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jueves, 21 de febrero de 2013

Dos días en Nueva York


2 Days in New York (Francia-Alemania-Bélgica, 2012).
Dirección y música original: Julie Delpy.
Intérpretes: Julie Delpy, Chris Rock, Albert Delpy, Alexia Landeau, Alexandre Nahon.
Guión: Julie Delpy, Alexia Landeau, Alexandre Nahon.
Fotografía: Lubomir Bakchev.
Montaje: Julie Brenta, Isabelle Devinck.
Idioma: Inglés, francés, italiano.
Duración: 96 minutos.



5/10

Dos días con la familia


Dos días en París ya presentaba maneras allenianas en su discurso, así que nada mejor que irse a rodar a Nueva York esta secuela que sigue la misma línea de aquella. También hay un cambio en el protagonista masculino, sustituyendo al judío que encarnaba Adam Goldberg por el negro de un muy (por fortuna) comedido Chris Rock. La relación de pareja vuelve a ser el eje sobre el que gira el film, pero en esta ocasión crece la importancia de otros temas, como la familia o el choque cultural.

Ahí es donde Delpy se desmarca de sus referentes, en el peso que va tomando en su cine el tema familiar. Dos días en Nueva York se convierte en una mezcla de los elementos familiares (desarrollados de forma tan elocuente) presentes en El Skylab y de los amorosos que copaban gran parte de Dos días en París (en la que ya había un esbozo sobre el choque cultural/familiar). Tanto unos como otros están tratados con más profundidad en estos filmes anteriores, lo que deja a esta película en un peligroso terreno de nadie.

Pero hay que reconocerle a Delpy varias virtudes, que ya se están convirtiendo en una constante en su cine. Como esa habilidad para dirigir escenas grupales en las que reina el caos. O esa mezcla encantadora entre sofisticación y grosería que encarna su personaje. Una artista culta que no puede evitar sacar su lado más asilvestrado cuando está con la familia (antológicas esas peleas con su hermana). A ella le gusta mostrar su lado soez dentro de su apariencia frágil, y bien que lo disfruta quien esto escribe.

Dos días en Nueva York es algo menos inspirada que las anteriores obras de su autora, quien sigue en esa búsqueda de un estilo propio que la termine de diferenciar de sus modelos. En este caso, la combinación queda simpática, pero está lejos de ser un algo que marque la diferencia. Estamos ante un trabajo menor, demasiado influido por los precedentes (ajenos y propios), y que parece más un paso de transición hacia los nuevos caminos que pueda emprender la polifacética artista.


Manuel Barrero Iglesias



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