Social Icons

jueves, 3 de abril de 2014

Crónicas diplomáticas. Quai d'Orsay

8/10
Quai d'Orsay (Francia, 2013).
Dirección: Bertrand Tavernier.
Intérpretes: Thierry Lhermitte, Raphaël Personnaz, Niels Arestrup, Bruno Raffaelli, Julie Gayet.
Guión: Christophe Blain, Abel Lanzac.
Música original: Philippe Sarde.
Fotografia: Jérôme Alméras.
Montaje: Guy Lecorne.
Idioma: Francés.
Duración: 113 minutos.




El discurso del ministro

Por Sofia Pérez Delgado
(La película del día)


En el siglo XIX, el pintor e ilustrador Honoré Daumier se hizo famoso por sus caricaturas políticas, en las que satirizaba a la vez que criticaba el gobierno de Luis Felipe I, el último rey de Francia. Dos siglos y una revolución después, Abel Lanzac y Christophe Blain, autores del cómic Quai d’Orsay (2010), plantean que quizás en la República Francesa las cosas no hayan cambiado tanto desde entonces (o sí, para peor). Lanzac narraba su experiencia biográfica trabajando al servicio del ex Primer Ministro Dominique de Villepin, que más tarde convertiría junto a Blain en el guion (ganador en el Festival de San Sebastián) de la última película de Bertrand Tavernier. El director, a su casi 73 años, se muestra en plena forma a la hora de llevar una comedia absurda con pulso y ritmo muy dinámico.

El Ministro de Asuntos Exteriores francés Alexandre Taillard de Vorms escoge al joven Arthur Vlaminck para que sea el encargado de redactar sus discursos. Aunque la ideología de derechas del ministro es contraria a la suya, Vlaminck acepta el trabajo porque cree ver en él a alguien decidido, y con intención de cambiar las cosas y hacerlas bien. Sin embargo, poco a poco, Taillard de Vorms se irá revelando como un tipo incompetente, caprichoso y que deja que los demás se ocupen de los problemas mientras él se preocupa por tonterías. Un hombre cuyo principal referente son los aforismos de Heráclito, pero que es incapaz de entablar una conversación política o cultural sin que esté preparada, y que se siente incómodo ante lo extranjero y las nuevas tecnologías. A ello se une que el sistema burocrático del propio Ministerio (conocido como Le Quai d’Orsay) parece directamente salido de Las doce pruebas de Astérix. De este modo, el primer encargo de Vlaminck, un discurso que el Ministro deberá pronunciar en las Naciones Unidas en Nueva York, se convertirá en poco menos que una odisea.

Tavernier mezcla clasicismo con bruscos barridos y zooms, así como algún momento de cámara en mano que aporta naturalismo. No hay que olvidar que detrás de todos los disparates que se presentan, hay una base real. De hecho, el director se auto referencia través de la introducción de temas sociales, los cuales rescata de manera escueta pero sin un atisbo de humor. Es el caso de la familia refugiada del colegio en el que trabaja la novia de Vlaminck, que remite a Hoy empieza todo (1999). Sin embargo, estamos ante un trabajo sobre todo esperpéntico, que tiene su principal recurso en la repetición (especialmente hilarantes son esos papeles constantemente al vuelo), pero que queda lastrado en su tramo final, algo alargado y reiterativo, aunque en los últimos minutos se recompone.

Crónicas diplomáticas en una película eminentemente teatral, y conscientemente exagerada. Su fuerza reside en el incesante chorreo de ácidos diálogos, muy inspirados, y en la expresividad que extrae Tavernier de los gestos de cada uno de los miembros del reparto. Un reparto que, además, se encuentra en su totalidad en estado de gracia. Especialmente el trío protagonista, con un magnífico Niels Arestrup (ganador del César) como el director del gabinete ministerial, un Thierry Lhermitte grandioso explotando al máximo su vena cómica como Taillard de Vorms, y, sobre todo, el descubrimiento de Raphaël Personnaz como Vlaminck, que le da la perfecta réplica.


Al final, el ministro da su discurso de forma digna, creíble y sobria, tal y como lo vemos habitualmente los ciudadanos desde fuera. Pero esto es sólo una fachada. Ya no intuimos todos los embrollos e intrigas que hay detrás. Esta vez los sabemos con certeza. Y resulta patético. Tavernier, Lanzac y Blain recrean en Crónicas diplomáticas la farsa que supone la clase política, aplicable prácticamente a la de cualquier país. Sería divertido si no fuera tan real.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
 
Blogger Templates