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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Crónicas Festival San Sebastián 2011 (II)

Julie Delpy llegó a San Sebastián, y el sol se asomó para darle una cálida bienvenida. Llegamos al ecuador del festival, y aún no se vislumbra una clara favorita para llevarse el máximo galardón...¿o quizás sí?

Sección oficial

La jornada empezaba con un clásico del circuito festivalero. El japonés Hirokazu Kore-eda vuelve sobre un tema recurrente en su filmografía, la infancia. Y lo hace con Kiseki, un film muy amable que parece ha conquistado a crítica y público. Una vez más en la filmografía del japonés, los niños aparecen como seres mucho más maduros que unos adultos en un constante segundo plano. Un grupo de niños empeñados en emprender viaje hacia su Ciudad Esmeralda particular, convencidos de que sus deseos se cumplirán si ven cruzarse a dos trenes de alta velocidad. La combinación de madurez e inocencia de estos niños resulta conmovedora, actuando con una lógica interna aplastante. La eterna historia de crecimiento a través de un viaje, contada por el director japonés con bastante sentido del humor y aparente ligereza.
Hace tres años, Kore-eda se fue de vacío de este festival, a pesar de ser uno de los grandes favoritos con Still Walking. Quizás San Sebastián siente que le deba algo, y este año sí que triunfe con otra película en la que la familia tiene gran protagonismo. Y sobre lo duro que resulta aceptar que las cosas cambian sin que, la mayoría de las veces, uno pueda hacer nada por evitarlo.

La última de las películas españolas que se presenta a concurso es La voz dormida, una de las tres preseleccionadas para representar a España en los Oscar. Benito Zambrano vuelve al cine seis años después, para adaptar la novela que Dulce Chacón escribió sobre la Guerra Civil española. Y el director sevillano cae en todos los tics que se han instalado en las grandes producciones que abordan esta época. Bastante cercana a Las 13 rosas, otra vez es la mujer la figura sobre la que gira el relato. Como ya demostró en Solas, el realizador demuestra que se encuentra cómodo dirigiendo a mujeres. Pero unos diálogos literarios en exceso, y alguna secuencia que roza el ridículo no ayudan para nada a que la credibilidad acompañe a esta cuidada producción.
Poco interés causan las historias de amor, y es en el retrato de algún secundario donde la película encuentra sus más interesantes matices (el matrimonio que contrata a Pepita, por poner un ejemplo). Una Pepita que María León interpreta con bastante desparpajo, moviéndose de forma admirable entre la comedia y el drama. Discutible sería cómo se utiliza el recurso de la chica andaluza para provocar la risa en la audiencia. Aunque bastante medido, a Zambrano se le va la mano alguna vez.


Zabaltegi

Hablábamos ayer de Los pasos dobles. Ya hemos podido ver El cuaderno de barro, su película complementaria, que aparece mucho más honesta que la anterior. Este documental se introduce en las mismas entrañas de Mali para mostrarnos la guarida del pintor Miquel Barceló, y la representación teatral que hasta allí llevó. Una hora de metraje basta para adentrarnos en este recóndito mundo. Sencilla, y mucho más coherente que ese experimento cercano al disparate que se ha presentado en la Sección Oficial.

El prolífico Johnnie To nos trae Life without principle, curioso film sobre la crisis económica mundial. Una película de historias cruzadas en la que el hongkonés es capaz de meter su temática preferida: la mafia. Aunque no es precisamente la más interesante de las tres, la presencia de un personaje como el interpretado Ching Wan Lu hace que que ese segmento no caiga en una terrible monotonía. Sin embargo, lo que podría parecer en apariencia más rutinario, se convierte en lo más contundente del film. La historia de la cajera de banco nos habla de la gran mayoría de la población, y de su papel de víctima en toda esta situación.


Horizontes latinos

Abrir puertas y ventanas fue la ganadora en el pasado Festival de Locarno. Algo que no se entiende muy bien, a no ser que la selección oficial estuviese repleta de mediocridad. No está nada mal la ópera prima de Milagros Mumenthaler, pero no deja de recordar a otras muchas películas del mismo tipo. Con ecos (especialmente al principio) de La ciénaga (Lucrecia Martel, 2001), y varias semejanzas con respecto a Una semana solos (Celina Murga, 2008). En resumen, siguiendo la tradición de filmes que tienen como casi único escenario una vivienda con unos pocos personajes.
En este caso, son sólo cuatro. Una película sobre el paso hacia la madurez de unas adolescentes que se ven obligadas a darlo antes de lo que a ellas les gustaría. Tres hermanas que llevan una difícil convivencia, ahora que no hay ninguna cabeza visible en la familia, y tienen que luchar de igual a igual por encontrar su sitio.


Manuel Barrero Iglesias

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