.

Desde allá aporta una mirada llena de ternura hacia estos dos hombres, sin por ello negarles sus obsesiones y miserias, como la de Armando con su padre. El director utiliza además una cámara pegada a sus personajes y una fotografía que utiliza poca profundidad de campo, de modo que en los largos paseos de Armando por la ciudad de Caracas sea él lo único que se nos muestre enfocado, y sugiera una presencia fantasmal y ensimismada. Los dos actores protagonistas, tanto el debutante Luis Silva como el veterano Alfredo Castro (que es sin duda uno de los mejores actores a nivel global en este momento) están perfectos en sus papeles, y nos brindan unas interpretaciones soberbias (y eso que la película incluye algunas escenas muy delicadas). Una bella película llena de sensibilidad, amor, obsesión y violencia que deja un amargo sabor de boca con su dramático final.


Chronic es una película dirigida por el mexicano Michel Franco y producida por el también director Gabriel Ripstein (ambos nombres participaron también en la producción de Desde allá). El film ganó el premio a Mejor Guión en el Festival de Cannes. Cuenta la historia de un abnegado enfermero que atiende a distintos enfermos terminales, a los que acompañará hasta su trance final. El protagonista de Chronic, interpretado por Tim Roth, se involucra a fondo con cada uno de sus pacientes: se documenta sobre el campo profesional en el que los enfermos trabajaban, se presenta ante terceros como un familiar cercano de sus pacientes. Después que los hijos de uno de los enfermos le acusen de una falta muy grave, el enfermero procurará rehacer su vida y acercarse a esa mujer y esa hija a las que dejó de lado después de una muy dura pérdida sufrida en el pasado.  
El film está rodado en planos largos, distantes y rígidos que permiten mostrar sin distracciones ni artificios de ningún tipo toda la entrega y sensibilidad del personaje de Tim Roth de cara a sus enfermos. Un film austero, con unas elipsis directas y un estilo seco (aunque tenga unas notas de humor imprescindibles). Las interpretaciones son muy buenas, y la película toca temas tan espinosos como interesantes de plantear: la justificación ética de la muerte asistida, el abandono de las familias a sus enfermos terminales o la soledad que se siente en el tramo final de una vida. Tiene una última secuencia impactante que, si bien es justificable por el ajetreo interior del protagonista y expresa muy bien cómo se encuentra (ensimismado, consumido por sus enfermos, sus dudas y fantasmas); resulta forzado en comparación con la sobriedad del conjunto.


600 millas es el primer largometraje de Gabriel Ripstein, hijo del prestigioso director mexicano Arturo Ripstein. Fue producida por Michel Franco (director de Chronic). Recibió el premio a la Mejor Ópera Prima en la pasada edición del Festival de Berlín. La película nos cuenta una historia situada en la frontera entre Estados Unidos y México: un adolescente mexicano, ayudado por un joven norteamericano, se dedica al tráfico de unas armas destinadas al narcotráfico. Un agente de policía (Tim Roth) que empieza a ir detrás de ellos cometerá un descuido y será atacado por los chicos. Secuestrado por el joven mexicano, el chico emprenderá con él un viaje rumbo a México en el que cometerá error tras error. Poco a poco surgirá una relación de complicidad y empatía entre estos dos improbables compañeros.

El film de Ripstein describe el mundo de la frontera y el tráfico de armas entre los dos países de una forma mucho más cruda, terrible y directa que otro film presente en el festival con un tema parecido (Sicario). Tiene un estilo seco construido en torno a unos planos largos, en muchos casos planos secuencia con unas coreografías muy complejas. Cada secuencia potencia su tensión al dilatar la duración de los acontecimientos, introducir esperas y gestos a priori intrascendentes (los personajes tienen que hacer sus necesidades durante el viaje, un importante cabecilla de una organización ilegal tiene que lavar sus platos mientras espera a que le traigan al hombre al que desea ejecutar).

600 millas es un film muy logrado en el que se combinan una gran limpieza formal con la suciedad y el polvo que cubre el interior de cada uno de sus planos. Tanto Tim Roth como el joven actor protagonista, Kristyan Ferrer, están estupendos. Este último tiene además un personaje muy interesante, ingenuo y torpe, que desea agarrarse de alguien que le devuelva la ilusión de sentirse querido y aceptado, que le anime a creer en sí mismo. Un buen film de acción, tenso, áspero y crudo, que de nuevo nos deja un sabor muy amargo en un desenlace que nos devuelve a la realidad con un jarrazo de agua fría.  


Ixcanul es el estupendo debut del guatemalteco Jayro Bustamante. La palabra del título quiere decir volcán en la lengua maya cakchiquel en la que está rodada la película. Ixcanul narra la historia de una joven de una comunidad indígena y la vida con sus padres en el campo. María, la joven protagonista, está prometida con el que patrón que le da trabajo a su familia. Su vida cambiará en el momento en el que quede embarazada de un joven del que ella está enamorada.

El film retrata el aislamiento y la marginación social que sufren determinadas comunidades a causa de su lengua, sus tradiciones y su capacidad económica. Además aborda de lleno un tema muy delicado: el de los robos de bebés a familias indígenas, que durante muchos años de la historia reciente de Guatemala la convirtieron uno de los destinos favoritos para aquellos extranjeros que quisieron adoptar un niño en el menor tiempo posible. Una ópera prima muy lograda por la que merece la pena seguir los pasos a este nuevo director.


Dentro de la Sección Oficial, la película que generaba una especial expectación esa jornada era The Boy and the Beast de Mamoru Hosoda. Y no defraudó sus expectativas, pues el director nos entrega un genial film de animación (el primero en participar a concurso en el festival) que sigue la historia de un niño que se escapa de su hogar y llega hasta el mundo de las bestias, donde será criado por un impulsivo oso-hombre que pretende convertirse en el nuevo señor del reino.


Un canto a la relación de aprendizaje que se establece entre un padre (o tutor) y su hijo (o pupilo) en el que las dos personas implicadas crecerán y se harán mejores con la ayuda del otro. La película analiza también la distinta percepción del tiempo que se da en personas de edades diferentes, y tiene una hermosa forma de plantear la superación de la pérdida de un ser querido y de cómo seguir adelante llevando con nosotros algo del carácter de aquel a quien queríamos.

Con una música preciosa y unos personajes perfectamente dibujados, The Boy and the Beast es un film con una magia especial y una construcción narrativa perfecta, en la que un maduro narrador combina con maestría un gran número de elementos y una visión del ser humana nada simplificada (la oscuridad como algo inherente al ser humano). Una de las películas más redondas y emotivas que se han visto en esta edición del Festival, que supone una excelente oportunidad de acercarse a una narración clásica sin fisuras que retrata el paso a la edad adulta de los jóvenes de nuestro tiempo. 

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