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lunes, 5 de noviembre de 2012

Martes, después de Navidad


Marti, dupa craciun (Rumania, 2010).
Dirección: Radu Muntean.
Intérpretes: Mimi Branescu, Maria Popistasu, Mirela Oprisor, Dragos Bucur, Victor Rebengiuc.
Guión: Radu Muntean, Razvan Radulescu, Alexandru Baciu.
Fotografía: Tudor Lucaciu.
Montaje: Alma Cazacu.
Idioma: Rumano.
Duración: 99 minutos.


8/10
Dulce Navidad

El actual cine rumano goza de una envidiable salud. Películas que proponen una apuesta formal firme y muy coherente. Desde que Cristi Puiu marcara el camino con La muerte del Sr. Lazarescu, muchos son los que lo han seguido, componiendo un panorama en el que se habla sobre el pasado y el presente de la sociedad rumana, a través de un estilo despojado de artificios, y que tiene su punto fuerte en los larguísimos planos que hacen crecer a los personajes hasta límites insospechados.

Radu Muntean es uno de esos directores de inmenso talento y rigurosa propuesta formal. Martes, después de Navidad tiene casi tantas secuencias como planos, reduciendo los cortes la mínimo. Empezando por una primera secuencia que es todo un prodigio de naturalidad, en la que espiamos a dos amantes que viven con pasión su amor. Una película rodada por orden cronológico que empieza con dos personajes desnudos ante la cámara. Al director le interesa mostrar la evolución de sus personajes, de ahí que rodara de esa forma. Pero el primer triunfo está en conseguir tal grado de compenetración en la primera secuencia, cuando todo siempre es más frío.


El argumento no es ninguna novedad. La infidelidad en el matrimonio. Pero sí que hay una forma de abordar el tema no habitual en el cine, no ya en el más comercial, incluso en el más denominado cine de autor. Se tarda mucho en abordar directamente el conflicto, que el director va rodeando a través de secuencias más bien cotidianas. Ahí es el personaje masculino el que sostiene el film. En una interpretación que puede parecer anodina, el actor hace un magnífico trabajo. Su rostro no refleja lo mismo (ni remotamente parecido) cuando está con una mujer o cuando está con la otra. El contraste es claro, y es especialmente relevante ver sus interacciones con la esposa, en las que va creciendo el desasosiego y ese estar ausente.

Hay una secuencia central que supone un punto de inflexión, en la que los tres coinciden más o menos por accidente, sin saber la mujer que la dentista que atiende a su hija es la amante de su marido. Otro prodigio de planificación y de un trabajo actoral soberbio. Y un punto a partir del cual, ya nada será igual para nadie. Hay que destacar el hecho de que Raluca jamás se comporta como una amante despechada o exigente, no es ella la que provoca el conflicto.

La última secuencia absolutamente magistral es aquella del desenlace. La (no) explosión de Paul a la hora de desvelar su secreto es genial. Todo lo que viene detrás es real como la vida misma, una montaña rusa de emociones. Una vez más, los actores consiguen llevar con una capacidad enorme los momentos más explosivos del film.

Muntean nos habla de las relaciones, y lo hace con una naturalidad apabullante. Con una película que hace crecer a sus personajes; que son los que hablan y callan, los que sienten y piensan. Una película en la que no todo se ve, y en la que lo cotidiano nos permite construir el relato global. Un relato salteado con un puñado de largos planos, algunos de ellos sublimes. Como aquel que sirve de epílogo, un cierre redondo para una de las grandes películas que se estrenan este año en nuestro país.

Manuel Barrero Iglesias



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