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lunes, 11 de marzo de 2013

Los amantes pasajeros


4/10
Los amantes pasajeros (España, 2013).
Dirección y guión: Pedro Almodóvar.
Intérpretes: Javier Cámara, Carlos Areces, Raúl Arévalo, Antonio de la Torre, Cecilia Roth, Hugo Silva, Lola Dueñas, José María Yazpik, José Luis Torrijo, Guillermo Toledo.
Música original: Alberto Iglesias.
Fotografía: José Luis Alcaine.
Montaje: José Salcedo.
Idioma: Español.
Duración: 90 minutos.


¿Película pasajera?


Sobran los motivos. Son muchos quienes se han preguntado acerca del sentido de esta última obra de Pero Almodóvar, pese a ser más que aparente. Por encima de la evidencia de filmar lo que al director le plazca -en una bien buscada y ganada independencia de producción-, parece surgir el deseo de -sabiéndose captador asegurado de un fiel y numeroso público- proporcionarnos (y proporcionarse) un relato ligero o un divertimento libérrimo capaz de ahuyentar -bien sea tan sólo por hora y media- todos esos fantasmas que rodean nuestras mentes en crisis, goteando el relato de buscadas críticas al sistema económico que creó dichos fantasmas. Y, en ese sentido, puede ser hasta un loable fin.

He sido firme defensor del último cine almodovariano. Película a película -pese a algún que otro tropezón-, me ha ido ganando el manchego en su madurez artística, en el refinamiento de un estilo muy cercano a lo que yo considero cine ejemplar. No busquen ningún paso más allá en ese refinamiento; no busquen esa lúcida, extrema o, incluso, retorcida intensidad en los personajes y en las historias. Todo eso desaparece en Los Amantes Pasajeros, donde sólo hay cabida para otro tipo de excesos: aquellos que pueden llegar a escandalizar, pobre de ellos, a los poseedores de cerebros anquilosados o cabezas encapilladas.

No hay pues evolución. Al contrario, Almodóvar involuciona (esperemos que de manera pasajera) hacia una forma de hacer las cosas que recuerda mucho a aquellas sanas locuras ochenteras que le hicieron reconocible para siempre. Y mira que resultaba estimulante la idea del artista en el buscado reencuentro con la comedia desprejuiciada, para encajarla con todo lo recorrido en estas décadas. ¿El problema? Han pasado treinta años y la cosa queda lejos de provocar… incluso la risa.

Cuento seudo-surrealista que nos sitúa en un avión imposible, con una estudiada y estupenda estética kitsch (muy propia de la firma de la casa), en el que toda la clase turista vuela narcotizada y desaparecida para poder centrarnos en las andanzas de los escasos habitantes de la business-class, el film busca el estrépito en sus personajes y en sus peripecias. El tren de aterrizaje no funciona y la máquina vuela en círculos hasta poder aterrizar. Y poco más. Poco más, porque no hay historia más allá.

Durante años nos hemos podido imaginar a cada una de las actrices de las películas de Almodóvar en plan alter ego del propio cineasta, calcando su forma de interpretar cada frase y cada gesto. En demasiadas ocasiones éstas han sido réplicas de quien imaginaba sus propias frases escritas. En esta ocasión son los tres azafatos protagonistas, Arévalo, Areces y, muy por encima de ellos, un deslumbrante y ajustado Javier Cámara (tremendo actor) quienes ponen cuerpo y alma al texto del director, quien, por fin, ha soltado las escasas amarras que aun le mantenían unido al pudor de mostrar y mostrarse.

Y sin más motivo que el de producir alegría y desconexión aparece la gran duda de cómo situar el resultado final cuando ambas cosas no suceden. No negaré que resulta complicado no sonreír en más de una y más de dos ocasiones; pero sí afirmo que hay muchísimo más humor en los innumerables gags que todos podemos recordar de bastantes de sus otras obras anteriores, que en gran parte del metraje de Los Amantes Pasajeros. Resulta mil veces más hilarante -por poner dos ejemplos entre mil- esa Chus Lampreave en su papel de portera en Mujeres al borde… contando que no puede mentir por ser testigo de Jehová, o esa Antonia San Juan soltando un inspirador e inesperado monólogo en Todo sobre mi madre, que Hugo Silva negando sus gustos y preferencias en plan montaña rusa, o Lola Dueñas contando sus olorosas visiones sobre los desastres que se avecinan.

Uno esperaba, tal vez, que surgiera, de quien fue capaz de brindarnos semejantes destellos de genio y de quien siempre se ha jaleado su capacidad para escribir y describir situaciones cómico-grotescas de forma casi natural, algo mucho más destacable. Y es que, más allá de algún brillante hallazgo -como el de ese teléfono averiado que deja escuchar a quien está al otro lado de la línea, ese retablo multireligioso portátil al que se encomienda Areces, o algún diálogo desperdigado-, resulta casi imposible encontrar talento en ninguno de los escenarios mostrados e imaginados.

Hago excepción con la magnífica forma de rodar el aterrizaje del avión -que no muestra-, poniéndolo en paralelo con el desértico escenario de uno de esos inútiles aeropuertos españoles construidos en mitad de la nada, en plena efervescencia de la especulativa burbuja económica que nos ha llevado hasta donde estamos (aunque tengo dudas de la necesidad de la reivindicación en semejante despropósito narrado). Y, sobre todo, con ese numerito musical -que para mi sorpresa se termina por convertir en lo mejor de todo-, que se marca el trío protagonista y que, para bien o para mal, queda desde ya marcado a fuego como escena icónica del cine de su creador.

Se agradece el intento, pero Pedro Almodóvar sabe que sus películas son estudiadas al detalle y que se estrenará en muchos países, en muchos de ellos, además, donde le suelen recibir con los brazos abiertos. Supongo que él mismo es consciente del resultado de este trabajo. Quizá lo único que le importe es que ha hecho aquello que le apetecía y que ha rodado algo que le pertenece al cien por cien; pero también debería cuidar su propia marca ya que filmes como éste la pueden dañar sobremanera. Quizá estemos ante su peor cinta desde Kika, y eso es mucho decir.

Tras el fallido experimento parece quedar claro a estas alturas que el director se maneja mejor en la intensidad que en la levedad; y que resulta mucho más fácil hacer que la gente se olvide de sus problemas en una sala de proyección no buscando la ligereza porque sí, sino entregándole sencillamente una buena película.

Jorge R.




1 comentario:

  1. Creo que es una crítica muy injusta. En primer lugar, porque por tus palabras se denota que no te ha disgustado tanto, y en segundo porque no creo que hayas llegado a conectar con el concepto de la película. Ves la crítica superficial, pero no ves las metonimias, y ese es el juego que propone esta vez Almodóvar. No es una comedia, aunque narrativamente y en el tono si lo sea, es una alegoría que brilla más cuanto más absurda se reconoce y más sinsentido forma.

    La crítica está bien escrita, pero no estoy de acuerdo, y parece estar más empeñada en justificar que no es buena, buscando además detalles positivos para que no se considere que eres un "hater" del director y así confirmar una opinión muy sesgada.

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