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jueves, 11 de diciembre de 2014

Magia a la luz de la luna

6/10
Magic in the Moonlight (Estados Unidos-Reino Unido, 2014).
Dirección y guión: Woody Allen.
Intérpretes: Colin Firth, Emma Stone, Simon McBurney, Hamish Linklater, Eillen Atkins, MArcia Gay Harden, Jacki Weaver.
Fotografía: Darius Khondji.
Montaje: Alisa Lepselter.
Idioma: Inglés.
Duración: 97 minutos.




La magia del amor

Por Manuel Barrero Iglesias

Afirma Douglas Brode en su libro 'Las películas de Woody Allen' que existe una relación directa entre el apetito de las mujeres allenianas y su deseo sexual. Un aspecto recurrente en su obra que tiene como punto álgido la prostituta de Mira Sorvino en Poderosa Afrodita (1995). El personaje que interpreta Emma Stone en Magia a la luz de la luna es otra de esas mujeres voraces, aunque con una pequeña variación. Hay un momento en el que Sophie dice que su psicoanalista identifica su exceso de apetito con la "necesidad de amor". El matiz existe, y se puede deber a que estamos ante la comedia romántica más convencional que jamás ha rodado Allen. 

Es cierto que La maldición del Escorpión de Jade (2001) también jugaba a "el gato y el ratón" romántico con final feliz. Pero aquella era más una revisitación de los clásicos. Magia a la luz de la luna responde de forma clara a los cánones convencionales que dominan hoy día en la construcción del género. Un género que el director siempre ha preferido deconstruir, desde que marcara época con Annie Hall (1977). Sus comedias románticas no siempre son comedias. O no siempre son románticas. Pero en esta ocasión ha tirado de manual, y nos sorprende con esta falta de sorpresa. Eso sí, nunca olvida temas recurrentes en su obra (o en su vida). Y una relación marcada por la diferencia de edad e intereses, que supera todas las barreras de compatibilidad, es una historia que nos suena. El film defiende el amor como la única forma de magia en el mundo, pudiendo convertir lo improbable en posible. Es raro encontrar a un Allen tan luminoso en lo que al amor se refiere, algo potenciado por los bellos parajes de la Costa Azul francesa.

Pero no todo es felicidad en este nuevo trabajo del neoyorquino, quien no abandona su famoso escepticismo. El personaje de Colin Firth prolonga el arquetipo alleniano que no encuentra posible ser feliz en este mundo. El planteamiento del film no difiere mucho de títulos recientes de terror, como La maldición de Rookford (Nick Murphy, 2011) o Luces rojas (Rodrigo Cortés, 2012). En ambas tenemos personajes que se dedican a descubrir estafas de falsos videntes, una búsqueda que esconde el deseo secreto de encontrar evidencias que certifiquen la existencia de lo sobrenatural. Ni que decir tiene que las dos entran en el juego, abriendo la puerta al Más Allá. Stanley se encuentra en la misma tesitura, pero cualquiera que conozca un poco a Allen sabe que este no sucumbiría ante la ilusión.


Cuando el espiritualismo naif parece estar de moda (en pantalla tenemos ahora Orígenes), al menos siempre nos queda gente como Allen para darnos una bofetada de realidad. La lucha del protagonista es la que el mismo autor ha mantenido toda la vida. El miedo a la muerte choca contra la razón, y es fácil entregarse a la fantasía de otras vidas, reencarnaciones y demás ultramundos. Pero Woody Allen nunca ha sido complaciente con nuestra importancia en el universo, ni con el sentido de la vida. Su famosa anhedonia vuelve a estar presente en este film. Al menos, esta vez se permite el lujo de disfrutar del amor.




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