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sábado, 7 de marzo de 2015

12 Muestra SyFy: Crónica (I)

Por Irene Galicia

Por fin es Viernes y da comienzo el festival. Como entrante, y para meternos en faena, la jornada comienza con las neozelandesa Housebond, una curiosa propuesta del director Gerard Johnstone, quien se inspira en la comedia de terror para ofrecernos una historia que, si bien no resulta original ni explota a la perfección su bis cómica, no resulta del todo decepcionante. La trama es bien simple: Una casa encantada y una chica se encuentra en arresto domiciliario encerrada en ella… con su madre. Un ritmo decente, un correcto dueto madre e hija, un equilibrado humor y cierta dosis de terror y thriller psicológico lo convierten en un filme de género inclasificable; una comedida mezcla de elementos que por alguna razón funciona y brilla por su sencillez.

De los fantasmas pasamos al cómic más gamberro. Tokyo Tribe, una adaptación del manga de Santa Inoue de mano de Sion Sono, se centra en la batalla entre varias pandillas de la ciudad de Tokio, en un conflicto que escala cada vez más hasta alcanzar dimensiones de verdadera guerrilla en las calles de la capital de Japón. En una mezcla entre musical y The Warriors, convergen bates de béisbol, peleas, katanas, sangre, patadas, balazos, batallas de rap, villanos tan malos que producen risa y situaciones de lo más absurdas. Dos horas de despiporre que aburrió y entusiasmó a partes iguales.

A continuación, no podía faltar un homenaje a uno de los grandes del género, Joe Dante, con la proyección de su última película Burying the Ex. El autor de Gremlins vuelve con una comedia zombie en la que la neurótica ex novia del protagonista regresa de la tumba para demostrarle que su amor es- literalmente- eterno. En una especie de La muerte os sienta tan bien con aura de Troma, Dante tira de recursos pasados de moda en la actualidad, pero que demuestran ser igual de funcionales que antaño, pues es obvio que tiene su público. El uso de un humor más físico que verbal con referencias al cine adolescente de los ochenta y el cameo de un entrañable Dick Miller como policía octogenario, dan como resultado un filme que quizá resulte algo trillado, intrascendente y poco novedoso, pero que no dejó de hacernos reír y desear que realmente perteneciera al imaginario ochentero de nuestra propia adolescencia.

Por fin llegó la hora de la esperada Lo que hacemos en las sombras de Jemaine Clement y Taika Waititi, autores que escriben, dirigen, y protagonizan esta cachondérrima sátira sobre los señores de la noche demostrando que el cine neozelandés vale su peso en oro y que desde luego, saben cómo hacer reír al espectador. En el polo opuesto a la obra de Jarmusch sobre estos seres y a modo de falso documental, esta película sobre la vida cotidiana de unos desadaptados ávidos de sangre humana narra la historia de cuatro vampiros que comparten piso, cada uno de una época diferente. Bebiendo de sus orígenes -Peter Jackson y sus clásicos de culto Bad Taste o Braindead-, y haciendo gala de un salvaje y desternillante humor y unos brillantes aspectos, tanto en el plano técnico como en el interpretativo, la película se posiciona como una de las más aconsejables del festival.

Antes de sumergirnos en el mundo de los vampiros se proyectó el cortometraje Safari de Gerardo Herrero. Competidor en Cannes, el corto es una pequeña perla que se adentra en la violencia al estilo Columbine en un instituto norteamericano para ofrecer una reflexión acerca de estos dramáticos episodios con un rodaje y una fotografía impecables.  
Y como postre, la tradicional sesión con peli golfa, en esta ocasión a base de zombies nipones en la que en un apocalíptico mundo infectado por estos putrefactos seres, el protagonista va a parar a una granja productora de humanos para alimentar a los muertos. Hunger of the dead (Hunger Z) prometía hacer pasar un buen rato a los amantes del gore, el splatter más absurdo y la demencia japonesa. Y no es que no contenga estos elementos, sino que no llegan a estar a la altura de grandes y degenerados despropósitos asiáticos como Dead Sushi (Noboru Iguchi), lo que provocó que el recorrido finalizara arrancándonos más bostezos que carcajadas pero con un buen sabor de boca general.

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