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sábado, 13 de junio de 2015

FILMADRID: Cavalo Dinheiro

Por Manuel Barrero Iglesias


Me siento fraudulento al escribir un texto sobre Cavalo Dinheiro. Me produce mucho respeto Pedro Costa, cuya obra no conozco en profundidad. No voy a disculparme con torpes excusas. No tiene ningún perdón que hasta ahora solo hubiera visto un film del portugués, entono el mea culpa. Lo único que puedo decir es que prometo subsanar el error. Varios compañeros críticos a los que admiro mucho consideran a Costa como uno de los creadores más importantes de los últimos años. Es a ellos a quienes tenéis que leer, porque llevan años publicando textos y estudiando su cine. Porque saben más y mejor. Yo me siento pequeño. Y no solo por mi escaso bagaje previo, también por la altura intelectual que alcanza un film como Cavalo Dinheiro.

Pedidas las correspondientes disculpas, abordamos nuestra superficial aproximación a un film en el que el director prolonga su relación con Ventura. Desde que en 2006 protagonizara Juventud en marcha, la obra de Costa gira en torno a esta apasionante figura, la de un obrero caboverdiano residente en las afueras de Lisboa ya jubilado. Precisamente mi acercamiento a su cine llegó con Ne change rien (2009), el único trabajo de esta última década que no tiene nada que ver con Ventura, con lo cual mi análisis tiene aún menos valor. La presencia de Ventura le permite a Pedro Costa reconstruir el pasado reciente de Portugal a través de sus ojos y sus palabras.

Fotografía: Magdalena Orellana
Lo valioso del trabajo del director es que construye sus filmes junto a su(s) protagonista(s). Son ellos los que tienen la palabra y ahí está la gran verdad de su cine. Y hablamos en plural porque no solo de Ventura viven las películas de Costa. Hay más personajes que desfilan ante la cámara, y en esta ocasión es imposible no rendirse ante la presencia de Vitalina Varela, fascinante hasta lo doloroso. Cavalo Dinheiro parte de un tema concreto -la Revolución de los Claveles- para hablar de otras muchas cosas. De la vida y la muerte. De la memoria y el olvido. Como siempre, están presente la inmigración y la pobreza, pero Costa nunca pretende hacer un retrato social de nada. Esto es algo que surge desde las mismas entrañas del film. Resulta apasionante escuchar y leer lo que evoca la película en cada espectador que se acerca a ella.

La complejidad de la construcción es mérito de Costa, que no se limita a ser simple observador de los personajes. Él utiliza todo lo que el medio cinematográfico pone a su alcance -aunque siempre con escasos recursos económicos- para hacer de su cine una experiencia rica en subtextos y sensaciones, desbordante de capas y lecturas. Por poner un ejemplo, el asombroso uso de la luz y las sombras, aumentando esa sensación fantasmagórica que envuelve todo el relato de Cavalo Dinheiro.

Filmadrid es ya un hecho. El Festival de Cine que muchos queríamos para la capital de España ya está aquí. Desde luego, comenzar con la proyección de esta película es toda una declaración de intenciones de lo que nos esperaba durante todo el certamen. Y de lo que nos esperará, esperemos, durante muchos años.

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