Kingsman: The Secret Service (Reino Unido, 2014). Dirección: Matthew Vaughn. Intérpretes: Colin Firth, Taron Egerton, Samuel L. Jackson, Mark Strong, Sophie Cookson, Sofia Boutella, Michael Caine. Guión: Jane Goldman, Matthew Vaughn; sobre el comic de Mark Millar y Dave Gibbons. Música original: Henry Jackman, Matthew Margeson. Fotografía: George Richmond. Montaje: Eddie Hamilton, Jon Harris.
¿Por qué deberíamos pensar sobre Kingsman?
Por Sergio Diez Sánchez
Salí de ver Kingsman. Servicio secreto (2015) con una profunda sensación de desagrado; y creo que es una de las películas más cargadas ideológicamente, en comparación con lo que aparenta, de entre las que he visto recientemente. Empezaré, no obstante, por una descripción de sus características principales, para pasar a señalar a continuación las que considero sus principales virtudes. La película se define a sí misma en una de sus secuencias como una reivindicación de ese cine de espionaje de espíritu lúdico propio de las primeras películas de James Bond, con una trama simple y efectiva, y unos personajes basados en estereotipos poco matizados, de forma que puedas identificarte claramente con esa proyección de tus deseos que te ofrece el protagonista y despreciar al villano de turno que desea destruir el mundo. Esta reflexión autoconsciente, tan propia de la posmodernidad, de pertenecer a un género determinado en el que el entretenimiento, la emoción y el espectáculo tienen prioridad sobre el servilismo hacia la verosimilitud del relato no constituye para mí ningún defecto real que pueda achacarse a la película.
Por destacar algunas virtudes de Kingsman, señalaría que los actores (la mayoría de ellos de reconocido prestigio) hacen un gran trabajo interpretativo. Y aunque el humor del film no me convenció personalmente (basado en frases como “Avisa a tu madre de que vas a llegar tarde a casa. Seis meses, concretamente” antes de que el protagonista vaya a hacer uso de la llamada que le corresponde previa a entrar en prisión; o un “Gracias por esta happy meal” –en el sentido de agradable o alegre comida- después de que dos personajes hayan compartido unas hamburguesas del McDonald’s”); he de reconocer muchos méritos a la parte del adiestramiento de los agentes, y muy especialmente a la relación que el protagonista establece con una mascota que le es asignada, un perro pug que protagoniza momentos hilarantes. Sin embargo, todo ello se desvanece ante los problemas ideológicos y formales que la película me plantea.
Hay un tipo de cine que pide ser leído de forma superficial. Concebido como un entretenimiento, debe ser valorado en la medida en la que nos ha hecho pasar un buen rato lejos de nuestros problemas, una experiencia repleta de emociones. El cine de superhéroes sería, en mi caso, un buen ejemplo: disfruto con el visionado de estos films, a pesar de que considero que podría reprocharles sus defectos. Pero incluso si se disfruta del cine de esta manera, algo que nunca debería dejar de hacerse es pensar en aquello que se nos muestra en la pantalla.

Mi siguiente problema ideológico con el relato es si cabe más grave: Kingsman es un film machista. Bajo una apariencia moderna, gamberra y desacomplejada, la película ofrece una visión de una mujer sumisa y dependiente de los hombres, que se concreta fundamentalmente en tres roles diferentes: madre, compañera sentimental y compañera sexual. (La única excepción con la que podríamos encontrarnos sería la sicaria al servicio del villano, reducida aún así a la condición de herramienta asesina y completamente dependiente del villano varón desde muchos puntos de vista).
El personaje de la madre del protagonista, incapaz de superar la pérdida de su marido, fallecido en acto de servicio en una agencia secreta que no revela más detalles a la viuda, se entrega a un gángster que la humilla constantemente. Y no solo eso, sino que además de esa completa sumisión a su violento compañero se sugiere un fuerte desprendimiento hacia sus hijos: ella no moverá un solo dedo por ayudar al protagonista –tan solo tratará de disuadirlo- cuando el matón quiera ajustar cuentas con él por haberse atrevido a plantarle cara. Y en una imagen tremendamente simbólica, el personaje de la madre, bajo los efectos del dispositivo diseñado por el villano de la película, tratará de abrirse camino y destrozar una puerta tras la cual se oculta su otro hijo, un bebé con el que pretende acabar a cuchillada limpia.

A pesar de todo esto, Kingsman se atreve a situar la matanza más brutal de toda su película en un contexto con el que pretende ganarse nuestras simpatías. Una iglesia radical de la América profunda, repleta de feligreses declaradamente racistas, homófobos y machistas. El film nos identifica un nuevo enemigo que merece ser exterminado, y aprovecha además por mostrar personas que defienden explícitamente esos valores que Kingsman oculta, para erigirse por oposición a ellos en adalid del progresismo y de la tolerancia. A continuación, utiliza un dispositivo tecnológico que anula la voluntad de los individuos (y por tanto de cualquier tipo de responsabilidad) en un intento de eludir cualquier imputación ideológica que pudiera plantearse a la película. De esta forma, nos presenta sin complejos una orgía de violencia gratuita (a ritmo y forma de videoclip) en el que nos regodeamos porque los malos y racistas se matan entre sí o son asesinados por el elegante agente británico que los aniquila guiado únicamente por su instinto. Kinsgman no solo nos ofrece un baño de espectacularización de la violencia, sino que su pobre intento de justificarla y de tranquilizarnos es precisamente donde reside el peligro de un film hipócrita, manipulador y cobarde. Estamos lejos de la violencia retratada por directores como Tarantino, espectacularizada también quizá, pero retratada de una forma mucho más compleja y cruda; fascinante y brutal, sí, pero con un margen mucho más amplio de interpretación y lectura al espectador. La diferencia sustancial respecto a la violencia cometida por los protagonistas de los films de Tarantino reside en que este cineasta no pretende ni eludir la responsabilidad de los mismos sobre sus actos, ni nos simplifica a unos personajes con muchas más sombras que luces.

