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martes, 14 de octubre de 2014

Crónicas: Sitges 2014. Día 8

Por Manuel Barrero Iglesias


The Duke of Burgundy (Peter Strickland. Reino Unido, 2014)
Noves Visions - Ficció

En 2012 Peter Strickland conquistó Sitges (a algunos, a otros los horrorizó) con Berberian Sound Studio, una hipnótica película que homenajeaba, entre otras cosas, al giallo. Sin salir del cine de género europeo, el director dirige su mirada hacia Jess Franco. Lorna, la exorcista (1974) está en el origen de The Duke of Burgundy, aunque acabe siendo otra cosa muy distinta. Y aunque no hay un homenaje directo al estilo, sí que están muy presentes los temas y obsesiones del director español.

Strickland dirige con tremenda elegancia una historia de amor lésbico con relación ama-esclava. Pero, ¿quién domina a quién? El director opta por una narración segmentada, donde las apariencias engañan, y en la que tenemos que escarbar un poco para conocer qué ocurre de verdad. La película pone sobre la mesa la ambigüedad que separa los límites del amor, el juego y la perversión. Una película inteligente y sensual que actualiza clásicos de la serie b con un estilo visual impecable.




What we Do in the Shadows (Taika Waititi, Jemaine Clement. Nueva Zelanda, Estados Unidos, 2014)
Oficial Fantàstic Competición

No es nada original el formato elegido por los directores de este film. En 2010 el belga Vincent Lannoo ya usó el falso documental en Vampires, donde se retrataba la vida cotidiana de una familia de vampiros. Como no podía ser de otra forma, en Nueva Zelanda llevan esta idea hasta el extremo, construyendo una comedia gamberra que podríamos considerar parodia. Aquí nos encontramos con cuatro compañeros de piso (cada uno de ellos homenajea a un vampiro de ficción), a los que seguimos en su día a día. 

Hay un inconveniente importante, y es que el film se olvida con demasiada frecuencia de su naturaleza. Juega al mockumentary, pero su discurso se desvía continuamente hacia la ficción. Esto reduce el impacto de un formato que podría haber dado incluso más juego. La única disculpa posible es que la película no se toma nada en serio, así que tampoco van a ponerse estrictos con la elección formal. Una limitación que impide superar el carácter de gran broma intrascendente, que es en lo que se queda What we Do in the Shadows, El encanto viene de unos chistes que suelen ser ingeniosos, lo cual ya es bastante. Lo que corría el riesgo de ser una bobería insufrible al menos queda en una sucesión de gags más o menos ocurrentes. Un trabajo sin más pretensiones que la de hacer reír.


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