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viernes, 19 de septiembre de 2014

Crítica: Sacro Gra

8/10
Sacro GRA (Italia - Francia, 2013).
Dirección: Gianfranco Rossi.
Intérpretes: Cesare, Paolo, Amelia, Roberto, Francesco, Filippo, Xsenia, Gaenato.
Guión: Gianfranco Rossi, sobre en una idea original de Nicolo Bassetti.
Fotografía: Gianfranco Rossi.
Montaje: Jacopo Quadri.
Idioma: Italiano.
Duración: 93 minutos.


No todos conducen a Roma

Por Luis López

Los personajes del GRA (Grande Raccordo Anulare), la circunvalación que rodea Roma, son como asteroides gravitando alrededor de la ciudad. Parece que su órbita no tolerara que se alejen ni se adentren en ella. Gente de extrarradio rodeada por la pista de asfalto que engulle y vomita automóviles. Como si este flujo mecanizado no fuera con ellos, realizan sus quehaceres ignorando el ruido incesante de motores, que para ellos no son más que música de fondo, como coches de scalextric. Baudelaire decía que lo más interesante ocurre tras las ventanas, donde los seres humanos se descalzan de sus vidas para ser ellos mismos en sus casas. A fin de cuentas incluso una autopista puede llamarse hogar. Es cuestión de adaptación y de supervivencia.

Por este entorno de núcleos urbanos carentes de planificación, espolvoreados alrededor de la circunvalación sin orden ni concierto, Gianfranco Rossi encuentra a: uno de los últimos pescadores de anguila en el Tíber, un conductor de ambulancia, un botánico preocupado por la salud de las palmeras, un príncipe excéntrico, prostitutas, un filósofo aristócrata preocupado por su hija, un actor venido a menos… entre otros ingredientes que salpican el GRA. Una suerte de anillo en el que suenan las mismas canciones que nadie quiere bailar en ninguna ciudad. Canciones de segunda fila que seguirán sonando en un medio incierto. Un área de paso hacia la ciudad eterna.
El cine documental apresa la realidad cotidiana. El suceso puede ocurrir al lado de tu casa. El momentum está en cualquier parte. Esa mirada y ese tiempo que normalmente no prestamos por nuestras voraces rutinas es la resistencia a romper para entrar en la idea. Historias cuya belleza radica precisamente en la permanencia latente. En su condición de cercanía y superficialidad. No se ocultan como la ficción, juego reglado bajo un paradigma estricto para ser coherente y eficaz. El documental late. Solo hace falta asomarse a la pantalla y comprobar su pulso.


El GRA no se mueve para permanecer en el mismo sitio. Es la ilusión del movimiento sobre él la que nos convence del progreso. El estado de los personajes no se altera en ningún momento. Nuestra falsa utopía consiste en dar vueltas hasta llegar al punto de partida. Así más decadente cada día. Quizá ser conscientes de nuestra marginalidad nos haga más permeables al circuito. No todos los caminos conducen a Roma. La mayoría simplemente la rodean. 


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