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domingo, 28 de diciembre de 2014

Críticas: Invencible

2/10
Unbroken (USA, 2014).
Dirección: Angelina Jolie.
Intérpretes: Jack O'Connell, Domhnall Gleeson, Garrett Hedlund, Takamasa Ishihara, Finn Wittrock
Guion: Joel Coen, Ethan Coen, Richard LaGravanese, William Nicholson; sobre el libro de Laura Hillenbrand.
Música original: Alexandre Desplat.
Fotografía: Roger Deakins.
Montaje: William Goldenberg, Tim Squyres.
Idiomas: Inglés, japonés, italiano.
Duración: 137 minutos.



Una, grande y libre


Por Manuel Barrero Iglesias

Un niño estadounidense, hijo de emigrantes italianos. Apenas se maneja en inglés, lo que provoca problemas de adaptación. Se convierte en adolescente conflictivo. Su hermano lo reconduce, y le anima a hacer deporte. Empieza una prometedora carrera como atleta. Participa en las Olimpiadas de Berlín 1936 con solo 19 años, donde incluso llama la atención de Hitler. Poco después se alista el ejército para combatir durante la II Guerra Mundial. Su avión se estrella en el Pacífico. Sobrevive mes y medio a la deriva en el océano. Es capturado por los japoneses. Es llevado a un campo de prisioneros. El oficial nipón al mando, amigo de las torturas, se ensaña con él. Acaba la guerra. Vuelve a casa. Traumas posteriores. Encuentra la salvación en la religión. Perdona a su enemigo. Tiene una vida longeva y llena de reconocimientos, hasta que muere a los 97 años
No sorprende que la historia de Louis Zamperini haya sido llevada al cine, y más después de que se publicara una biografia sobre su vida en 2012. La encargada de hacerlo es Angelina Jolie, quien ya se ocupó de los horrores bélicos en su ópera prima. Aquella En tierra de sangre y miel (2011) se detenía en el conflicto de los Balcanes, con buenas intenciones pero sin la suficiente destreza narrativa. En esta ocasión, la directora se queda en terreno conocido. Una de esas historias 'bigger than life' que tanto gustan en el Hollywood más conservador. Tampoco nos vamos a detener mucho en el nuevo fracaso narrativo de Jolie, que nos presenta una puesta en escena rancia y apolillada.

Aunque para reaccionario el núcleo de un discurso que sitúa a Estados Unidos como una nación indestructible, la más grande del  Universo. Los paralelismos entre la historia particular de Zamperini y la general del país son evidentes. Desde unos inicios complicados y violentos, con la inmigración muy presente; hasta la idea de que cualquiera puede cumplir el dichoso sueño americano. Un país que se levanta ante las adversidades, y que resiste con integridad los ataques extranjeros. Y es aquí donde se hace especialmente visible el etnocentrismo (quizás deberíamos decir egocentrismo) del film. No hay ningún matiz en la representación del bien y del mal, cada uno bien delimitado en un bando. El film incide varias veces en la integridad sin fisuras del protagonista (o de la nación), acabando con el letrero que nos recuerda como el japonés no quiso la reconciliación que el americano sí buscó. 

Causa cierto bochorno ver esta clase de biopic que consagra su existencia a ensalzar la vida y milagros de alguien, sin matices ni sombras que enriquezcan el relato. Ese tipo de cine intelectualmente discapacitado y reduccionista que no cree en la inteligencia del público. Cuando ese discurso se hace extensible de un individuo a una nación, el asunto pasa de bochornoso a obsceno.





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