Otra operación más de la descalificación de las ideas opuestas a aquellas que defiende la película a través de la ridiculización del personaje que las representa, se daría en el despreciable Primer Ministro de Suecia, que vende a su princesa a cambio de su salvación personal, y que además apostilla en el momento de su traición: “No me importa. En realidad soy republicano”. Este personaje, que posteriormente recibirá su merecido castigo, se muestra como ejemplo de la deslealtad de todos los republicanos frente a los valores de la ideología británica conservadora.
La forma de hablar del villano, interpretado por Samuel L. Jackson, es precisamente una forma de descalificarlo y convertirlo en una parodia de la que pueda reírse y burlarse el espectador. Este mecanismo ya se ha utilizado en otra película que aunque pueda parecer similar es diametralmente opuesta ideológicamente a Kinsgman: Team America. La policía del mundo (2004). En ella, además de reírse de unos protagonistas que sirven a valores muy similares a los de los agentes Kingman, se presenta como antagonista a un Kim Jong Il que habla de forma muy similar al personaje de Samuel L. Jackson; con la diferencia de que el defecto del habla del primero encontraría su respuesta fundamentalmente en su caracterización de villano extranjero (norcoreano) que habla con problemas un idioma que no domina.

Pero precisamente en ese plano formal, la película también carece de toda elegancia y es paternalista con unos espectadores a los que cree lentos y torpes. Solo de este modo se justifica que, una vez envenenado uno de los personajes principales, se inserte un reiterativo flash-back que muestre sin asomo de dudas cómo el protagonista lo ha envenenado segundos antes. La mentalidad elitista del film, la superioridad que cree tener respecto a su público, contagia así su forma de disponer las imágenes. Una vez más se revela imposible separar la forma del fondo; y la ideología de un relato, de la manera en que éste se articula.
Cuando el audiovisual se convierte en nuestra forma principal de ocio y de conocimiento del mundo, pensar las imágenes se vuelve un imperativo. Podemos haber disfrutado o no de Kingsman a un nivel primario, incluso puede ser que nos haya hecho pasar un buen rato. Pero no debemos ignorar aquellas ideas que el film lleva consigo, ni mirar hacia otro lado, pues en nuestra confusión podríamos acabar por leer como trasgresor, provocador y gamberro lo que en realidad es manipulador, reaccionario y trasnochado. El machismo, el racismo y la apología de la violencia solo sobreviven en nuevas generaciones si renuevan sus apariencias y se presentan amables y disimulados.
Una crítica buenísima e impecable. Me ha llenado de satisfacción leerte. Ayer vi Kingsman y estaba buscando una reseña como la tuya para no tener que escribirla yo misma.
ResponderEliminarGracias
Completamente de acuerdo con la crítica.
ResponderEliminarLa mejor pelicula de este año!! tu critica es ridicula
ResponderEliminarPues no sabría que decir, acabo de ver la película y después de leer tu crítica tenia mis dudas de si he visto otra película... Yo me relajaría un poco cuando veo una película, que no tengo la sensación que el que plantea la película haya pensado tanto. Y los que hacían las de James Bond seguramente pensaban menos aún
ResponderEliminar¿Pedirle a un crítico que no piense? Al contrario, la labor del analista debe ser la de pensar y reflexionar sobre lo que ha visto. Que se puede ir al cine como un espectador acrítico que busca solo entretenimiento. Claro. Pero si alguien se dedica al análisis, lo normal es que piense y reflexione.
EliminarQue los autores de la película en cuestión no lo hagan, no quiere decir que no haya una ideología detrás de su discurso. Y creo que Sergio ha analizado con precisión lo que hay detrás de Kingsman. Que se puede o no estar de acuerdo con él, ¿pero pedirle a un crítico que no piense? No lo veo.
Totalmente de acuerdo. Supongo que si eres una persona crítica, lo subliminal no pasa desapercibido. Desde el primer momento bo pude dejar de pensar en la escasa presencia de mujeres en la película. Además, como tú bien dices, las que salen están más que estereotipadas y relegadas a un segundo plano. Vaya, que la idea es que las mujeres pueden llegar a ser espías, pero nunca por encima de sus compañeros varones.
ResponderEliminarMenos mal que todavía hay gente consecuente y consciente en el mundo. Gracias!
Crítica pedante e innecesaria. Es evidente que el crítico está más interesado en parecer concienciado y luchador para agradar a los moralistas e inquisidores de internet, que en resultar objetivo y darse cuenta de los tonos paródicos de la película. Tanto sobreanalizar para parecer intelectual y crítico, y se deja atrás lo más obvio. Ridículo.
ResponderEliminarMuy buena crítica, cuando vi la película me quedé con un mal sabor de boca. Me alegra saber que no es sólo cosa mía y que hay más gente que tuvo la misma reflexión. No sé, creo que la gente no está preparada para darse cuenta de la carga social que se esconde detrás de los chistes facilones.
ResponderEliminarCómo se dice? ah, sí, un quiero y no puedo. Será que habrá que poner a una mujer enseñando el culo y dejando que la penetren analmente para que la gente se emocione yendo al cine...