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jueves, 16 de octubre de 2014

Críiticas: Magical Girl

10/10
Magical Girl (España, 2014).
Dirección y guión: Carlos Vermut.
Intérpretes: Luis Bermejo, Bárbara Lennie, José Sacristán, Lucía Pollán, Elisabet Gelabert.
Fotografía: Santiago Racaj. 
Montaje: Emma Tusell.
Idioma: Español.
Duración: 127 minutos.

La pieza que nos falta

Por Andrea Dorantes

Tras Diamond Flash (2011), su ópera prima, Carlos Vermut nos abre de nuevo una ventana a su mundo de misterio con Magical Girl (2014). En su línea de tramas enredadas y delicadamente conectadas, el film trata sobre muchas historias. Tanto Luis -profesor de literatura en paro-, como Bárbara -mujer sumergida en la depresion-, y también Damián -ex-profesor y ex-preso-, están unidos por diversos motivos; siempre situados en el background de una España en crisis que el director no duda en criticar con sutileza.

Desde el principio Vermut declara sus intenciones, abriendo la película con el diálogo que más tarde demostrará lo cíclico de la trama. Con voz en off y la pantalla en negro, se escucha “Si García Lorca no hubiese nacido, dos más dos seguirían siendo cuatro”. Entre magia y enigma, una nota en un papel desaparece, como por encanto, del aula en la que José Sacristán (Damián) enseña matemáticas. Y así es como la primera escena nos introduce a Magical GirlCon un etalonaje delicado y en colores pastel, un humor contenido pero efectivo, el gran reparto de actores y un mejor guión, Carlos Vermut hace que sea fácil encandilar al espectador desde el primer minuto.
Luis (Luis Bermejo), cuya hija sufre leucemia -detalle que Vermut no incluye a la fuerza, sino mediante (de nuevo) la sutileza- se ve obligado a realizar extorsiones a terceros para conseguir el dinero suficiente para comprar el vestido de Magical Girl Yukiko a su hija, que quizá no sobreviva al próximo año. Bárbara (Bárbara Lennie) tiene una gran herida en su interior y se ve también obligada a sacrificarse físicamente para que un secreto no salga a la luz, que haría daño a su marido. Damián, profesor recién salido de la cárcel por asesinato, tendrá que poner en juego su libertad para proteger a Bárbara, con la que, aparte de relación alumna-profesor, mantiene otro tipo de relación desconocida para el espectador.

Más que la trama en sí, que quizá sea lo que menos importe en esta película, lo que destaca es su artificio, su manera de presentar los hechos, lo simbólico que yace bajo ella. Vermut ahonda en la miseria de las vidas, en lo profundo del dolor. Todos ellos llevan una herida dentro y nadie parece darse cuenta. Incluso cuando Bárbara se hace una herida física que lleva en la frente como Caín llevaba su marca maldita, nadie parece entender que es por ese agujero por donde aflora el dolor, que todos van cargando silenciosamente con su herida como Sísifo cargaba su piedra hasta la cima de la montaña. Me gusta tu nueva cicatriz, le dice una amiga a Bárbara. El dolor es una cadena. Todos intentan aliviar su sufrimiento traspasándolo inconscientemente a otros, creando a partir de su carencia otra carencia. A la vez todos se sacrifican por aquellos a quienes quieren, todos son una suerte de samuráis que no dudan en exponer su cuerpo y su alma para salvar al otro. Y al igual que Damián enloquece al comprobar que le falta la pieza más esencial de su puzzle, es la pieza que les falta aquello que une a los personajes.
Como se señaló anteriormente, el director no olvida la situación actual del país, que muestra en delicados detalles. El Estado crea monstruos que se hieren entre ellos, saca lo peor de cada uno, la condición más violenta del ser humano. España, como dice uno de los personajes, es un país que se mueve ente lo racional y lo emocional, sin saber por qué definirse, luchando siempre entre el juicio y los instintos como si se tratase de un torero, a cuya figura hace Vermut un homenaje como alegoría del español -absténganse los anti-taurinos, la cosa no va de eso-. Siempre dudando, utilizando la técnica como arma para defender al corazón, como interpreta Sacristán a ese profesor de matemáticas cuadriculado que se deja llevar por la pasión, utilizando su fría destreza para matar con el fin de salvar a alguien a quien ama.

A todos algo les duele, todos llevan una herida a cuestas. Una herida que los une, unos la exteriorizan y otros la callan y todo acaba explotando de forma implacable.





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