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martes, 4 de noviembre de 2014

Filth, el sucio

6/10
Filth (Reino Unido, 2013).
Dirección: John S. Baird.
Intérpretes: James McAvoy, Jamie Bell, Eddie Marsan, Imogen Poots, Brian McCardie, Emun Elliott, Gary Lewis.
Guion: John S. Baird, sobre la novela de Irvine Welsh
Música original: Clint Mansell.
Fotografía: Matthew Jensen.
Montaje: Mark Eckersley.
Idioma: Inglés.
Duración: 97 minutos.


Anochece en Edimburgo

Por Manuel Barrero Iglesias

La literatura de Irvine Welsh sirvió como material de partida de uno los retratos generacionales más icónicos de la juventud escocesa de los noventa en el cine. Danny Boyle supo captar esa dualidad que ofrece la droga (la heroína en aquel caso). La euforia que hace olvidar la realidad, y el descenso al infiernos cuando el efecto alucinógeno se marcha. Y vuelta a empezar. Una eterna espiral de la que es difícil salir. Y si se consigue, uno se tiene que enfrentar con la dura y gris realidad, aquella de la que se pretendía huir en primera instancia. Todo un deprimente círculo vicioso.

John S. Baird adapta Escoria, novela escrita solo cinco años después de Trainspotting, pero que ha tardado casi dos décadas en tener su versión cinematográfica. Muchos aluden a la dificultad de encontrar soluciones visuales a determinados elementos del libro como posible causa de la tardanza. Al final no hay tanto misterio, y el componente alucinógeno tiene unas claves muy reconocibles; que desde Boyle al mismo Baird, pasando por Terry Gilliam, han utilizado para hacernos vivir la montaña rusa de una adicción.

El humor negro es otro recurso con el que los directores suelen amenizar sus retratos de la drogadicción. Una manera de hacer más soportable el horror. Incluso no es raro que el toxicómano se muestre atractivo para el público, especialmente cuando el consumo es de drogas "exitosas". Filth reflexiona sobre esta imagen triunfadora, mostrando una doble perspectiva muy interesante. Durante el primer tramo, su protagonista nos seduce a pesar de ser un tipo indeseable. El cine ha enaltecido en innumerables ocasiones a canallas con una vida opuesta a la de cualquiera de nosotros. La fantasía de dar rienda suelta al lado oscuro tiene en la ficción un campo de cultivo extenso y fructífero.

Pero aquí nos encontramos ante una visión sesgada, la del propio sujeto, que en su delirio proyecta una imagen distorsionada de sí mismo. Una imagen que podemos asociar con el momento álgido del consumo de estupefacientes. Pero lo que es euforia, de un momento a otro, pasa a ser patetismo. Ahí tenemos el último tramo del film, el que se despega de Bruce para tomar un punto de vista externo. Tanto él, como el espectador, toman conciencia de una realidad que dista mucho de ser tal cual la veíamos hasta entonces. Ahí se encuentra el mayor hallazgo del film, en ese juego de perspectivas que nos recuerdan que la representación de los hechos depende de quién y cómo los vea.




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