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viernes, 4 de noviembre de 2011

José Coronado, nuestro Gary Cooper


¿Gary Cooper? Sí, miren ustedes. José Coronado es un buen actor que pese a su atractivo físico no se ha querido encasillar en papeles de galán, craso error que supone el fin de muchos intérpretes cuando llegan a cierta edad o pasan ciertas modas estéticas (Jorge Sanz, te estoy hablando a ti). Es un tipo apuesto que decidió no seguir la senda de los papeles que le dieron a conocer, partenaire de la Pantoja en Yo soy esa y Rosario, chulazo en Salsa rosa, para hacerse con una interesante trayectoria de la mano, principalmente de Enrique Urbizu, pero también pasando por Carlos Saura, Ventura Pons y Eduard Cortés, el director de la magnífica La vida de nadie, que le dio a Coronado un personaje caramelo. Así fue Cooper, un tío guapo, pero más que eso un gran actor que iba para héroe almibarado de Capra pero se quedó en la persona que todos quisiéramos ser, Will Kane, un regalito de Fred Zinnemann para cualquier valiente que no le importase marcarse un tour de force solo ante el peligro.


José Coronado comenzó su carrera relativamente tarde y se volcó en la televisión con irregular fortuna. Brigada central, Compuesta y sin novio y Hermanos de leche fueron su carta de presentación, y después se involucró en la serie Periodistas, un retrato sobre el mundo de la canalla tan veraz como las interpretaciones de Elsa Pataky. Al menos estas producciones tuvieron el respaldo de la audiencia: Código fuego, RIS, Acusados (en menor medida) y, sobre todo, la vergonzante Los 80, que no pasó del sexto capítulo, se vieron abocadas al fracaso.
Y no hay mal que por bien no venga. Que Coronado saliera del medio televisivo (anuncios de lácteos aparte) ha supuesto que podamos disfrutarlo más en la gran pantalla y que se haya currado una carrera aceptable, con historias diferentes y personajes potentes. Es cierto que de su filmografía hay que quitar mucha paja, por no hablar directamente de estiércol (Aquí el que no corre vuela, Una chica entre un millón, La mirada del otro o La vuelta del coyote, entre otras perlas), pero son productos que se eliminan de un plumazo de la mente con un visionado de La caja 507.


Aunque el “subnormal” jurado del último Festival de San Sebastián (Ripstein dixit) le haya negado la gloria por su interpretación de Santos Trinidad, no hay duda que su rol en No habrá paz para los malvados es, salvando las distancias ideológicas del personaje, el Will Kane de Coronado. Y es que Urbizu saca lo mejor de este actor: como malo malísimo en la mencionada La caja 507 estaba soberbio (fue nominado como mejor secundario en los Goya, como anteriormente lo fue por Goya en Burdeos) y en la estupenda La vida mancha compone con mesura un personaje nada fácil.


No obstante es en La vida de nadie donde Coronado lo da todo y demuestra que es un buen intérprete. Pese a  haber bordado papeles magníficos con Urbizu es fácil interpretar a personajes malvados y/o excesivos; cierto es que hay quien los representa con mayor o menor fortuna, pero el reto para un actor debe ser el hombre normal (mujer para ellas). Jordi Mollá está muy bien en La buena estrella, pero es difícil ser Antonio Resines en esa misma película; Luis Tosar es un magnífico Malamadre, pero lo de Eduard Fernández en Smoking room es portentoso. Pues eso, que la imagen de Coronado sentado en un banco alimentando una vida inexistente es memorable. Y si no me creen, que baje Gary Cooper (que estás en los cielos) y lo juzgue.


Isabella Della Sicilia

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