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martes, 8 de abril de 2014

Noé

3/10
Noah (Estados Unidos, 2014).
Dirección: Darren Aronofsky.
Intérpretes: Russell Crowe, Jennifer Connelly, Emma Watson, Ray Winstone, Anthony Hopkins, Logan Lerman.
Guión: Darren Aronofsky, Ari Handel.
Música original: Clin Mansell.
Fotografia: Matthew Libatique.
Montaje: Andrew Weisblum.
Idioma: Inglés.
Duración: 138 minutos.


El señor de los animalillos

Por Manuel Barrero Iglesias

No es la primera vez que Darren Aronofsky se enreda en cuestiones relativas a la mística y la religiosidad. Recordemos aquel viaje psicotrópico hacia el New Age de saldo que hizo con La fuente de la vida (2006). Un viaje realizado junto al mismo compañero con el que ahora se embarca en el arca más famosa de la Historia. Ari Handel coescribe estos dos guiones -los únicos de su carrera- junto al propio director. Los mismos que crearon The Fountain idean ahora Noé. Es cierto que estamos ante la adaptación de un material previo, pero el poco espacio que ocupa este pasaje en la Biblia deja la suficiente libertad a sus creadores para que se apoderen del texto con su visión del tema.

El problema es que no queda muy claro cuál es esa visión. Noé no sabe muy bien qué película quiere ser. O quizás es que quiera ser demasiadas películas, sin que ninguna resulte satisfactoria. ¿Drama trascendental o aventura épica? Pareciera que los autores quisieran aunar profundidad reflexiva, espectáculo visual y entretenimiento familiar. Pero en ninguno de esos terrenos logran un triunfo rotundo. Desde luego, no lo consigue en un aspecto visual muy poco atractivo por mor de la sobredigitalización.

Ya sabemos que la tendencia del actual Hollywood es adaptar cuentos clásicos introduciendo la épica jackson-tolkeniana con calzador. ¿Y qué es el diluvio universal sino otro cuento? Así que no faltan el villano malévolo, las criaturas fantásticas o el asedio a una fortaleza. Un espectáculo banal que muestra el lado perverso de la humanidad de manera simplista. Hay algunas pinceladas que esbozan las tensiones de ese mundo que Dios quiere destruir, pero es una vertiente que los autores desechan pronto en detrimento de la macrobatalla.

Sí que se detiene Aronofsky en los conflictos que mantiene Noé. El principal, consigo mismo. Una lucha tremenda, con el deber como guía estricto, que agota a un protagonista en constante tensión. De ahí surgen las disputas con su entorno, aunque algunas de ellas -la del hijo mediano- son bastante pobres. No es capaz el director de sacar todo el jugo posible a esa angustia vital. Y en todo caso, la resolución final bordea peligrosamente el conservadurismo.

Lo que resulta conservador sin ningún lugar a dudas es el papel otorgado a la mujer en el film, cuyo único propósito es el de madre procreadora. Tanto, que el personaje de Emma Watson es incapaz de sentir deseo sexual hasta que deja de ser estéril. Una sorprendente relación sexualidad/fecundidad que provoca bastante estupefacción. Se puede esgrimir como excusa el propio machismo de la Biblia. Pero si se ha decidido “modernizar” el relato en otros aspectos, ¿por qué no hacerlo en éste? Sobre todo, cuando estos episodios surgen de la mente de sus creadores. También se podría hablar del personaje de Connelly (terriblemente desubicada, por cierto), pero en el fondo no deja de ser “una madre”. Su papel es básico en la salvación de la humanidad, pero lo es gracias al instinto maternal.

Planteando la duda como lugar donde reflexionar sobre la conveniencia de la continuidad de la raza humana, Aronofsky consigue por momentos que nos sintamos tan atormentados como el personaje de Russell Crowe. Entre el desarrollo mainstream y el desenlace tibio aplastan cualquier posibilidad de que la película crezca más allá de su propósito recaudatorio. Lo reaccionario de su discurso viene a completar el cuadro dantesco.



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