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miércoles, 22 de agosto de 2012

Emma Thompson: Sense and Sensibility


Muchos nos sorprendimos al enterarnos de que Emma Thompson había escrito el guión de Sentido y sensibilidad. Y cierto es que debutaba como guionista en la gran pantalla, pero esta filóloga ya había colaborado como escritora en varias series de televisión en las que también actuó. Cambridge Footligths Revue (1982), There’s Nothing to Worry About! (1982) o Alfresco (1983-84) son algunas de las series en las que coincidió con gente como Stephen Fry o Hugh Laurie.

Eran los primeros ochenta, y Thompson ya había protagonizado una obra (Me and my girl) en el West End londinense. Durante aquella década siguió con su exitosa carrera en ambos medios. En 1987 participó en la mini-serie Fortunes of War, donde conocería a Kenneth Branagh. También junto a él, y a las órdenes de Judi Dench, protagonizó el montaje teatral de Mucho ruido y pocas nueces. Al año siguiente, la serie Thompson los volvió a unir en la doble faceta de intérpretes y guionistas.

La primera mitad de los 90 supone la explosión cinematográfica de la actriz. Interviene en las cuatro primeras películas de Branagh (con el que ya había contraído matrimonio). Tiene un pequeño papel en la muy masculina opera prima de su marido: Enrique V (1989). Le siguió Morir todavía (1991), un curioso ejercicio acogido con frialdad por la crítica, pero que no dejaba de tener su interés. Era su segundo protagonista –tras la comedia romántica Un tipo de altura (1989)-, y Thompson ya empezaba a llamar la atención. Los amigos de Peter (1992) nos devolvió a un Branagh inspirado, con una película coral en la que la que su pareja era una más en un brillante reparto de viejos conocidos (Fry, Laurie, Staunton, el propio Branagh…). Antes de la ruptura, la pareja pudo volver a Shakespeare, con una deliciosa versión de Mucho ruido y pocas nueces (1993), en la que Emma desplegaba todo sus encanto.

Pero hubo otro director que consagró definitivamente a la actriz entre las grandes: James Ivory. Con Regreso a Howard’s End (1991), ganó el Oscar a la mejor actriz principal, y ahí empezó su idilio con el cine de época. El mismo Ivory contó con ella para Lo que queda del día (1993), en la que realiza una actuación aún más memorable que la anterior. Compartiendo, otra vez, protagonismo con Anthony Hopkins, ambos nos deleitan con un ejercicio de contención impecable. Ese mismo año compitió como mejor actriz de reparto por otra gran película, En el nombre del padre.

Carrington y Sentido y sensibilidad (ambas de 1995) culminan esa etapa en la que los directores veían en ella una figura indispensable para sus filmes de época. El biopic de la pintora resultó bastante fallido, pero la actriz hizo un estupendo trabajo. Mucho mejor acogida tuvo la bella película de Ang Lee, que hizo ganar a Thompson el Oscar como escritora del guión, además de darle su tercera nominación como actriz principal. Otro trabajo lleno de contención, en el que la actriz brillaba en su equilibrada madurez.

Con su madre, Phyllida Law, ya había coincidido en más de una ocasión. Pero si hay un trabajo por el que se las recuerda juntas ese es El invitado de invierno (1997). Alan Rickman, que debutaba como director, les dio la oportunidad de ser también madre e hija en la ficción. Ambas dan toda una lección interpretativa. Al año siguiente, dos proyectos en Estados Unidos. A las órdenes de Mike Nichols en Primary Colors, biografía (poco) encubierta sobre Bill Clinton en la que ella era Hillary. Y de un veterano a un novato. El debutante Sebastian Gutierrez dirigió El beso de Judas, un sensual thriller en el que Thompson se metía en la piel de una agente del FBI.

No hay en su carrera muchos títulos puramente hollywoodienses, de esos llamados alimenticios. Aunque su primera experiencia americana no pudo ser más desastrosa: la ¿comedia? Junior (1994), aquella en la que Arnold Schwarzenegger quedaba embarazado. Soy leyenda (2007), Nunca es tarde para enamorarse (2008) y Men in Black 3 (2012) completarían esta lista de producciones más comerciales.

También ha prestado su voz a dos producciones animadas: El planeta del tesoro (2002) y Brave (2012). Aunque si tenemos que destacar un título norteamericano, sería esa delicia surrealista llamada Más extraño que la ficción (2006).

En su Gran Bretaña natal, el nuevo siglo le ha traído trabajos más livianos que los de la década anterior. Su faceta cómica en Maybe Baby (2000), Love Actually (2003), o Radio encubierta (2009). Su lado familiar en La niñera mágica (2005) y su secuela (de las que también es guionista). Su retorno al solemne cine de época en Regreso a Brideshead (2008). Y secundaria de lujo en un film de prestigio como An education (2009). Aunque también hubo tiempo para proyectos más arriesgados, como Imagining Argentina (2003), que versaba sobre la dictadura en el país sudamericano. Eso sí, como casi cualquier intérprete británico que se precie, también tiene sus apariciones en la saga Harry Potter, de la que participa en tres de sus filmes.

Parece claro que el mejor momento de Emma Thompson ya pasó. Su calidad cada vez aparece más con cuentagotas; escondida en papeles pequeños, o en productos que no están a su altura. Con 53 años, va camino de convertirse en una de esas respetables damas inglesas, cuya sola presencia en la pantalla ya impone respeto


Manuel Barrero Iglesias

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