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sábado, 2 de julio de 2011

Críticas: Cuando un hombre vuelve a casa


4/10
En mand kommer hjem (Dinamarca-Suecia, 2007).
Dirección: Thomas Vinterberg.
Intérpretes: Oliver Møller-Knauer, Ronja Mannov Olesen, Helene Reingaard Neumann, Thomas Bo Larsen, Brigitte Christensen.

Guión: Morten Kaufmann, Mogens Rukov, Thomas Vinterberg.
Música original: Johan Söderqvist.
Fotografía: Anthony Dod Mantle.
Montaje: Søren B. Ebbe, Valdís Óskarsdóttir.
Idiomas: Danés, italiano, inglés.
Duración: 100 minutos.



Confesiones a la hora de comer


Por Manuel Barrero Iglesias


A comienzos de la década pasada, y tras unas cuantas TV-movies, Thomas Vinterberg se embarcó en un par de aventuras anglosajonas con desigual resultado: It’s All About Love (2003) y Dear Wendy (2005) fueron los curiosos trabajos que el reputado director danés rodó en inglés. Tras ellos, su intención era una vuelta a las raíces. Una vuelta que comenzó con esta Cuando un hombre vuelve a casa, que se estrena en España con cuatro años de retraso, y que continuó con Submarino (2010), ya estrenada hace unos meses en nuestro país.

En ambas, el director vuelve con su tema favorito: la familia y sus dramas. Aunque el tono de esta Cuando un hombre vuelve a casa ande más cerca de la comedia irónica que del drama devastador. Al menos, ése es el tono que pretende. Desde el inicio con la narración del supuesto suicidio del padre ausente, pasando por la tartamudez de protagonista, continuando con la pareja lésbica, o hasta las aventuras del cocinero con ínfulas de artista.

El problema es que a la película le hace falta mucha más mala leche para llegar a lo sarcástica que se propone ser. Una colección de personajes que aspiran a la extravagancia; pero que se quedan a mitad de camino, enredados entre tópicos y situaciones cercanas al vodevil.

Cierto es que bajo la apariencia de comedia, se esconden algunas reflexiones sobre temas universales. Por un lado, el ya mencionado tema de la familia y sus secretos. Pero hay más. El joven protagonista, lo mejor del film, se tiene que enfrentar a importantes toma de decisiones; a ese período clave de maduración, en el que uno debe decidir que tipo de persona quiere ser. Traicionarse a uno mismo para conseguir una supuesta estabilidad, o seguir los propios instintos renunciando a esa seguridad.

Esto se escenifica en la elección entre las dos mujeres que rodean a Sebastian. Perfecta Helene Reingaard Neumann en su papel de mujer ideal que asiste con incredulidad al desprecio de su pareja. Sin embargo, el personaje de Maria (perfectamente interpretado por Ronja Mannov Olesen, eso sí) subraya demasiado su rol desestabilizador, incidiendo en su propia locura, proveniente de un profundo trama del pasado.

Y aún con ese pasarse de rosca en algunos personajes, estos no terminan de darle a la historia ese toque de excentricidad buscado. Como ese exitoso hombre que vuelve a casa, cuyo carisma queda diluido entre lo absurdo y lo tópico. Eso, por no hablar de esos secundarios que se dedican a repetir la misma gracia, una y otra vez, durante todo el metraje.

La vuelta de Vinterberg a sus orígenes supone una vuelta a los temas y a la forma, con esa cámara en mano que tan buenos resultados le da. Pero ahí se acaban las similitudes con obras del calado de Celebración (1998). Bueno, también vuelven las confesiones a la hora de la comida. Lo que no vuelve es la mirada certera.





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