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domingo, 8 de septiembre de 2013

La piedra de la paciencia

8/10
Pierre de patience - Syngué sabour (Afganistán-Francia-Inglaterra-Alemania, 2013).
Dirección: Atiq Rahimi.
Intérpretes: Golshifteh Farahani, Hamid Djavdan, Hassina Burgan, Massi Mrowat.
Guión: Jean-Claude Carrière, Atiq Rahami, basado en la novela de Atiq Rahami.
Música original: Max Richter.
Fotografía: Thierry Arbogast.
Montaje: Hervé De Luze.
Idioma: Farsi.
Duración: 102 minutos.



Hacer el amor o la guerra

¿Cómo adaptar una novela homónima sobre las peripecias de una mujer afgana en Kabul, con dos hijas, que cuida a su marido yihadista en coma? Atiq Rahimi, ganador del premio Goncourt en 2008 por esta obra- La piedra de la paciencia- cuenta para esta historia límite con la adaptación del maestro Jean-Claude Carrière. Entre ambos construyen un sólido guión no exento de dificultad. Es difícil hallar el equilibrio entre desarraigo y fidelidad al texto para que una película funcione. El ritmo narrativo sobre el papel y la pantalla requieren un lenguaje propio, unos mecanismos que le son autóctonos para fluir entre páginas o secuencias.

 El ejercicio aquí podría haber sido muy complejo, como el que realiza Alfred Hitchcock en la teatral y magnífica La Soga (1948) que transcurre en un solo decorado y se sustenta en largos planos secuencia. O en un ejemplo más cercano y por seguir en el teatro, Cinco Horas con Mario de Miguel Delibes. Los tres ejemplos tienen en común un cuerpo yaciente en el centro de la escena. En los tres, uno de los personajes sobre los que recae el peso dramático de la historia, que ha de dar la réplica, no puede hablar. Pero mientras en las dos citadas el cuerpo está muerto, en la de Rahimi se encuentra en estado vegetativo, inerte, como una piedra.

La piedra de la paciencia o Singué sabour, es, según la rica mitología persa, una piedra mágica en la que pueden verterse todos los sufrimientos, dolores, secretos y miserias. Una vez que se llena, explota liberando de esas cargas. Como es fácil suponer los sinsabores de una mujer afgana son múltiples abarcando longitudinal y transversalmente toda su vida. El soliloquio de la  estupenda actriz iraní Golshifteh Farahini- que ya pudimos ver en Red de Mentiras (2008) de Ridley Scott- va cargando a su marido con todos sus recuerdos dolosos, en ocasiones mediante flashbacks hábilmente intercalados de su vida que permiten un respiro. Más que cuidar a su marido, y una vez descreída la curación religiosa, empieza a confesarle las intimidades que en un plano consciente no puede revelar. Es su victoria interna, pero es también un acto de amor. Desnuda su alma a su marido, al que nunca ha besado y al que no conoce en términos de relación de pareja. Es la primera vez que él la escucha.

Sin embargo es imposible desembarazarse del entorno bélico de Kabul, una ciudad empotrada en las montañas y ahorcada por la guerra, no como telón de fondo sino como un personaje presente que come a desgarros. “Los hombres que no saben hacer el amor, hacen la guerra” resume ella. La piedra de la paciencia es una película valiente por el tema y el tono, ahonda en la situación de la mujer afgana de una manera franca y honesta, sin caer en paternalismos ni en el patetismo. Nos introduce en un entorno agobiante, en uno de los puntos calientes del planeta donde la muerte acecha en cada esquina, pero incluso aquí la vida se abre paso. Dentro de toda la violencia que impregna la película hay lugar para la redención, aunque sea a través de una piedra.


El director afgano pero afincado en París, Atiq Rahimi, justifica una reflexión sobre el mundo islámico, tan cercano mediáticamente hablando pero muy lejano desde el punto de vista social y humano. Vista con ojos occidentales, es cierto que a muchos países les queda un largo camino que recorrer en cuanto a derechos humanos e igualdades se refiere. Pero no lo es menos que Occidente no respeta otras culturas, solo las consiente en la medida que le resultan exóticas y no molesten. Y en esta encrucijada encaja una coproducción afgano-franco-anglo-alemana rodada en farsi. Al menos el arte sigue su propio camino. 

Luis López



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