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sábado, 22 de septiembre de 2012

San Sebastián 2012: Día 1


La primera jornada del Festival nos dejó una película norteamericana que ha dejado más bien frío, y una apuesta rompedora y arriesgada del cine español. La primera será complicado que rasque algo del palmarés. La segunda, algo seguro que se lleva. Aunque sea el premio para su fotografía.

Por Manuel Barrero Iglesias


El fraude (Nicholas Jarecki)

Se inauguró el Festival de San Sebastián con la única película estadounidense a competición. Había que empezar fuerte, y la presencias de Richard Gere y Susan Sarandon en Donostia aseguraban que que los focos se girarían hacia la ciudad vasca. Detrás de las cámaras está Nicholas Jarecki, que debuta en la ficción (ya había abordado el documental) con este thriller dramático, que protagoniza de forma omnipresente el carismático Gere. Las alabanzas hacia el trabajo del actor están siendo muchas y variadas, pero a este cronista le pareció todo lo que no debe ser una gran interpretación. Hay mucho de estrella que se luce en la forma en la que el actor aborda su papel.

Por contra, son los secundarios (en el escaso espacio que les deja la presencia de Gere) los que hacen subir el nivel del film. Una esplendorosa Sarandon que da toda una lección de saber estar en cada aparición que tiene, y un Tim Roth cuya creación roza lo sublime.

Jarecki construye un thriller ambicioso, con demasiadas aspiraciones para el flojo resultado final. Poner la actual crisis como marco de una historia como ésta siempre le da más empaque al discurso. Aunque si ese discurso no contiene demasiado jugo, el maco se queda casi en lo anecdótico. A un nivel más íntimo el autor se propone hablar sobre las relaciones humanas, o sobre las falta de escrúpulos para mantener un estatus.

Y en este nivel observamos no pocas similitudes con grandes obras de Woody Allen, como Delitos y faltas o Match Point. Pero El fraude no consigue llegar a las elevadas cotas reflexivas del neoyorquino; quedándose en un superficial thriller que merodea alrededor de muchos temas, pero que no profundiza lo suficiente en ninguno.



Blancanieves (Pablo Berger)

De las tres versiones que nos han llegado del famoso cuento este año, ésta es sin duda la más arriesgada y peculiar. A Pablo Berger hay que reconocerle el mérito de una aproximación que rompe todos los esquemas a través de una amalgama de referencias de lo más variadas. Por un lado, tenemos uno de los más famosos cuentos con princesa en dificultades. Si a esto le sumamos todo el folclore andaluz de principios del siglo XX, nos queda una mezcla de lo más chocante. El mundo de los hermanos Grimm lleno de toreros, folcloricas y cortijos. Tremendo.

Ahí no queda la cosa, Berger además usa el cine mudo como opción estética. Con su blanco y negro, sus cartelitos de diálogos, sus interpretaciones basadas en lo gestual, y su música acompañando de forma continua. Es complicado no pensar en The Artist, película que basaba su encanto en utilizar los códigos del cine mudo para hacerlos llegar al gran público de forma amena.

Berger consigue una película realmente bella, con imágenes sorprendentes, con sus dosis de sentido del humor. Y, sobre todo, con una mezcla que descoloca. Aunque pierde gran parte de su impacto, ya que su emotivo homenaje al cine mudo lo hemos visto hace poco, con lo que su sorpresa no es tanta.

Y como sucedía en The Artist, lo que se cuenta termina siendo lo de menos. Lo importante es el cómo, y esa forma de mezclar universos tan distintos. Aunque una vez superada la sorpresa inicial, el desarrollo del relato tiene poco que ofrecer. Bueno sí, un bello ejercicio de estilo rematado con un final de lo más hermoso. Es esta Blancanieves una película para dejarse llevar. Y a pesar de no ser ni mucho menos redonda, la mejor versión del cuento de las que se han estrenado este año.

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