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sábado, 29 de octubre de 2016

Críticas: El Principito

7/10
Le petit Prince (Francia, 2015).
Dirección: Mark Osborne.
Intérpretes (voces): Jacquie Barnbrook, Jeffy Branion, Marcel Bridges, Guillaume Canet, Vincent Cassel, André Dussollier..

Guión: Irena Brignull, sobre la novela de Antoine de Saint-Exupéry.
Música original: Joann Le Blanc, Richard Harvey, Hans Zimmer.
Fotografía: Kris Kapp
Montaje: Carole Kravetz, Aykanian Matt Landon.
Idioma:Francés.
Duración: 108 minutos.




Esto no es Pixar

Por Luis Utges

Como siempre surge la dicotomía entre el cine norteamericano, digamos Hollywodiense, para no estrellarnos con el canadiense o el latino, que es suma y parte de el otro cine en disputa, que es el europeo. Esa eterna discusión de factura y autor.

Tarantino consiguió con Jackie Brown conquistar la maravilla "intelectual", con un mensaje delicado y sensible o aburrió a los respetables, con un pestiño, que solamente algún europeo bohemio y arrogante es capaz de inconseguir.

Con El Principito, ocurre algo parejo y a la vez, cínicamente incalculable. No es Pixar, para bien o para mal. Emociona sin ser cursi y es sincero, sin ser académico. pero también viaja dentro de la fórmula de "Spielberg", usando las eficaces diligencias, y también, por qué no tiernas, de la emoción. Pero también sabe introducir la semilla original, de algo no visto en animación; Aunque abuse del "stop motion" como  hermética forma de salir del paso, para competir con un mecanismo mono tema americano, que a veces sorprende y funciona y otras veces (pocas) se justifica.


Después de esa distensión: El Principito es la mayor aproximación a la obra maestra de Antoine de Saint-Exupéry; obra curiosamente primeramente publicada por la editorial estadounidense Reynal & Hitchcock. ¿Quién gana a quien?, Con una suspense sonrisa, diría alguno. ¿O todos ganan? Alfred y Truffaut. Para componer una obra que hace soñar, el sueño europeo, al estilo "americano", como ninguna literatura, supo conjugar jamás: Convirtiendo a lo Brazil las personas en máquinas y viceversa; y la poesía en emoción. En este caso no hay reverso (nunca tenebroso) porque son mundos que respiran el mismo aire: ese puro, melancólica y tiernamente gigantesco, que da un CINE en mayúsculas. Pasean y vean; adultos e infancia, por separado. Insisto de nuevo: esto no es Pixar.


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