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jueves, 9 de agosto de 2012

Silencio de hielo


Das letzte Scweigen (Alemania, 2010).
Dirección: Baran bo Odar.
Intérpretes: Ulrich Thomsen, Wotan Wilke Möhring, Sebastian Blomberg, Katrin Saß, Burghart Klaußner.
Guión: Baran bo Odar, basado en la novela de Jan Costin Wagner.
Música original: Pas de Deux.
Fotografía: Nikolaus Summerer.
Montaje: Robert Rzesacz.
Idioma: Alemán.
Duración: 111 minutos.


6/10

El peso del crimen

No es extraño que surjan las comparaciones entre esta película y Zodiac (David Fincher, 2007). Ambas se ocupan de crímenes no resueltos. De ese otro lado del thriller, mucho menos “glamouroso”. El film de Fincher es un preciso ejercicio que disecciona la frustración del caso sin solución.

Silencio de hielo traza una magnífica elipsis que nos ahorra todo aquello en lo que se recreaba Zodiac. Un salto de 23 años, en el que un asesinato calcado a otro anterior, hará revivir la pesadilla a los protagonistas de aquella historia. La madre de la víctima, el policía que llevó el caso, el cómplice del asesinato...

Y es este último el personaje clave del relato. De angustiosa complejidad, Timo e encuentra en un limbo muy poco agradable. Colaborador pasivo del crimen pretérito, emprendió entonces una huida adelante con la que poder esconder la tragedia en los recovecos de su mente. No es de extrañar que él sea el máximo afectado cuando dos décadas más tarde ve como se repite exactamente el mismo hecho que tantos años ha ocultado.

La perturbadora figura del asesino también emerge como un retrato entre grotesco y fascinante. Y ahí está la habilidad del director, para humanizar a dos seres monstruosos. Apoyado en dos grandes interpretaciones (especialmente la de un soberbio Ulrich Thomsen), la película trata un tema tan delicado como pedofilia sin tremendismos, ni abusivas manipulaciones.

El resto de personajes no aportan demasiado al film. La madre de la primera víctima y el policía que llevó el caso no van mucho más allá del trauma que aún perdura, y la única nota distintiva es una relación un tanto metida con calzador. Peor aún es el caso del joven policía, personaje construido de forma muy torpe. Aunque al menos comparte bastantes planos con esa policía que tanto recuerda a la Frances MacDormand de Fargo, poniendo la nota entrañable entre tanta tragedia.

Baran bo Odar construye un thriller en el que la tensión no está tanto en atrapar al asesino (que también), como en el sufrimiento interno de unos personajes marcados por la crueldad humana. Con una dirección pausada y muy elegante, el autor consigue una valiosa aproximación al género. Y sí, heredera del Fincher de Zodiac.

Manuel Barrero Iglesias



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