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martes, 29 de enero de 2013

Django desencadenado


Django Unchained (USA, 2012).
Dirección y guión: Quentin Tarantino.
Intérpretes: Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio, Kerry Washington, Samuel L. Jackson.
Fotografía: Robert Richardson.
Montaje: Fred Raskin.
Idiomas: Inglés, alemán, francés.
Duración: 165 minutos.



8/10

Espaguetis a la tarantina


Parece Tarantino decidido a ajustar cuentas con la humanidad, y las atrocidades perpetradas a lo largo de la historia. Si en Malditos bastardos reescribía la Segunda Guerra Mundual, ahora le toca el turno a la esclavitud en Estados Unidos. Django desencadenado es una de las películas más antirracistas -a pesar de lo que diga el pesado de Spike Lee- que se hayan hecho nunca.

Pero, efectivamente, hay muchos que no perdonan al director su aparente frivolidad. Tratar un tema tan serio como la esclavitud a través de un spaghetti western, ¿a quién se le ocurre? Pues a un genio que es capaz de hacer virguerías tomando como referentes elementos de lo más dispares. Y que tiene la suficiente lucidez para no tomarse las cosas demasiado en serio. Siempre he pensado que el humor es el mejor (y más inteligente) arma para tratar temas serios, más aún si se trata de criticar. Si quieren solemnidad, vayan a la sala de al lado, muy probablemente estén poniendo Lincoln.

Pero si lo que quieren es disfrutar de un vibrante espectáculo, ahí tienen a Tarantino. Un director que no teme verse desbordado por los excesos de su torrente creativo, y que nos vuelve a traer un trabajo de casi tres horas de duración. Puede que algo irregular, quizás sobre un poco de aquí y de allá. Pero en este sentido, acaba siendo mucho más redonda que Malditos bastardos, film con el que está muy emparentado, pero que sí acusaba una irregularidad mucho más manifiesta.

Como suele ser ya marca de la casa, el film empieza con una secuencia magistral, dejando el listón muy alto. Deslumbrante presentación de Schultz, un personaje que se define a la perfección en ese inicio. Christoph Waltz, como ya hiciera con Hans Landa, realiza una composición magistral. Tarantino, incluso, le da la oportunidad de “redimirse” de aquel villano, dándole la oportunidad de ser ahora el bueno de la película: un blanco antirracista. En el otro extremo se sitúa el personaje negro que sabotea las posibilidades de su propia raza, creyendo en su propia inferioridad. Un elemento clave que representa la parte que hay en cualquier minoría, esa que ejerce el dañino autorracismo. Samuel L. Jackson vuelve a dar toda una lección, encarnando a uno de los personajes más antipáticos del universo tarantiniano.

El dibujo de los personajes es nítido y preciso. DiCaprio juega de maravilla como ese joven millonario y aburrido, mientras que Don Johnson representa al racista por convicción. Y luego está Django, personaje que no para de evolucionar, sufriendo un crecimiento brutal en el camino que va de esclavo hasta héroe indestructible. En ese recorrido hay un momento clave: la llegada a Candyland. Por aquel entonces ya es -y se siente- un hombre libre. Y ya ha cometido su primer asesinato a sangre fría. Entonces debe contemplar el vil despedazamiento de uno de los suyos, conteniendo toda su rabia interna. Si el trabajo de Foxx es excelente durante todo el film, en esta secuencia consigue el tono perfecto, ese que muestra de forma muy sutil la angustia que su personaje debe soportar por amor.

Sí, por amor. Y es que podemos decir que Django desencadenado es la primera película romántica de Tarantino. Todo lo que ocurre a partir de la primera hora gira alrededor del rescate de la amada en cautiverio. Un elemento inaudito en el cine del director de Pulp Fiction, pero que acentúa aún más el carácter fabuloso de la historia. Y es que este trabajo prescinde de cualquier vocación histórica, agarrándose al espíritu de cómic para regalarnos un maravilloso festín.

Era inevitable. Todos sabíamos que Tarantino terminaría haciendo un western, género de cuyos códigos se ha servido a largo de su carrera, y que al fin recibe su merecido homenaje. Con sus innumerables referencias (empezando por el título) y sus zooms imposibles. Podemos encontrar todo lo esperable: Violencia, en su justa medida. Humor incisivo (genial secuencia la del Ku Klux Klan). Unos personajes que derrochan carisma. Y, como siempre, un uso de la música espectacular (aunque me sobran los temas raperos).

Y detrás de todo ello, una carga de desprecio por la humanidad y las barbaridades cometidas a lo largo de nuestra trayectoria en el mundo. El director vuelve a utilizar la violencia de ficción como venganza contra aquellos que la usaron en la realidad. Una venganza catártica e imaginada que habla de un hecho vergonzoso en la historia de los Estados Unidos. Y lo hace a través de un género que ha ocultado de forma sistemática la esclavitud.

Es reconfortante comprobar como Tarantino sigue reinventando el cine una y otra vez, medio en el que ya está todo interrelacionado. Él es de los pocos que no se molestan en disimular sus referencias, al contrario, las exhibe con orgullo y admiración. A partir de ahí, ha sido capaz construir su propio y singular discurso. Decíamos que lo bueno del director es que no se tomaba nada en serio. Matizo. Su amor por el cine es algo que se toma muy en serio, y su conocimiento de este arte no está al alcance de muchos. El talento para reinterpretar de forma tan brillante el séptimo arte es algo destinado para unos muy pocos elegidos. Y él es uno de ellos.



Manuel Barrero Iglesias




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