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viernes, 30 de enero de 2015

Críticas: Las ovejas no pierden el tren

5/10 
Las ovejas no pierden el tren (España, 2014).
Dirección y guión: Alvaro Fernandez-Armero.
Intérpretes: Raul Arevalo, Inma Cuesta, Candela Peña, Alberto San Juan, Irene Escolar.
Fotografía: David Azcano.
Montaje: Paco Díaz.
Idioma: Español.
Duración: 103 minutos.

Un rebaño atractivo en un tren con poca potencia

Por Alberto Gallardo


El descomunal éxito de Ocho apellidos vascos el año pasado, permitió  llevar las cuentas de la industria del cine español a un nivel inédito desde hace décadas. La comedia de Emilio Martínez-Lázaro dio en el clavo con su costumbrismo clásico y un humor basado en el choque de culturas y los chascarillos localistas, que se beneficiaba de un reparto formado por actores consagrados y populares rostros televisivos. La fórmula de su éxito no es fácilmente descifrable, pero no cabe duda de que serán muchas las comedias venideras que tratarán de fotocopiarla.

A primera vista podríamos pensar que Las ovejas no pierden el tren -regreso al largometraje de Álvaro Fernández Armero, siete años después de Salir pitando- nada en las mismas aguas que el taquillazo de Martínez Lázaro, pues sitúa el eje de su comicidad en el contraste entre el carácter urbanita y el entorno rural, recurriendo a diversos enredos de tipo familiar que explota también con desigual acierto los conflictos generacionales. Sin embargo, el guion del propio Álvarez-Armero, intenta trascender el mero choque de tópicos para dotar a su comedia de un poso agridulce a través del reflejo de las pequeñas miserias y frustraciones existenciales de sus protagonistas.

Las ovejas no pierden el tren nos presenta a una pareja de treintañeros que deciden trasladarse al campo. Raúl Arévalo da vida a un escritor de un solo éxito, que lleva diez años esperando que la inspiración regrese. Su mujer (Inma Cuesta) ejerce de sustento del núcleo familiar y espera poder tener un segundo hijo. Sus desencuentros, potenciados por la intervención de las familias de ambos, son la base de una comedia de humor ligero y previsible que solo levanta el vuelo cuando abre el foco a sus interesantes secundarios.

No interesa demasiado el hermano del protagonista (Alberto San Juan lejos de sus mejores tardes) , un recién divorciado que se embarca en una nueva relación con una joven a la que le dobla en edad. Sin embargo, es una divertida Candela Peña la que se apodera de la película en la piel de una mujer empeñada en casarse y que encuentra en cada hombre con el que se cruza un candidato a llevarla al altar. De hecho, hay un notable desequilibrio en un reparto en el que las actrices están mucho más atinadas que sus homólogos masculinos, quizá limitados por las escasas aristas de sus roles.
El guion de Álvarez-Armero construye personajes interesantes (femeninos) y tiene un atractivo punto de partida, pero deambula entre momentos de cierta inspiración cómica y otros más bien rutinarios o directamente fallidos. Se esfuerza no obstante, y esto es un punto a su favor, en dar mayor relieve a su trama a través de pinceladas de amargura que se muestran en clave tragicómica. La crisis de los cuarenta, el miedo al compromiso, el fracaso profesional e incluso la enfermedad se cuelan en una historia hábilmente conectada con la realidad social del momento.

En definitiva Las ovejas no pierden el tren es una aceptable comedia de cierto poso dramático; lastrada por la previsible deriva de un guion en el que, aunque asome cierta complejidad emocional y un amago de retrato de una generación incapaz de alcanzar sus sueños de juventud, acaba imperando la ligereza y el lugar común. Una película fallida que sin embargo se deja ver sin dificultad y en la que destaca, como ya hemos dicho, la consolidada comicidad de Inma Cuesta y Candela Peña.


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