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jueves, 11 de septiembre de 2014

Crítica: Les doy un año

7/10
I give it a year (Gran Bretaña, 2014). 
Dirección: Dan Mazer.
Intérpretes: Rose Byrne, Refe Spall, Anna Faris, Simon Baker, Stephen Merchant, Minnie Driver, Jason Fleming, Tim Key, Olivia Colman. 
Guión: Dan Mazer.
Música original: Ilan Eshkeri. 
Fotografía: Ben Davis.
Montaje: Tony Cranstoun.
Idioma: Inglés.
Duración: 97 minutos.


El amor puede desesperar

Por Luis López

Hugh Grant o Jennifer Aniston han hecho mucho daño a la comedia romántica. Hasta el punto de convertir este género en una parodia de sí mismo. Una imitación a la vida tan superflua y artificial que conceptos como ciencia ficción o distopía son etiquetas que no desentonan. Vemos más azúcar en la pantalla que en una tienda de chucherías. Y claro, ésta se acaba subiendo a la cabeza creando universos que poco tienen que ver con las relaciones humanas ni con el humor. Por suerte, Les doy un año bebe más de Historias de Filadelfia que de Notting Hill, a pesar de que los productores sean los mismos.

En esta ocasión han decidido que la búsqueda de la felicidad, esa cosa llamada amor- tan humano como lejano- la encuentre el guionista y director novel Dan Mazer, escritor de Borat y Brüno. La irreverencia y la acidez de los diálogos que tratan de desmontar una por una todas las situaciones tópicas de este tipo de comedias hay que ponerla en su haber. Aunque no es lo mismo manejar los disparates de Sacha Baron Cohen que afrontar una película más académica, corriente y británica.

Los protagonistas Nat (Rose Byrne) y Josh (Rafe Spall) no están hechos el uno para el otro. Por eso precisamente se casan. Ahondando en este error tratan de salvar su matrimonio, que hace aguas por todas partes sin llegar a cumplir un año. Cada intento de mantener la llama es un avance hacia el desencuentro. No se soportan pero quieren ser una pareja convencional, caer en la rutina y dejar que el tiempo pase hasta que la amargura sepa dulce. Es decir convertirse en una pareja de ancianos adorables que han rehusado soñar. El dilema es que son jóvenes con apetitos hacia otros aunque los haya unido Dios. Chloe (Anna Faris) y Guy (Simon Baker) son ese despertar sentimental por encima de la razón, las instituciones y el qué dirán. A veces es necesario cometer errores tan grandes como el matrimonio para encontrar luego la dirección correcta, si uno se atreve a luchar por ello.


Hay que alabar este giro de tuerca en un género que parecía incapaz de generar humor. No es tan transgresor como sus anteriores guiones, pero Dan Mazer consigue en su debut como director, que la elección de su película en un multisalas no se convierta en un sopor de lágrima fácil, canciones ñoñas y cabezadas en la butaca. 



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