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jueves, 6 de octubre de 2011

Tralas Luces

5/10
Tralas Luces (España-Portugal-Argentina, 2011).
Dirección, guión y fotografía: Sandra Sánchez.
Música original: Acho Estol.
Montaje: Sandra Sánchez, Nahum C. Fiuza.
Idioma: Español
Duración: 112 minutos.




…y las sombras


Desde el primer momento, la cámara de Sandra Sánchez hace notar su presencia. Desde el principio sabemos que va a ser un integrante más del film, y que va a influir en el comportamiento de los participantes. Así, para empezar, se acaba con la eterna disyuntiva del documental. Captar la realidad, sí. Pero siendo conscientes de que la realidad es otra si hay una cámara por medio.

Durante todo la película se hace evidente en las interacciones que tienen los miembros femeninos de la familia con el visor. Unas interacciones que, por cierto, provocan algunos de los mejores momentos de este documental. Como aquel en el que Lourdes es incapaz de controlar uno de sus ataques de ira, y se lamenta ante la cámara de no poder evitar el enfado.

Pero también se establecen relaciones menos evidente. Ahí está la desconfianza con la que los personajes masculinos miran casi de reojo a ese elemento extraño que se ha colado en sus vidas. Especialmente ese padre de familia al que vemos bastante poco, y que se acaba convirtiendo en involuntario protagonista casi ausente. No es menos cierto que podemos asistir también a la evolución de ciertos miembros, que cada vez se sienten más cómodos con respecto al agente exterior.

Otro punto muy interesante de Tralas luces es la permanente contradicción entre lo que habla y lo que siente su protagonista. Cada vez que repite lo mucho que le gusta la vida de feriante parece querer autoconvencerse de que eso es así, mientras que su rostro y su día a día reflejan pocos momentos de felicidad. Siempre hay una amarga queja implícita que no puede disimular.

Al final, lo que empieza por querer ser un retrato de la vida nómada, se transforma en un relato personal de alguien que quiere encontrar su sitio en la vida. Esperanzas añejas y presentes frustraciones se unen para desembocar en una variación de un rumbo vital insatisfactorio. Por cierto, a pesar de que Lourdes habla del machismo imperante en su cultura, y ella misma reproduce algunas actitudes que lo propician; también hace mucho más de lo que ella cree por defender la figura de la mujer.

Quizás de duración excesiva, la reiteración es el principal problema de una película que se deja atrapar por su protagonista, que se ha dueña de ella. La directora tiene la suficiente paciencia para dejar que las cosas vayan pasando, sin forzar, y que la película vaya creciendo a su ritmo. Así consigue momentos de gran autenticidad y honestidad, aunque como decimos, también se repiten en demasía determinadas constantes durante todo el metraje.


Manuel Barrero Iglesias




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