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jueves, 28 de febrero de 2013

Searching for Sugar Man

8/10
Searching for Sugar Man (Suecia-Reino Unido, 2012).
Dirección y montaje: Malik Bendjelloul.
Documental
Guión: Malik Bendjelloul, basado en los artículo de Craig Bartholomew Strydom y Stephen 'Sugar' Segerman.
Fotografía: Camilla Skagerström.
Idioma: Inglés.
Duración: 86 minutos.


Street Boy

Por  Manuel Barrero Iglesias


Si no conocen nada acerca de Sixto Rodriguez, les recomiendo que dejen de leer inmediatamente esta crítica. También que corran a ver esta película. Y es que lo primero que debemos hacer es reconocerle a Malik Bendjelloul la habilidad para construir este documental con códigos que lo acercan al thriller. El director toma la perspectiva de dos sudafricanos que hace años comenzaron a buscar la pista de un artista imprescindible para ellos, pero del que el resto del mundo no parecía saber nada.

A mitad de los 90 emprenden la búsqueda del espectro, al que daban por muerto. De hecho, el film comienza con uno de estos sudafricanos contando una leyenda que habla sobre cómo Rodriguez se suicidó en medio del escenario, prendiéndose fuego durante una actuación. Bendjelloul capta rápidamente nuestra atención con este detalle, a partir del cual va engordando el misterio en torno a su figura. Para ello, cuenta tanto con la pasión de los descubridores que trataron de convertirlo (infructuosamente) en estrella; como con el recuerdo de los que en el otra parte del mundo lo tenían en un pedestal sin que él lo supiera.

Eran los años 70, y los activistas contra el apartheid tomaron las canciones de Rodriguez como himno. Muchos hablan incluso de que su música sirvió como inspiración para toda una generación, aglutinando a los jóvenes críticos en contra del régimen injusto. En la actualidad, resulta inconcebible que alguien triunfe en cualquier rincón remoto del mundo sin enterarse de ello. Hace cuarenta años (no tanto tiempo) era algo que podía ocurrir.

Sucedió que Rodriguez se comunicó con los sudafricanos a través de sus discos. La magia de la música conectó a un estadounidense de origen hispano con los sudafricanos blancos que estaban en contra de la opresión racial en su país. Sin saberlo, y sin escribir sobre ello, Rodriguez puso su grano de arena en una lucha con la que seguro estaba de acuerdo. Hecho del que no dudamos se sentirá orgulloso; porque no, no estaba muerto. La búsqueda de sus dos admiradores se encuentra con la sorpresa de que el cantante abandonó la música y seguía con su vida, en su trabajo de siempre.

Y cuando acaba el thriller, empieza la historia humana. Detrás del misterio, de ese mito lleno de leyendas, se esconde una persona de una sencillez sincera y pura. No existe nada de pose en Rodriguez; solo alguien que ama la música, que disfruta de ella. Pero que no presta la más mínima atención a lo que ocurre alrededor. Como pequeños ejemplos demostrativos, podemos decir que la mayoría de dinero recaudado en los conciertos dados en su “segunda oportunidad” lo ha donado. O que declinó asistir a la reciente Ceremonia de los Oscar en la que este film acabó ganando como mejor documental.

Un artista que reivindica la pureza de la música, despreciando toda la parafernalia que rodea este mundo. Pero que lo hace no con palabras, sino con su actitud. Toda una lección de alguien que solo grabó dos discos, cuyo estilo es directo y sencillo. Un verdadero poeta urbano cuyas letras están extraídas directamente de la realidad, de la misma calle. Las intervenciones de Rodriguez en este documental son escasas. No hace falta más. Lo único que uno puede hacer al ver esta película es ponerse en pie y aplaudir a alguien tan auténtico.






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