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domingo, 15 de febrero de 2015

Críticas: Whiplash

7/10
Whiplash (Estados Unido, 2014).
Dirección y guiónDamien Chazelle.
Intérpretes: Milles Teller, J. K. Simmons, Melissa Benoist, Paul Reiser, Austin Stowell.
Música original: Justin Hurwitz. 
Fotografía: Sharone Meir.
Montaje: Tom Cross.
Idioma: Inglés.
Duración: 107 minutos.



Golpe a golpe

Por Manuel Barrero Iglesias


Son muchas las voces que acusan a Damien Chazelle de haber construido una apología descarada del culto excesivo al esfuerzo que deviene en sufrimiento. Aquello de que la letra con sangre entra, y de que para triunfar en la vida hay que aceptar la humillación y dejar de lado las relaciones personales. Es cierto que Whiplash cuenta la historia de un joven obsesionado con trascender, y que acepta los métodos más que discutibles de su profesor para lograr dicho objetivo. Pero sería arriesgado deducir de ahí que el discurso suponga una exaltación de ello, más bien se colocaría en el siempre estimulante territorio de la ambigüedad. Como poco.

Cuenta Chazelle que pretendía hacer una película sobre el miedo, sobre cómo se sintió en su época de baterista en el instituto. Y eso es exactamente lo que refleja el film. En Whiplash, la música no es un lugar para el placer, sino un campo de batalla. El director utiliza el lenguaje bélico para narrar esta anti-fábula, así no es de extrañar que el profesor que encarna J.K. Simmons nos recuerde tanto a personajes como el sargento Hartman de La chaqueta metálica (Stanley Kubrick, 1987). El film tiene mucho de autobiográfico, ya que Chazelle aspiró en su juventud a convertirse en un gran músico, lo que le llevó a tener algunos reconocimientos. Pero es curioso como recuerda también el otro lado: "...todavía puedo recordar vivamente las pesadillas, las náuseas, las comidas que me saltaba, los días de insoportable ansiedad, etc…todo al servicio de un estilo de música que visto desde fuera es reflejo de libertad y felicidad".
Esa contradicción es la que pretende reflejar un film que nos hace sufrir junto a un protagonista al que solo le preocupa pasar a la posteridad. En este tour de force agotador tiene mucha importancia lo físico. Aquello de sangre, sudor y lágrimas se aplica literalmente; con unas imágenes salpicadas continuamente por los fluidos de Miles Teller. Desde ahí, el director nos conduce por el sinuoso camino del éxito a toda costa. Un recorrido nada agradable, en el que la felicidad queda aparcada. Efectivamente, uno de los caminos para tratar de alcanzar la excelencia es el sacrificio desmesurado. Pero no es el único. Y, desde luego, Chazelle no defiende que sea el ´más recomendable. Incluso en ese clímax con apariencia de final feliz se puede ver de forma muy clara el sufrimiento. El pasado. Y, sobre todo, el futuro. ¿Compensa esa forma de entregarse a una meta? Que cada cual saque sus conclusiones, el autor solo expone. Allá aquel que sienta la euforia triunfalista tras ver esta obra. No van por ahí las intenciones del director.

Los problemas de Whiplash se cuelan por otro sitio, por las trampas (o agujeros) de un guion demasiado preocupado en mantener la tensión dramática todo el tiempo. La película no necesitaba recurrir a la ristra de trucos baratyos hollywoodienses para impactar al espectador. Sin ellos, hubiera sido igual -o incluso más- terrorífica. Pero Chazelle se decanta por el efectismo algo pasado de rosca. A pesar de ello, este trabajo contiene tantas -y tan importantes- virtudes que merece la pena seguir la pista del realizador.









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