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jueves, 16 de octubre de 2014

Crónicas: Sitges 2014. Locuras japonesas

En Sitges son ya un clásico esas maratones que empiezan de madrugada para terminar por la mañana, poco antes del de la primera sesión matinal. Así es esta locura de festival, en el que puedes ver cine casi las 24 horas del día. Uno de los momentos que personalmente espero con más ilusión cada año es la Japan Madness, una sesión que contiene muestras del cine japonés más bizarro y loco. Propuestas de presupuestos bajos, pero con niveles muy altos de demencia. Y es que en lo que respecta a la serie B, está Japón, y luego está el resto del mundo.

Por Manuel Barrero Iglesias


Y nada mejor para empezar una sesión de este tipo que el último trabajo de todo un maestro del buen cutrismo. Noburu Iguchi ya es todo un veterano en Sitges, donde se pudieron ver títulos como Mutant Girls Squad (2010), Karate-Robo Zaborgar (2011) o Dead Sushi (2013). Su cine es un continuo festín en el que todo vale. Todo es una broma para Iguchi, quien tiene la virtud de no tomarse en serio esto del cine. En Live adapta un novela gráfica de supervivencia a lo Battle Royale. Como es de esperar, el director prima la comedia sobre el horror. Aparte del humor grotesco, Iguchi juega bien con el metalenguaje, introduciendo la misma novela dentro de la acción. A partir de ahí, abonará el terreno para sembrar lo que más le gusta: erotismo inocente, sangre a raudales y muertes hilarantes. Aunque algo alargada en su parte central, Live es una demencial película con las suficientes dosis de auténtica genialidad. La de un autor que convierte la cochambre en arte. 

El segundo film de la velada toca un registro completamente distinto. Rodada en Estados Unidos, Gun Woman es un magnífico homenaje al cine exploitation. Una venganza planeada por un hombre que entrena a una drogadicta para que mate a aquel que acabó con su esposa. Toda la primera parte sirve como introducción, con el atractivo de escuchar a los narradores (americanos) charlar sobre la historia que estamos viendo (con algún guiño cinéfilo incluido). Una vez entra en materia, la película es todo lo brutal que se puede esperar de ella. Una mujer desnuda y ensangrentada consumando un ajuste de cuentas de un tercero. Una violencia mucho más cerca de la crudeza que de la exageración



Y acabamos la sesión con Torture Club. En esta ocasión lo importante es el tema sexual, y tenemos un club de jóvenes estudiantes que se dedican a practicar el sadomasoquismo entre ellas. Todo muy perversión japonesa. Los desnudos y la tortura ocupan gran parte del metraje, pero poco a poco el film se va convirtiendo en una destartalada historia de amor lésbico. Ni su lado más pervertido, ni el más romántico, consiguen ser lo suficientemente atractivos


Pero antes de disfrutar de esta triple sesión tuvimos la ocasión de ver una doble con otras dos películas japonesas, encuadradas en la Sección Noves Visions - Experimenta. Kiyoshi Kurosawa se va a Rusia para rodar Seventh Code, un thriller más bien sobrio en el que la locura es más interna que externa. Pero el gran descubrimiento fue The Pinkie, una locura que podría haber estado sin problema en la maratón. Con un espíritu en la línea de Iguchi y una ciencia-ficción cercana a la del coreano Oh Young-doo, el film nos habla sobre el amor. Sobre la mentira que muchas veces supone. ¿Se ama a la persona o a la imagen idealizada/distorsionada que tenemos de ella? La directora Lisa Takeba utiliza un estilo visual desenfadado que combina diversos recursos con total desvergüenza. Una película que es a la vez violenta y colorista. Sexual y naïf. Pero, sobre todo, muy gamberra. A destacar, efectivamente, la autoría de una mujer en un mundo cinematográfico (el japonés) en el que no abundan las féminas.

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