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lunes, 4 de julio de 2011

¿Por qué lo llaman amor...? (II)

De las misma manera que hay rumores que anhelas que no se confirmen nunca (Sandra Bullock, mis 88 maniacos te siguen vigilando), hay otros que adquieren la categoría de leyenda urbana y, que, en realidad, molaría que fueran ciertos.

Mi favorito es ese que atribuye a Scarlett Johansson y a Benicio del Toro un polvete salvaje en un ascensor del lugar donde se celebraba una fiesta post-Oscar; fue un cotilleo muy extendido que la propia Scarlett desmintió. Para mí que se restó un tanto; una cosa es que te líen con seres desagradables como Mel Gibson, pero, pese a sus ojeras de mapache, Benicio... buff. No es el hombre con el que te casarías, ni con el que tendrías más de una cita (debe tener un despertar más horrible que la cabellera de Tim Burton), pero es la bestia parda (o el Toro, si se permite el chiste fácil) que quisieras que te pillara en un ascensor o en un probador de El Corte Inglés (Macy's para l@s más glamouros@s) para tener una actitud absolutamente inapropiada. Si pasó o no pasó queda en el (perverso) imaginario colectivo, la cuestión es que el sosias del Che fue más listo y no salió a la palestra para proclamar: “no me tiré a Scarlett Johansson” porque para sufrir un cachondeo generalizado y una total falta de respeto ya está Charlie Sheen.

Sean Penn tampoco lo ha negado y no podría, dado que su affaire con la Johansson fue real, aunque me da que hubiera preferido que no saliera a la luz. Desde que pasó un traumático matrimonio de juventud con la mediática Madonna, el magnífico actor tiene, por decirlo suavemente, un problemilla con la prensa, especialmente con los fotógrafos, ejerzan o no de paparazzi. Es tal su inquina que se comenta que le pegó una patada voladora a su madre cuando ésta le hizo una foto con el Oscar que ganó por Milk... y eso que solo quería ponerla sobre la tele en un marquito de macramé...

La breve relación (tres meses) entre Sean Penn y Scarlett Johansson me sorprendió, no por corta, sino por su existencia en sí. No es por la diferencia de edad (un cuarto de siglo no es nada, que diría Humbert Humbert), sino por la diversidad generacional, ideológica y de modus vivendi. En definitiva, que pegan menos que Chuck Norris en una película de Almodóvar.

Argumentemos. Penn con sus compromisos políticos y solidarios y su reticencia a estar en el candelero; Scarlett con los suyos, eminentemente publicitarios, y, por tanto, con una predisposición para ser carne de revisteo. Inmediatos antecedentes amorosos: la estupenda en todos los sentidos Robin Wright, con quien él ha compartido 17 años de su vida; el cacho de carne con ojos (¿eso es sexy?) de Ryan Reynolds, con quien la musa de Woody Allen no llegó ni a los dos años de matrimonio. Presente: el intérprete de la desasosegante Mystic River liado con las tragedias de Haití y New Orleans, mientras que Johansson tiene sus escarceos con el sobrevalorado (en lo físico y lo musical; en lo interpretativo ni te cuento) Justin Timberlake. El salto evolutivo (hacia atrás) es más que acusado.

Reflexionemos. Un día te tomas más gin tonics de la cuenta, conoces a alguien, te l@ llevas a la cama, quedas varias veces y a los tres meses te percatas de que la cosa no funciona. No pasa nada, es lo normal. Game over y a echar otra partida. Pero si resulta que eres un actor carismático o una actriz de moda llenas titulares e imágenes. Ni te cuento con los míticos 'rollos de una noche'. Tú te lías con un Timberlake de la vida una velada tonta y lo único a lo que te expones es al cachondeo de tus colegas al día siguiente; para Scarlett, echar una canita al aire con el verdadero Justin supone rumores de boda, bautizo y comunión.

Qué coñazo. Y si en vez de un cotilleo sexual es un fracaso amoroso, peor. A ti te deja el marido más guapo del mundo por la tía más buena del universo y tienes que aguantar la compasión y/o recochineo de unas cuantas amistades y familiares. Pero si te llamas Jennifer Aniston debes soportar la reacción de, prácticamente, toda la población del planeta. La humillación local es tolerable, pero la globalizada te aboca al suicidio.

Consejo (triple) de frívola: Scarlett, endósale a la odiosa Sandra Bullock al coñazo de Timberlake y seduce a George Clooney (si no está conmigo, al menos con alguien que yo apruebe). Sean, consuela a la exuberante Elisabetta Canalis y pásate al lado frívolo de la vida. Jennifer, queda con Benicio del Toro... y meteros en el ascensor más cercano.


Isabella Della Sicilia

1 comentario:

  1. Me da que Scarlett es la típica que va de profunda y luego no tiene dos minutos de conversación; pero Sean Penn también tiene Penne, y hasta para él debe de ser difícil resistirse a la barra libre con Scarlett.

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