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domingo, 7 de diciembre de 2014

Mil noches, una boda

6/10
Party Girl (Francia, 2014).
Dirección y guiónMarie Amachoukeli-Barsacq, Claire BurgerSamuel Theis.
IntérpretesAngélique Litzenburger, Joseph Bour, Mario Theis, Samuel Theis, Séverine Litzenburger, Cynthia Litzenburger.
Música original: Alexandre Lier, Sylvain Ohrel, Nicolas Weil.
Fotografía: Julien Poupard.
MontajeFrédéric Baillehaiche.
Idioma: Francés.
Duración: 96 minutos.


Una boda no vale más que mil noches

Por Manuel Barrero Iglesias

En el origen de Carmina o revienta (y su reciente secuela) se encuentra la devoción de Paco León por las mujeres de su familia, especialmente por su madre. Ya sabemos que a los autores les gusta hablar sobre sus experiencias vitales. Pero qué ocurre cuando el interés principal es retratar un personaje concreto, más que ciertas inquietudes o vivencias personales. La opción del documental tradicional no parece muy apropiada, y la de una actriz interpretando el rol principal sería absurda. No tendría sentido acudir a una representación pudiendo disponer del original. Lo más coherente parece recurrir a ese híbrido en el que los límites entre la ficción y la no-ficción se presentan difusos.

Samuel Theis ha optado por la misma fórmula en un film protagonizado por su madre, y en el que aparece él mismo junto a sus hermanos. La historia de esta mujer madura que ha pasado toda su vida entre cabarets y clubes nocturnos es la de la propia Angélique Litzenburger. Su personalidad arrolladora es la conductora de un film cuyo tono está marcado por la protagonista. Es ahí donde ficción y realidad confluyen en un permanente camino de ida y vuelta que tiene en Angélique su centro neurálgico. Pero hay otro aspecto más en el coinciden los trabajos de León y Theis (este, en colaboración con sus dos codirectoras). Un punto fundamental, porque es ahí donde se nota la mano de los autores, que enriquecen el relato con esa vocación por mostrar el entorno en toda su esencia.

Con escaso romanticismo y mucha autenticidad los autores nos ofrecen su mirada sobre esta localidad francesa fronteriza con Alemania. Una característica, la falta de complacencia, que recorre todo el film, creando en el espectador cierta incomodidad. No se ocultan defectos en unos personajes que pueden resultar irritantes. Pero a la vez, hay tanta naturalidad en el retrato que tampoco se les somete a juicio. Party Girl plantea numerosos interrogantes sobre los conceptos de egoísmo o irresponsabilidad, y la relatividad de los mismos.

A partir de ahí, el film constituye un honesto reconocimiento de una figura materna nada convencional. Las mujeres siempre han siempre han sufrido la presión social de acatar su rol sumiso, más aún si hablamos de mujeres ya maduras. En el caso de las madres la coerción se hace casi insoportable. La tensión entre el “me gusta ser” y “el debo ser” provoca la toma de decisiones erróneas y, lo que es peor, deshonestas. Mil noches, una boda es toda una declaración: la de aceptar a la gente tal como es, aunque su felicidad pase por no amoldarse a los esquemas que tienes establecidos. Incluso si la díscola es tu madre. Sobre todo, si es tu madre.



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