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viernes, 19 de junio de 2015

ATLÁNTIDA 2015: Sección Atlas (I). 52 martes + The Smell of Us + Buzzard


52 martes (Sophie Hyde. Australia, 2013)

Episodios de una guerra identitaria

El aplaudido debut en el largometraje de ficción de la australiana Sophie Hyde propone al espectador una interesante mirada a las transiciones vitales -y un certero retrato de una tortuosa doble búsqueda identitaria- a partir de la historia de una madre en proceso de cambio de sexo y su hija adolescente envuelta en un difícil tránsito (sexual y afectivo) a la etapa adulta.

Al contrario que otras obras que abordan la transexualidad, la película se aleja del relato de autoafirmación (Transamerica) o de la denuncia de la intolerancia hacia los transgénero (Boys Don't Cry). Lo que realmente les interesa a Hyde y a su guionista Matthew Cormack es abordar las dificultades que entraña el hecho de emprender un camino sin retorno en busca de la propia esencia personal.

Con una discutible estructura narrativa que divide el film en 52 microepisodios (rodados además cronológicamente) y un reparto amateur del que saca un excelente partido, Hyde convence por su valiente inmersión en una sexualidad sin tabúes, su potente historia de amor maternofilial y su nula condescendencia hacia unos personajes que, de tan imperfectos y cargados de dudas, resultan innegablemente humanos.

Alberto Gallardo



The Smell of Us (Larry Clark. Francia, 2014)

Remake francés de Kids

Larry Clark debutó en la dirección con Kids, cinta que hablaba de un grupo de adolescentes neoyorkinos inmersos en una espiral de drogas y sexo con la amenaza del VIH de fondo. A partir de ahí poco han variado las coordenadas, tanto en el fondo como en la forma, del director y fotógrafo de Tulsa.

Cuando vas a ver una película de Larry Clark ya sabes lo que te vas a encontrar; jóvenes nihilistas o hedonistas autodestructivos en un mundo difícilmente reconocible para la mayoría de espectadores. Pues esta vez es lo mismo, pero en París, misma historia de siempre cambiando la localización.

El estilo de Clark cada vez se ha ido escorando más hacia el exhibicionismo, dejando de lado la reflexión, o por lo menos reduciéndola a su mínima expresión. A pesar de ello, casi siempre tiene tiempo para dejar claro que de tales padres tales hijos o que una sociedad mutilada moralmente está condenada a crear jóvenes sin expectativas ni futuro. Reflexiones aceptables aunque simplistas, y sobretodo, reflexiones que ya dejó claras en su primera película, por lo que no parece necesario tener que seguir repitiéndose hasta la saciedad.

Por lo menos Clark nos descubre, como casi siempre hace, a un par de jóvenes actores con muy buena pinta. Más allá de eso, poco donde rascar.

David Sancho



Buzzard (Joel Potrykus. USA, 2014)

Atrapado en el tiempo

Y más sobre juventud perdida. El protagonista de Buzzard es un supuesto adulto -con su trabajo basura- que aún no ha salido de la adolescencia. Pasa su tiempo jugando a videojuegos antiguos y construyendo un guante que emula al de Freddy Krueger. Es como si un personaje del primer Kevin Smith se hubiera quedado atrapado en la edad postadolescente, siguiendo en ella veinte años más tarde. Pero el film de Potrykus es poco condescendiente con sus criaturas. La mirada del director muestra un total desencanto, incidiendo en el patetismo y alejándose de la comprensión.

Por supuesto también existe la crítica al entorno, a la sociedad construida, pero no hay ningún glamour en este outsider que se va desplazando hacia los límites de la marginalidad. No hay en su protagonista un ánimo de lucha, sino una cobarde huída de la realidad. Un esconder la cabeza en la arena de la niñez, en la ilusión de que todo siga siendo un juego. 

Es algo muy evidente en las secuencias de comidas. Tanto en el juego con la cinta andadora, como en el largo plano de los espaguetis, queda claro que estamos ante niños grandes. Tanto la forma de comer como la forma de conseguir esa comida está más cerca del bebé que del adulto. Y es que la insatisfacción/hartazgo que puede producir el sistema capitalista tiene el riesgo de fabricar zombies incapaces de ejecutar una rebelión activa. Ese tono, el de la continua insatisfacción es el que encuentra Buzzard en un camino que no siempre será fácil para el espectador.


Manuel Barrero Iglesias

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