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lunes, 19 de enero de 2015

Babadook

6/10
The Babadook (Australia, 2014).
Dirección y guión: Jennifer Kent.
Intérpretes: Essie Davis, Noah Wiseman, Daniel Henshall, Tim Purcell, Barbara West.
Música original: Jed Kurzel.
Fotografía: Radek Ladczuk.
Montaje: Simon Njoo.
Idioma: Inglés.
Duración: 93 minutos.


(Des)Amor de madre

Por Sofia Pérez Delgado

En Los otros (2001), Alejandro Amenábar nos mostraba los horrores que sufre una madre obligada a compartir un espacio cerrado del que no puede escapar con unos hijos a los que tiene miedo, y los extremos de enajenación a los que esta situación podía llevar. Puestas al límite de sus posibilidades, las madres llegan a invertir las tornas y convertirse en el objeto del que desconfiar. Es inevitable no rememorar la cinta española al ver Babadook, primera película como directora y guionista de la actriz australiana Jennifer Kent, que resultó ser una de las triunfadoras en el pasado Sitges (Premio del Jurado) y fue la sorprendente ganadora de la Mejor Ópera Prima del Círculo de Críticos de Nueva York. 

Casi diez años después de su cortometraje expresionista Monster (2005), Kent desarrolla la historia que esbozó allí. Babadook adolece de los problemas propios de alargar un relato corto, pero, al mismo tiempo, su mayor duración da pie a una puesta en situación calmada y muy consciente del ritmo necesario para ir creando una atmósfera cada vez más enrarecida, y unos personajes cada vez más desconcertantes. A diferencia de la atractiva influencia del cine europeo de autor que se apreciaba en Monster, el largometraje se enmarca más dentro de los parámetros de la típica historia de terror. 
La película es casi todo el tiempo un thriller literalmente psicológico, ya que aquí lo maligno no son fantasmas, monstruos o demonios (que también), sino la propia mente, la cual adquiere la forma del tenebroso protagonista de un libro infantil. En la cultura popular, está muy arraigada la difusión de leyendas urbanas (muchas generadas por el auge del fakelore) en torno a misteriosos individuos, que pueden ir desde el tradicional hombre del saco hasta Slender Man (protagonista de la webserie Marble Hornets). En numerosas ocasiones, la sola invocación de su nombre supone su aparición, que habitualmente trae funestas consecuencias. Kent crea un personaje nuevo pero en la misma línea, que se integra en un imaginario que fomenta la permanente duda entre lo real o imaginario, entre lo que está pasando de verdad o sucediendo dentro de una pesadilla. 

Posee además el filme un interesante componente de homenaje al cine de género. Ninguna película aparece de la nada, y el terror muestra marcadamente sus referencias, que aquí también toman elementos del cine fantástico (Méliès y su creación artesanal), la animación o el giallo (sugerente recuerdo a Mario Bava y su Las tres caras del miedo -1963-). Kent exhibe estas citas orgullosamente, en un juego de estructuras metacinéfilas que las introduce de alguna manera en la trama
Estamos ante un ejemplo de lo que se puede hacer desde el minimalismo, con elementos básicos como un espacio cerrado, un uso elocuente del sonido y un par de buenos actores; la interpretación de Essie Davis, también premiada en Sitges, debería pasar a la historia del género. Su personaje, una suerte de Mia Farrow en La semilla del diablo (1968, no hay que dejar de prestar especial atención a la iconografía del cuchillo) adaptada a la actualidad, cree estar luchando por proteger a su hijo de unas fuerzas perversas, cuando éstas no provienen de otro sitio más que de su interior. Realmente, de quien lo está protegiendo es de ella misma. 

Es cuando se va por derroteros más efectistas y convencionales, con un tramo final que evoca a El exorcista (1973), cuando Babadook falla. Un exorcismo, eso sí, metafórico, que parece que expulsa del cuerpo nuestros peores temores, pero realmente lo que hace es domesticarlos y ocultarlos del mundo. Hay cosas demasiado terribles como para mostrarlas, pero Jennifer Kent se atreve a hacerlo. Y es que puede que no haya nada más terrorífico que una madre que no quiere a su propio hijo. 


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