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martes, 12 de febrero de 2013

Lincoln


Lincoln (USA, 2012).
Dirección: Steven Spielberg.
Intérpretes: Daniel Day-Lewis, Sally Field, David Strathairn, Joseph Gordon-Levitt, James Spader, Hal Holbrook, Tommy Lee Jones.
Guión: Tony Kushner, basado en la novela de Doris Kearns Goodwins.
Música original: John Williams.
Fotografía: Janusz Kaminski.
Montaje: Michael Kahn.
Idioma: Inglés.
Duración: 150 minutos.


7/10

Abraham Day-Lewis



Lincoln depara pocas sorpresas. Tampoco las busca. Es exactamente lo que se podía esperar. Una rigurosa exposición de acontecimientos históricos registrados, estudiados y trabajados durante largos años. Todos aquellos que ha empleado el equipo de la película en ponerla en marcha pese a tenerla en mente en el pasado. Mil vicisitudes acaecidas (incluida el afortunado cambio de protagonista) hasta que el director encontró la forma de enfrentarse a uno de los personajes de la historia americana que más le ha fascinado desde que, según confiesa, visitó de niño su famoso monumento en Washington; y su mirada le inspiró una mezcla de miedo y profundo respeto. Tiempo hasta que el director halló en el libro en que se basa -'Team of rivals' (Doris Kearns Goodwins, 2005)- el enfoque preciso que buscaba. Centrarse exclusivamente en la aprobación de la famosa decimotercera enmienda de la constitución norteamericana que abolió definitivamente la esclavitud en el país que ha terminado por venderse de forma curiosa como el paradigma de la libertad y la democracia.
Bien se pudo elegir otro tipo de obra -más cercana al típico biopic- contando la ascensión de Abraham Lincoln al poder, su elección y posterior reelección (que dan, desde luego, para otra película) y su elevación a figura histórica. Pero el proyecto finalmente derivó en mostrar la obsesión de aquel presidente en sacar adelante su aspiración política más personal y aquella por la que siempre se le recordaría; enfrentándose a su propio partido y teniendo que convencer (o comprar) a algún adversario ideológico, poniéndolo en paralelo con el desenlace de la guerra civil norteamericana.

Y es en dicha exposición de hechos donde uno puede encontrar lo mejor y lo peor de un filme que termina perdiéndose, en ocasiones, en su propia verborrea; pues no hay apenas respiro para nada que no sea ese texto diseñado por un inspirado y reconocido Tony Kushner. Un texto que limita y ata de manos durante gran parte del metraje a Steven Spielberg; cuya labor se centra, de forma fundamental, en colocar la cámara allí donde sus actores puedan dar brillo a lo escrito.

No es una cinta cómoda. Sin tener una mínima base sobre lo contado (y eso requiere un repaso a la historia de Estados Unidos) es fácil perderse, incluso aburrirse, cuando se cae en ciertos círculos repetitivos sobre la obtención de votos aquí y allá por los laberintos de la política de aquella época en que transcurre lo narrado. Aunque, sin embargo, resulta sencillo trasladar los enfangados vericuetos que vemos al presente más extremo para imaginar cómo se cierran y cómo se acuerdan muchas de las grandes, y no tan grandes, decisiones que se toman desde el poder y que pueden marcar nuestra vida más terrenal.

Pese a todo lo expuesto no se aburrió, ni se perdió, quien esto firma. No, porque Lincoln  se puede disfrutar desde muchos puntos de vista. Desde la recreación de una época minuciosamente dibujada, hasta la majestuosa pero (y eso sí que es complicado) silenciosa puesta en escena; ya que todo resulta naturalmente realista, pasando por un reparto inspirado e inspirador en el que destaca un Daniel Day-Lewis sencillamente abrumador. Dicen que él fue Lincoln durante todos los días del rodaje, que lo fue delante y detrás de las cámaras, en el set y fuera del set, que no volvió a ser Daniel hasta que el director gritó el último “¡corten!”. Y se nota. Trabajó el posible acento del presidente (de quien no hay registros de voz) durante meses, y está controlado -lo que no suele ser muy habitual- a lo largo de todo el metraje. Absorbido por la personalidad y el talante del personaje. Seguramente hay mil formas de afrontar un papel y muchas otras sean, tal vez, más recomendables. En cualquier caso el resultado es el de una de las mejores composiciones de un personaje real que yo recuerde a lo largo de mi vida.

Le acompaña un puñado de nombres ilustres que agrandan la historia y participan de esos otros momentos más íntimos de la vida de Lincoln que nos son contados, y que ayudan a interiorizar un poco más la personalidad de quien da título a todo.

Podíamos estar -que también- ante un trabajo en exceso protocolario, académico y correcto; redondeado con una gran labor actoral y un acertado, aunque demasiado locuaz, guión. Pero estamos ante algo mucho más grande porque, pese a todas las limitaciones impuestas y autoimpuestas, la figura de Spielberg es la que maneja la función. Y no es eso poca cosa. Viendo con detenimiento su desempeño (y quizá sea ésta película de segundos visionados) volvemos a presenciar una dirección, de pulso firme, con evidentes rasgos de talento. Como aquel de la misma votación de la enmienda en la que no estuvo físicamente el presidente. Un presidente que va siendo informado del resultado jugando de forma brillante con la imagen, con cada gesto y con cada plano.

Quiso Spielberg, eso ha declarado, desaparecer en esta película para que brillase el conjunto y que su impronta esta vez no fuese evidente. Pero precisamente narrando otra desaparición, en la muerte de su protagonista -uno de los magnicidios más recordados de la historia- es donde emerge la mano magistral de un autor en estado puro, contando sin mostrar, emocionando sin ser elocuente. Filmando un desenlace épico con la sencillez de un maestro. Haciendo, una vez más, visible lo invisible.


Jorge R.



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