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lunes, 22 de septiembre de 2014

Crónicas: San Sebastián 2014. Día 3

Por Andrea Dorantes


Vincent (Thomas Salvador. Francia, 2014)
Nuev@s Director@s

El agua es el medio natural de Vincent. Como si hubiese nacido pez, necesita el contacto con el agua para vivir. Vincent a su vez, al mojarse, ve sus capacidades físicas aumentadas, poseyendo entonces una fuerza inmensa. Vive con este secreto en una eterna huida, siempre cambiando de casa debido a esta especie de superpoder. Todo esto sucede hasta que conoce a Lucie, a quien por primera vez desvela lo que es realmente su esencia. Thomas Salvador (director, guionista y actor principal) se toma aquí la licencia de introducir elementos prácticamente “mágicos” para llevar al máximo exponente el concepto de la espiritualidad que tiene el agua para Vincent. La personalidad de éste es como el agua misma, tranquilo la mayoría del tiempo pero capaz de convertirse un torrente de emociones,  gracias a los sentimientos despertados por Lucie. El amor en este caso actúa como elemento revelador: al entrar en contacto con él emerge la personalidad de Vincent y llegamos a conocerlo en todas sus facetas. Partiendo de esta dualidad agua-amor, Vincent se trata de una película agradable y curiosa, con un humor ligero, y a pesar de tratar un tema fantástico como es este superpoder acuático, lo introduce en la cotidianidad de la vida del protagonista, y lo hace de una forma que no resulta extraña sino tierna y natural, como algo normal en el microuniverso que el director ha creado en este largometraje.

Chrieg (Simon Jaquemet. Suiza, 2014)
Nuev@s Director@s


Simon Jaquemet estrena su carrera como director con Chrieg, una película que habla de la edad adolescente, esa oscura etapa en la que se pasa por múltiples estados que provocan una inevitable transformación en el individuo. Matteo, de dieciséis años, es supuestamente un chico problemático, al que sus padres envían a pasar el verano a una granja en la montaña  a modo de correccional. Por los pocos momentos en que vemos a Matteo con su familia es fácil darse cuenta de que la culpa no siempre es de los hijos, que la personalidad de los padres en la mayoría de los casos tiene mucho que ver en este tipo de actitudes “rebeldes”. Cuando por fin Matteo llega a la granja, se encuentra con una especie de dictadura de la mano de otros tres jóvenes que lo humillan y maltratan hasta que tras una especie de prueba de fuego, pasa a formar parte de ellos. Estos son fugitivos, no tienen nada y a nadie y por ello no dudan en robar, saquear y tratar con violencia a los demás: una suerte de exiliados del sistema. Esas montañas son el lugar idílico donde pueden aislarse del mundo real, pero no es una situación que pueda perdurar, y lo saben. En algún momento tendrán que enfrentarse con la vida y mientras tanto viven como en una especie de tregua. El Estado crea monstruos y los aboca a la miseria. Aunque al no tener nada, no tienen nada que perder y se abandonan a su condición. Los actores, que no son profesionales, también proceden de entornos hostiles y encarnan a la perfección ese papel y hacen de la película algo muy auténtico, algo real, casi tangible. Aun habiendo muchas películas que tratan de ser realistas acerca de este tipo de situaciones, Chrieg es diferente, le da un aire nuevo y fresco y se llega a apreciar de cerca lo que sienten los personajes y a empatizar con ellos, disfrutando a fondo de la película.




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