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martes, 3 de septiembre de 2013

Kanimambo

7/10
Kanimambo (España, 2012).
Dirección y guión: Abdelatif Hwidar, Carla Subirana, Adán Aliaga.
Fotografía: Pere Pueyo, Anna Molins.
Montaje: Cristobal Fernández.
Idiomas: Español, catalán, portugués.
Duración: 100 minutos.



El compás de la sabana

Algunas películas parecen ser más necesarias que imprescindibles. Imprescindibles son Ciudadano Kane y Piscosis, como parte de la Historia del Cine; imprescindible puede ser, hoy en día, la última firma de éste o el otro cineasta, como parte del sistema heredado de la política de los autores que aún sobrevive desde tiempos de Bazin; como imprescindible puede ser, en esta Historia reciente, estar al día del último blockbuster superheroico. Kanimambo no es un pilar de la Historia del Cine, no es cine de autor al uso y, por supuesto, no es un blockbuster. Y a día de hoy puede que no sea imprescindible pero, sí, es más que necesaria.

Sin llegar a poder tildarla de militante de nada, Kanimambo es una de esas experiencias que el espectador necesita interiorizar de tanto en tanto para formarse su propio conocimiento del mundo. Como los primeros exploradores europeos reconstruían tras sus viajes una parte del Globo a la que pocos tenían acceso, los tres cineastas que firman este singular mapa de Mozambique delinean con sus propios relatos parte del continente desconocido. Tres visiones diferentes, empezando por el lugar que ocupa el ojo, humano u objetivo, en la observación de la realidad en la que nos sumerge, como tres formas de afrontar tres filmaciones independientes hiladas con ritmo, fuerza y textura propias.
El ritmo de la vida en África en el relato de Abdelatif Hwidar (director y actor al mismo tiempo) en el que la cámara se sienta junto al espectador a esperar la larga cadencia de la muerte al tempo que únicamente puede marcar la sabana. La fuerza de la responsabilidad femenina en la apuesta diaria por el progreso, donde una Carla Subirana claramente influenciada por el Siminiani más autoreflexivo y condescendiente de Mapa adopta la misma actitud que sus heroínas en pos de la experimentación narrativa, en un intento de superación del formato con el dominio de la imagen fija. Las texturas casi tangibles del juego con los sentidos más vibrante, en la realidad con discapacidad que Adán Aliaga saborea sin dejar escapar ni un sorbo de vida. Son los tres pedacitos de África por los que el productor barcelonés Luis Miñarro apuesta necesariamente desde su posición de explorador del siglo XXI.

Sin caer en el recurso fácil de dejarse llevar por el exotismo, ni tampoco por la mirada pretenciosa de quien da lecciones de realidad, la cinta capta la esencia de una vida que, aun siendo totalmente ajena, resulta cálida y humana. Y no, probablemente no pasará a la Historia del Cine con letras luminosas, ni siquiera a la del Documental, pero sí, es una historia que, como las de Méliès, lleva consigo la magia del descubrimiento que, a fin de cuentas, es el Cine en sí mismo.



Sara Martínez Ruiz



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