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jueves, 28 de septiembre de 2017

San Sebastián 2017: Princesita


Por Andrea Dorantes


Princesita (Marialy Rivas. Chile-España-Argentina, 2017)
Nuev@s Director@s

Cuando vemos las primeras imágenes de Princesita, segundo largometraje de Marialy Rivas, nos sumergimos en un universo fantástico y utópico: ya las primeras imágenes suponen toda una declaración de intenciones, su estética de videoclip, con su cámara lenta y juego de enfoque-desenfoque, junto a la voz en off, nos introducen en un estado de ensoñación para empezar a vivir la historia de la protagonista casi en primera persona.

Tamara es una preadolescente de doce años que vive en una secta, cuyo líder, Miguel, es un personaje al que ella profesa una profunda admiración y devoción. Es en este momento, cuando su cuerpo empieza a cambiar y a desarrollarse para pasar a la adolescencia, Miguel la escoge como “la elegida” y le encarga una misión: después de su primera regla deberá tener un hijo santo con él. Esta situación no es algo que entre en los planes de una chica de doce años, y en este momento al paraíso en el que ella creía vivir, se le empiezan a ver las costuras.

Para narrar esta historia, basada en un hecho real ocurrido en Chile, Marialy Rivas junto a Sergio Armstrong -director de fotografía de otros filmes como Neruda, No o El club-, escogen una estética preciosista que contribuya junto a la narración en off a crear una ambientación que nos introduzca en la mente de Tamara. Sus imágenes rozan la abstracción, Princesita se recrea la puesta en escena. Pero como dice la protagonista, desengañada de su estilo de vida, “la belleza es una capa que recubre las cosas, y las ahoga de poquito a poquito”. Marialy Rivas nos cuenta que en las primeras imágenes en las que este modo de vida se muestra como algo utópico y paradisíaco, decidieron recubrir la imagen de una pátina dorada en el etalonaje, inspirándose en el arte religioso en el que se cubría también de pan de oro la superficie de sus pinturas para dar una sensación celestial. Aunque esta inicial imagen de la vida en este grupo religioso cambia radicalmente, literal y figuradamente, y se juega con el encuadre, el uso de la luz y el color para ir, sutilmente, creando un ambiente de pesadilla.

En esta película Marialy Rivas, al contarnos la historia particular de Tamara, hace referencia a algo más grande, la historia de las mujeres, en la que la identidad femenina siempre es vista desde la construcción masculina de la historia, es el hombre que crea a la mujer a partir de su costilla, es Miguel el que elige quién engendrará a su hijo, quién debe sacrificarse por su supuesto bien mayor. 

En el coloquio posterior a la proyección, la directora explica que quiso separar en todo momento el punto de vista de las voces en off, siendo escrita por una mujer guionista la parte de voz en off de Tamara, y escrita por un hombre la voz en off de Miguel. Esto nos permite ver el binomio claro hombre-mujer, que la directora pretende diferenciar abiertamente para mostrar las diferentes psicologías creadas por la sociedad según el género, las relaciones de poder preestrablecidas entre hombre-mujer, adulto-niña.

Princesita es una película cuyo núcleo duro puede parecer sencillo, pero éste está recubierto por un gran trabajo sobre la imagen y el sonido que, juntos, forman un trabajo complejo, con múltiples capas. Una premisa a priori simple, pero que hace generar preguntas mucho más grandes en el espectador.

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